Las manifestaciones de Mr. Trump enojan y provocan reacciones pasionales en muchos. Las cosas que es capaz de decir ese señor, y el tono en el que lo hace, además de su lenguaje no verbal, provocan comentarios de todo tipo. Nada favorables, por cierto.
Sin embargo, creo que hay que analizar no el fondo, sino lo que hay detrás de bambalinas, que es realmente el mensaje que pretende trasladar y no una superficial interpretación literal de sus comentarios, que no conduce más que la resaca y al enojo.
Me parece evidente que no piensa anexarse Canadá, ni ponerle aranceles a México, lo que chocaría, seguramente, con el tratado de libre comercio que tienen suscrito. Tampoco me da que se apropiará de Groenlandia, ni mucho menos que abandonará la OTAN ¿Entonces qué quiere decir?
Trump tiene más claro de lo que se pueda pensar los problemas que desea enfrentar, y las prioridades para hacerlo. Sabe que el “enemigo” de USA es China, y no Rusia, que tanto los mexicano como los canadienses hacen poco por vigilar sus fronteras, que los europeos no invierten lo necesario en seguridad y defensa, que la Unión Europea carece de un liderazgo respetable y gestor de sus políticas, y que los rusos no son un problema, como si lo fue la URSS en el pasado. Es ese tablero de ajedrez en el que hay que encajar las declaraciones del histriónico recién reelecto presidente norteamericano, y no en el marco de la forma discursiva, como algunos hacen.
Mr. Trump manda mensajes subliminales a su auditorio y de camino intenta amedrentar con el tono que emplea, lo que seguramente le permite crear un clima de negociación favorable. Sabe perfectamente que el gobierno mexicano esta permeado por el narcotráfico y el crimen organizado y que, tal y como declaró la directora de la DEA, un par de cárteles importan precursores de China y lo transforman en fentanilo que distribuyen en USA, creando un preocupante problema de seguridad nacional ¿Qué hace el gobierno mexicano al respecto?, pues nada y de ahí el mensaje. De igual manera el expansionismo chino, particularmente en América Latina, confronta los intereses norteamericanos -recordemos la doctrina Monroe- y no está dispuesto a que siga avanzando más de lo que ya lo ha hecho en las administraciones Obama y Biden. Respecto de la UE, el presidente electo aprovecha la falta de liderazgo regional -vacante desde el fin del mandado de Angela Merkel- y reclama, como lo hizo en el pasado, una mayor implicación económica y en recursos a la seguridad continental, materializada en la OTAN, algo que los aliados europeos parecen no querer recordar y muchos menos asumir. Eso de “vamos a comprar Groenlandia” suena a “ustedes europeos no son capaces de defender absolutamente nada, y cualquier puede venir y quedarse con lo suyo”. Entiendo que no guste la forma en cómo dice las cosas -ni la cara que pone- pero eso no desvirtúa el contenido del mensaje implícito en su verborrea.
Trump, además, pretende promover una forma de hacer política alternativa a lo que ha venido haciendo desde hace tiempo -sin críticas mediáticas- el Foro de Sao Paulo. Si la extrema izquierda -casi no nombrada por medios de comunicación- tiene su forma de promover las virtudes del socialismo, también la extrema derecha -señalada mediáticamente de forma constante- puede hacer lo propio ¿O cuál es el problema?
Estados Unidos ha perdido, desde hace rato, el protagonismo internacional que antes tuvo. Es cierto que toda forma de imperialismo es preocupante, pero lo es más si dicho imperio es comunista como ocurrió en su momento con la URSS y ahora pretende construir China por medio de la geoeconomía y el soft power.
Hay un cierto temblor de piernas cuando el presidente electo dice que retomará el control geopolítico porque muchos olvidaron los millones rusos que asesino la revolución y la dictadura soviética, y también desconocen los millones de chinos que el régimen ha condenado a muerte.
¡Cosas de los progres y sus particulares formas de ser y pensar!