No hay ruta cierta. Las dos opciones existentes para vencer la captura del sistema de justicia en el país, la dictadura de la impunidad para la corrupción, reflejan dificultad y abren la puerta a la incertidumbre. Pero luchar contra una dictadura, con un régimen de terror en marcha, eso es lo que reina en Guatemala vía la persecución penal, nunca ha sido tarea sencilla en ningún país ni en ninguna época.
La opción rápida es expulsar de su cargo a la Fiscal General, a quien la Corte de Constitucionalidad obligó a los postuladores a incluir en la nómina. La Corte pasó por encima de la voluntad de los decanos. Y todo el mundo tan tranquilo.
Una Corte de la cual ya se había excluido mañosamente -en una operación político judicial entre Alan Rodríguez, presidente del Congreso y un juzgado que emitió un amparo a destiempo- a una voz adversa a la dictadura. Ella es la magistrada Gloria Porras. Esa opción rápida tendría que incluir una consulta popular a posteriori porque sin depurar el Organismo Judicial no hay cambio que se sustente. Una convocatoria amplia para renovar el sistema de justicia.
Pero el Presidente ha preferido otra ruta, la ruta retardataria, el camino que se lleva a paso de procesión.
Esto significa atenerse a las formas. Acatar cuanta sandez del Ministerio Público y jueces como Freddy Orellana sea bendecida por los magistrados constitucionales. Y aceptar pacientemente que se ignore una modificación de ley, como la de Criminalidad Organizada, por parte del Poder en el cual descansa la soberanía popular. Esa soberanía en Guatemala ya no existe.
Mandan más la fiscal Leonor Morales (oh tragedia estar en semejantes manos) y el fiscal Curruchiche, que el Pleno del Congreso.
De ahí que el partido Semilla no solo seguirá suspendido sino quedará cancelado. Y a Marco Livio Díaz Reyes, el superintendente de Administración Tributaria y a quien quiera que lo suceda, más les valdrá entender que Guatemala se tolera el cobro de impuestos toda vez el contribuyente esté de acuerdo con pagarlos y nunca, jamás, se aceptará que un evasor pueda ser sospechoso de corrupción por proveerle al Estado o de lavarle fondos al Cartel de Sinaloa ni mucho menos.
Si las cosas marchan bien, en 2026 se integrará nueva Corte de Constitucionalidad. El riesgo es que más de lo mismo. Pero si todo sale como la buena fe del presidente Arévalo lo espera, pues se logrará designar a un magistrado apegado a derecho por parte del Ejecutivo.
A lo mejor se consiga ganar el Colegio de Abogados (pero para eso tendría que haber un plan de campaña y ejercer un cierto liderazgo a nivel nacional. Lo malo es que de este tema (de la captura del sistema de justicia, de la existencia de una dictadura penal bendecida por la Corte de Constitucionalidad) el Presidente prefiere no hablar públicamente porque va en contra de los buenos modales. Y luego, pues, a confiar en que el nuevo Consejo Superior Universitario no será otra vez una caja de resonancia de la corrupción de Walter Mazariegos. El magistrado a elegir por el Congreso y el magistrado nombrado por la Corte Suprema mejor hay que darlos de una vez por perdidos.
Si la nueva Corte lo tiene a bien, a lo mejor permitirá que Arévalo tenga opción de designar a un Fiscal General distinto a Consuelo Porras. O sea, no a ella. Y no a alguien como ella.
Pero todo eso está en veremos. Porque sin duda los postuladores enfrentarán tanta o más presión en 2026 que en 2022 para nominar a quien mantenga vivo el régimen de impunidad para la corrupción.
En el mejor de los casos, esta ruta larga supone luego aceptar una serie de reveses de los jueces que militan en la corrupción y los magistrados leales Felipe Alejos y Alan Rodríguez de las Salas Primera y Segunda.
Guatemala vive bajo una dictadura benévola para el poder económico porque les permite salir bien librados de sus causas penales y no les impide seguir haciendo dinero. De modo que ese poder estará más de acuerdo con que sobrevivan personajes tipo Consuelo Porras a que desaparezcan.
La dictadura, en cambio, es feroz contra el que la combata, intente investigarla o la ponga en evidencia.
Así suelen ser ellas.