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Siempre invertimos en alfabetización, pero nunca cambia la cifra de quienes no pueden leer ni escribir
Nada ha cambiado en una década en la cruzada para la alfabetización en este país. Nada: en 2010, el Instituto Nacional de Estadística (INE) reportó que un 18.4% de la población era analfabeta. Y diez años después, la cifra es exactamente la misma: 18.5% de los guatemaltecos respondió que no sabe leer ni escribir según […]
Publicado el 18 Ene 2021

Siempre invertimos en alfabetización, pero nunca cambia la cifra de quienes no pueden leer ni escribir

Nada ha cambiado en una década en la cruzada para la alfabetización en este país. Nada: en 2010, el Instituto Nacional de Estadística (INE) reportó que un 18.4% de la población era analfabeta. Y diez años después, la cifra es exactamente la misma: 18.5% de los guatemaltecos respondió que no sabe leer ni escribir según el Censo 2018.

El Comité Nacional de Alfabetización (Conalfa), una institución descentralizada formada por el sector público y privado, asumió desde 1991 la tarea de erradicar el analfabetismo. El compromiso fue un asunto de país, se destinó el 1% del presupuesto del Ministerio de Educación y la tercera parte de lo recaudado con el impuesto de salidas aéreas. Si el dinero no ha hecho falta ¿a qué se debe el fracaso?

Ilda Morán, exsecretaria ejecutiva de Conalfa de 2003 a 2010, dice que el desuso y la violencia provocan el estancamiento:

 “Toda la población de la educación formal que ya no termina su educación primaria, al no practicar la lectura o escritura, vuelven a un tipo de analfabetismo. Con ese repunte de violencia y de asaltos, la gente ya no quiere llegar a los grupos de alfabetización y los trabajadores ya no quieren salir a supervisar al área rural.

Hilda Nohemí Herrera tiene 45 años, es una de las 11 mil 798 alfabetizadores que trabajaron en 2020 en Conalfa. Vive en Huehuetenango a 9km de Chinacá:

“Allí después de las 5 de la tarde ya no hay bus. Yo trabajaba hasta las 6:30 y después a jalón. Yo a veces estaba parada y me daban las 7 de la noche y pasaba un picop, uno como mujer no se puede arriesgar a subirse a cualquier carro por la incertidumbre de la violencia estos días. Este año yo ya no me animé a trabajar allá en Chinacá.”

Para Herrera enseñar a leer a otros requiere de voluntad:

“Nosotros tenemos un estipendio económico, no es un salario. Tenemos Q1 mil 80, algo que sí nos ayuda, pero más que todo en Conalfa trabajamos por amor. En pandemia, casi todo se nos fue en pasajes visitando a personas, en gastar en material didáctico. Conalfa solo nos da cuaderno y lápiz, todo lo demás sale de nuestra bolsa.”

Otto Barrer, el Secretario Ejecutivo de Conalfa, explica que hay pocos fondos. En 2020, debían recibir Q273.3 millones, pero el Covid-19 lo impidió:

 “Se pudo hacer muy poco porque estamos limitados. A esta fecha, únicamente hemos recibido Q149 millones 13 mil 102. Inclusive nos vimos en la necesidad de recortar un mes el proceso porque ya no podíamos pagar. El pago a nuestros alfabetizadores que representa Q12 millones mensuales.” 

Hasta noviembre del 2020, Conalfa devengó Q156 millones, el 95% para pagar al personal.

Julio Héctor Estrada, exministro de Finanzas, cree el problema es que el gasto está destinado a costos administrativos:

 “Históricamente tiene, por lo menos, los últimos 8 años de haber ejecutado una parte muy pequeña de su presupuesto. Principalmente, en gastos administrativos y poco en algunos programas que tiene en marcha desde hace mucho tiempo.”

Los métodos de enseñanza los relata Paula Leiva Galicia, una de las 21 mil 410 personas que culminaron los estudios en Conalfa hasta septiembre de 2020. Ella tiene 41 años y vive en Huehuetenango:

“Primero nos pusieron a mover la mano para que nuestros trazos fueran más limpios y bonitos. Nos enseñaron a poner puntos, rayas, dibujitos, círculos y así. Después, ya vinieron las letras y los números. La maestra es bien dinámica, tiene un pizarrón y marcadores. Básicamente, nos enseña con dibujos para ir uniendo las palabras. Cuando es matemáticas con frijoles para practicar la suma.”

Leiva hoy puede leer y escribir, pero le tomó 3 años. Para José Moreno, exministro de educación, de recibir la atención y tiempo adecuado, el período es muy largo:

“Debiera de minimizarse para poderle dar el brinco al alfabetismo funcional y luego llevarla al alfabetismo digital. Aquí nos quedamos estancados porque probablemente la diversidad de formas educativas no ha variado, entramos en una zona donde nos conformamos por haber llegado a ese 18% y ahora hay que rediseñar totalmente la estrategia de alfabetización.”

Natalia Gámez