Impresionante la interpelación que le hiciera el senador Ted Cruz al secretario de Estado norteamericano. Y es que, además de que hay un proceso electoral en marcha, el liderazgo norteamericano ha hecho aguas tanto en la administración Obama-Biden como en la de Biden-Harris. Durante la primera, Rusia invadió Crimea sin que hubiera muchos aspavientos por parte de EE.UU.; en la segunda Rusia invadió Ucrania y ahí sigue activo el conflicto. China, por su parte, puso en el aire aquellos globos que se internaron impunemente en el territorio de los EE.UU.
Durante la administración Trump curiosamente no pasó nada porque, tanto China como Rusia, tenían claro que el entonces presidente podía responder de cualquier manera y el norteamericano sabía igualmente que Rusia no era el enemigo ni la potencia a confrontar, sino que había que prestarle atención a China.
En la actualidad el conflicto Israel-Hamás (que no Palestina) se une a las aguas enturbiadas internacionales y crea un clima perjudicial para la reelección de Biden. El senador Cruz le echó en cara a Blinken lo dócil que había sido la administración demócrata con Irán al levantarle sanciones, pero sobre todo cómo el régimen de los ayatolás había podía hacerse con miles de millones de dólares de la venta del petróleo, parte de los cuales utilizó para financiar a grupos terroristas yihadistas, como lo es Hamás, y contribuir a la desestabilización occidental.
Es triste ver como desde ciertos medios y focos de comunicación se debilita la postura de Israel y salpica a USA, sin advertir que se trata de un estado democrático, con sus virtudes y defectos, que lucha contra un grupo terrorista asesino. No hay guerra perfecta, y en todas hay un elevado costo de víctimas. Si Hamás liberara a los rehenes, posiblemente contaría con elementos morales para pedir un punto final a la confrontación. No hacerlo permite comprender cuál es el objetivo del oponente: prolongar el conflicto y martirizarse, conocedores de que la publicidad gratuita de los medios informarán en la línea deseada por sus dirigentes.
Por otra parte, no es que China, Irán, o incluso Rusia, estén haciendo una excelente política exterior que les lleve a ejercer un mayor o menor liderazgo, sino que USA lleva a cabo una que sustancialmente la desplaza del primer puesto por sus condescendencias y “amabilidades” con ciertos dictadores, el venezolano Maduro incluido, razón por la que tuvo que ser cesado el asesor presidencial Juan González.
Ni Rusia es la potencia que siempre se ha dicho -y lo evidencia la incapacidad de terminar con un conflicto que ya dura años- ni China el socio comercial que muchos querrían o imaginan. La primera la arreglará, como en su momento, el devenir de su política doméstica. Sin embargo, la dictadura China busca el espacio marítimo que no ha podido controlar desde su configuración con país. Cercada por Corea del Sur y Japón, y por bases norteamericanas en el Pacífico, además de Taiwán, el gigante parece despertar sin mucha capacidad de proyección en el mar. Es de esa cuenta que las ultima alianzas norteamericanas, tanto con Australia como con Reino Unido (AUKUS) obedecen a establecer un cerco marítimo natural que impida su expansión, algo que hizo hace años con Rusia por medio de la creación de la OTAN, y razón, al menos en parte, de la justificación tanto de la toma de Crimea como de la invasión a Ucrania.
No se puede ejercer un “liderazgo a medias”, y recuperarlo, una vez perdido o debilitado, no será fácil. Hay que prestar atención a quienes desean desplazar a los USA porque -no hay que dudarlo- pretenderán dar preeminencia a sus principios y valores, muy alejados de los occidentales que practicamos. Estados Unidos tiene el deber de tomar el liderazgo y no porque lo empujemos hacia ello irresponsablemente, sino porque tradicionalmente lo ha ejercido e impuesto sus condiciones y no es de recibo que ahora no se ponga al frente de la comunidad internacional.
Tiempos recios de meditación.