Arévalo ha cometido tres serios errores. Primero, Consuelo Porras y Rafael Curruchiche son solo la jauría que persigue a Semilla y que quiere anular su legítima victoria; sin embargo, quien da las órdenes es Alejandro Giammattei. Arévalo no debió haber pedido solo la renuncia de los dos anteriores sino que también la renuncia anticipada de Giammattei. Al toro se le agarra por los cuernos, no los saludos de mano con Giammattei en el acto de transición, por un lado, y echándole toda la culpa a Porras y Curruchiche, por el otro.
El segundo error fue permitir que el principal medio de protesta popular fuera los bloqueos. Ahora, tardíamente, se escuda con que fueron los 48 cantones, pero él era el único en Guatemala con la autoridad moral para pedirle a los manifestantes que recurrieran a marchas, manifestaciones, cacerolazos y bocinazos, pero que levantaran los bloqueos de inmediato.
Los bloqueos violan los derechos humanos ¡Punto! Los bloqueos vulneran el derecho a la libre movilización, un derecho tan sagrado como el derecho a la vida o al voto. En Europa, donde resido desde hace años, si se dan, la policía los desmonta de inmediato. Es impensable que diez o quince personas (así son la mayoría de bloqueos en Guatemala, excepto los del altiplano) le veden el derecho humano de libre movilidad a miles de personas. Arévalo no puede pretender ser muy moderno y progresista cuando avala un mecanismo de protesta primitivo y violatorio de los derechos humanos.
Vi las fotos de su protesta del 20 de octubre. Era evidente que la mayoría son militantes (entre gitanos no nos leemos las manos) y francamente raquítica. Hace un par de semanas participé en Varsovia en la marcha del Millón de Corazones, convocada por el principal partido de oposición contra el gobierno derechista. Esa sí era una marcha. Lo que llegó el 20 de octubre no eran sino dos cuadras de esa marcha, y esta del millón habrá tenido, al menos, cien cuadras. En la protesta de Arévalo no estuvo el guatemalteco de a pie ni la clase media.
El tercer error es creer que por contar con el apoyo decidido de EE.UU., de muchos otros gobiernos, y de la OEA, que no hay fuerza que lo detenga. Ese fue el error que se cometió en tiempos de la CICIG: se creyó que desde arriba y con el apoyo internacional se podía limpiar el país. Guatemala es un país rezagado pleno de contradicciones. Por ejemplo, votó a favor de un presidente de izquierda moderada, pero al mismo tiempo votó en casi dos tercios por diputados que pertenecen a los partidos del Pacto de Corruptos. Un completo absurdo electoral que no se da en otros países, pero esa fue la decisión popular. ¿Cuando el Congreso no apruebe sus leyes e interpele todos los días a sus ministros, va a pedir Arévalo que la gente salga a bloquear las calles de nuevo? Así no va a durar ni un año, porque la población al final quiere salir al trabajo, mandar a los hijos a estudiar, comprar comida y pagar la renta.
Arévalo se está erosionando de manera acelerada. El chapín que va en bus o carro al trabajo lo terminará por odiar por más justa que sea su causa. Giammattei deliberadamente no levanta los bloqueos pues sabe que con cada día de bloqueos, Arévalo se desfigura. Todavía hay tiempo de rectificar, pero Bernardo Arévalo tiene que dar la talla.