El realismo atrapado
Escuché hace poco a uno de esos optimistas parlantes decir que creceríamos 3,5% durante 2024, y que eso era una excelente noticia
Publicado el 15 Mar 2024

Es común considerar al pesimista –aquel que propende a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable (RAE)- como alguien próximo a un extremo enfermizo que puede tornar, en ciertas circunstancias, hacia una patología suicida o de depresión profunda. Sin embargo, y de manera incompresible vemos al optimista –aquel que propende a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable (RAE)- como un personaje lleno de entusiasmo al que le irán bien las cosas por adoptar esa postura en la vida. No advertimos que para ambos la lengua española emplea una muy similar definición y los sitúa en extremos opuestos.

Somos un país de optimistas y tan enfermizo como si estuviera repleto de pesimistas. Ambos extremos responden a la incapacidad de ver, sentir y percibir el auténtico entorno situado lejos de esos dos confines. La visión realista de la vida está situada en un amplio espacio en el centro entre los dos conceptos, y debería ser referencia para tomar decisiones, y no la irracional esperanza de uno de los lados o la permanente decepción del otro. La polarización la hemos llevado a su límite y lo mismo nos odiamos, matamos, despreciamos, que vemos el mundo desde dos perspectivas irreales. A lo más que nos acercamos en algún momento fue al realismo mágico, que es justamente el que muestra lo irreal, lo extraño lo onírico como algo cotidiano y común, y nada que ver.

En el reporte de felicidad mundial (2023) ocupamos el lugar 43 de 137 países, quizá el indicador en el que mejor situado estemos, porque en los demás solemos ocupar un puesto similar, pero por la cola. Se ve que cuando respondemos a esa encuesta lo hacemos desde esa bendita felicidad que nos inunda cada día y nos da la paciencia del Santo Job para soportar el tráfico que no cambia, mientras votamos al mismo alcalde o a los políticos desgraciados a quienes reelegimos.

Escuché hace poco a uno de esos optimistas parlantes decir que creceríamos 3,5% durante 2024, y que eso era una excelente noticia. Se relamió posteriormente en su perorata, sobre la enorme oportunidad que tenía el país para avanzar y traer inversiones, y bla, bla, bla…, hasta que calló. El plan de gobierno durante el proceso electoral contempla un crecimiento del 4.2% anual, sin advertir que en el periodo 2000-2023 la media de crecimiento fue de 3.48%, lo que implica dos o tres décadas para superar el nivel de falta de desarrollo actual, suponiendo que en ese largo tiempo que resta no ocurran otras circunstancias que muevan los números a la baja. Los Acuerdos de Paz contemplaron un crecimiento sostenido del PIB del 6% anual para contar con el dinero necesario que pudiera implementarlos. Es evidente que parte del fracaso -no todo- se debió a ese cálculo optimistamente desmesurado. Así no se puede terminar con la migración porque a menos de tres mil kilómetros se gana diez o quince veces más que aquí, además de otras muchas circunstancias y ventajas relacionadas con la seguridad y la tranquilidad.

Cada año hay entre 180/200,000 jóvenes que acceden al mercado laboral nacional que apenas les ofrece, en el mejor de los casos y entre lo público y lo privado, 40/50,000 puestos de trabajo que, además, como ya hemos visto en este gobierno al igual que en los otros, se otorgan a amigos, parientes, amantes y otros buenos mozos -y mozas- que se codean o rozan con el poder.

Estamos jodidamente enfermos de optimismo, y eso nos nubla la razón y ralentiza el pensamiento, cuando no los anula. No somos conscientes de la situación real en la que vivimos y permanecemos anestesiados entre tocar fondo un día -así llevamos 200 años- o que aparezca un salvador patrio y reinstale el ubiquismo porque tampoco gustamos de asumir la responsabilidad de nuestro destino y los sacrificios que ello conlleva.

Vivimos en la eterna primavera mental, y el cerebro se llena de insectos, flores, polen y mucha miseria.

www.miradorprensa@gmail.com 

Pedro Trujillo
Pedro Trujillo

Socio fundador de ConCriterio, S.A., empresa de generación de contenidos periodísticos. Profesor universitario y conductor de radio y TV

Sobre Pedro Trujillo

Socio fundador de ConCriterio, S.A., empresa de generación de contenidos periodísticos. Profesor universitario y conductor de radio y TV