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Duro contra el muro
¿Qué nos dice que el presidente Bernardo Arévalo haya visto estrellarse contra la pared el primer decreto que envía al Congreso?
Publicado el 12 Abr 2024

La lista de errores cometidos por la Secretaría General de la Presidencia en el envío del decreto de Estado de Calamidad al Congreso es suficientemente larga para sonrojarse. Con esa iniciativa, al presidente Bernardo Arévalo lo revolcó el tumbo cuando apenas trataba de mojarse los pies a la orilla de la playa, sin animarse ni mucho menos a nadar hasta la reventazón.

Imagine usted la que le espera cuando procure una ampliación presupuestaria o pretenda discutir el Presupuesto 2025 o si acaso intentara entonar una tímida voz para que la futura Corte Suprema de Justicia no quede integrada exclusivamente por abogados leales a  Néster Vásquez y al sistema de impunidad para la corrupción. Esa es la llave para repetir una Corte de Constitucionalidad cooptada, como la actual, o un Ministerio Público espurio. Esa es la regresión autoritaria de Guatemala que aprisiona las ambiciones de vivir en una democracia.

Es cierto que esa derrota en el Congreso está inspirada en errores de sus funcionarios, en el desinterés del Presidente por coordinar con el organismo Legislativo (nunca se ha reunido con la junta directiva, ni ha enviado un paquete que delinee sus prioridades), en su falta de sintonía con su bancada, a la cual informó diez minutos antes de anunciar en público la declaratoria de estado de excepción. Pero sobre todo, esta derrota está determinada desde fuera del Congreso. Por aquellos que primero intentaron impedirle llegar a la Presidencia y luego, atenazados desde fuera y desde dentro, aceptaron que ocupara el cargo, pero se comprometieron a mantenerlo débil por siempre.
En esto hay que entender la dinámica del Legislativo. Los diputados aliados han aprobado leyes que les sirven a ellos también, y no solo al partido oficial, Semilla, como capital político. En cambio, se distancian cuando se trata de aprobar reformas que liberen a Semilla de la captura que entre el Ministerio Público y la Corte de Constitucionalidad le han impuesto. La debilidad de los oficialistas les viene bien.

Frente a todo esto, Bernardo Arévalo, el presidente institucionalista, quien se niega siquiera destituir a los hijos de sus enemigos políticos del servicio exterior o del Registro de la Propiedad por considerarlos (válgame Dios) un activo para el Estado, o usarlos como moneda de cambio en una negociación política pura y dura, permanecerá atado de manos. Al adversario político no se le vence con una ráfaga de besitos como bien dice Xavier Soria.

Quizá el objetivo de Arévalo sea bajar el nivel de polarización del país, pero sus opositores van por la vía opuesta.

Por este camino, el poder del Presidente será siempre el menor, el más escaso, apenas alcanzadito.

Y su popularidad será paulatinamente menguante.

En cambio, si el Presidente arrancara por trazar una estrategia con su bancada, que incluya priorizar un acuerdo legislativo para modificar las leyes esenciales usadas para escamotearle facultades a sus diputados; si cultiva esa alianza siempre fluida, siempre variable, de manera efectiva, concediendo en asuntos legítimos que algunos opositores reclaman (como la destitución de cuadros corruptos del partido Vamos en entidades ejecutoras); si le muestra los colmillos a la Corte de Constitucionalidad; si comunica de manera vehemente a la población los objetivos que se traza y la llama a apoyarle, entonces tendrá una opción de triunfo. El Presidente está llamado a mostrar liderazgo o a estrellarse duro contra el muro a cada tanto. Y no le faltan herramientas. Puede incluso llamar a la población a apoyar masivamente la reforma constitucional tan temida por quienes le adversan.

Pero sin luchar está condenado a seguir por donde viene. Lo único que logra es dificultarle a los más absurdos que le etiqueten como socialista del siglo 21. Y aún así, lo intentan.

Seguramente podrá, pese a todo, seguir reuniéndose con muchos líderes del mundo que serán muy amables al principio y más tarde muy condescendientes con él, pero no más que eso.

El poder se ejerce o se pierde.

Juan Luis Font

33 años de hacer periodismo, reportear, conducir, fundar y dirigir medios.

Sobre Juan Luis Font

33 años de hacer periodismo, reportear, conducir, fundar y dirigir medios.