“Después de la tormenta viene la calma”, dice el refrán, pero no para muchas de las 5 mil personas que aún están albergadas por la tormenta Julia y que prefieren estar en ese lugar y no ver lo que queda de sus viviendas. En algunas comunidades el agua no ha salido de las casas, las correntadas tiraron las puertas de madera y se llevaron todo, otras, están cubiertas por el lodo y se necesita de maquinaria para limpiarlas. Este es un panorama que se observa en las comunidades de los departamentos más afectados.
Izabal, las Verapaces, Quiché y Huehuetenango, son regiones donde hay familias que perdieron estufas, comales y otros utensilios que les permitían cocinar, e incluso sus camas. A esto se suma la falta de alimento por la pérdida de los cultivos y las carreteras anegadas.
Eduardo Cruz, tiene 55 años, ayer jueves salió a la 5 de la mañana de la aldea Chel y caminó tres horas para abordar un picop comunitario que lo trasladó hasta la cabecera municipal de Chajúl, Quiché. El desborde del río Xalbal arrastró lodo, piedras y tapó las carreteras.
Por la tarde, mientras emprendía el camino de tres horas de regreso a su hogar, nos contó que su vivienda no tuvo mayores daños por las inundaciones, pero sí las de sus familiares y amigos; aunque acostumbrados al mismo problema con otros fenómenos naturales se prepararon para evitar mayores pérdidas.
«Trataron de evacuar sus cosas, incluso, si hay necesidad de desmantelar la casita se quita, como son de madera se guardan los materiales. Esto lo hacen cuando ya está lloviendo mucho y está creciendo el río, entonces buscamos donde albergarnos. Lo bueno es que las familias son solidarias y buscan como ayudarse entre si porque no hay respuesta del Estado ni de municipalidades».
Las inundaciones no solo provocaron pérdidas materiales y afectaron cosechas, sino que se convierten en focos de contaminación y enfermedades como el dengue. Ante la proliferación de zancudos, Yolanda Pérez, líder comunitaria de la aldea San Jorge en Ixcán,Quiche, de donde fueron evacuadas 150 personas que permanecen en un albergue, nos dice:
«Las familias van a regresar a un panorama incierto porque ya no dio tiempo recoger todo el maíz tapizcado, se lo llevó la corriente».
A 149 kilómetros de Chajul se ubica San Juan Ixcoy, Huehuetenango. El alcalde local Andrés Rafael López refiere que 400 familias de cuatro comunidades ya regresaron a sus viviendas después de permanecer en albergues por al menos tres días, aunque lamenta la pérdida de cosechas y pertenencias que las familias habían recuperado después de las tormentas Eta e Iota en noviembre de 2020.
«Desde Eta e Iota no hay acceso a cuatro comunidades, hasta ahora el cuerpo de ingeniería de la zona militar está trabajando para recuperar los caminos porque ni siquiera puede entrar la ayuda. Con esta tormenta se empeoró el asunto en las comunidades Captzin 1y 2, Villa Nueva y Poxláj».
Mientras, en Puerto Barrios, Izabal, a las familias que se retiren de los albergues el gobierno les entregará una bolsa con alimentos, relata el alcalde de esa la localidad Hugo René Sarceño, quien afirma que se comenzará un inventario para determinar cuántas viviendas necesitan reparación y las que se perdieron totalmente.
«El gobierno en este estado de calamidad debe reconstruir vivienda, debe dar subsidio por las siembras que se perdieron o animales en algunos casos y documentar las casas que se dañaron».
En ese municipio se ubica la comunidad Quineles, una de las más azotadas por el paso de las tormentas Eta e Iota que dejó 20 casas destruidas. No obstante, el jefe edil narra que con el apoyo de empresarios y la comunidad se comenzó un proyecto para la construcción de 20 casas con un valor de US$20 mil cada una.
«Diez mil dólares pone la muni, 10 mil los empresarios y la mano de obra es de la comunidad».
Según la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) por el paso de la tormenta Julia aún hay 5 mil albergados y 652 viviendas con daños severos.