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El Rolex de Sinibaldi
Alejandro Sinibaldi consigue que la jueza Cruz lo exculpe para vergüenza de casi todos en Guatemala.
Publicado el 03 May 2024

El día que Alejandro Sinibaldi, el exministro de Comunicaciones del Partido Patriota (PP), llegó a la audiencia donde la jueza Abelina Cruz lo exoneró de cargos por corrupción, llevaba un reloj Rolex Master en la muñeca. Diferentes usuarios de redes sociales notaron pronto la joya e indagaron:  su valor puede llegar a los US$45 mil.

Hay una larga, larguísima relación entre la corrupción y los Rolex. Muchos políticos de pretendido éxito suelen tener -y exhiben- al menos uno: la presidenta de Perú, Dina Boluarte, protagoniza en estos días un escándalo por dejarse ver con varios modelos; el difunto presidente Álvaro Colom alguna vez me contó que en las vísperas de su primera candidatura, cuando perdió ante Óscar Berger en 2003, dos financistas le regalaron sendos relojes, uno para él y el otro para su esposa, Sandra Torres. Pasada la elección, llevaron los relojes al distribuidor de la marca en Guatemala y resultó que uno era falso. Durante la guerra, el fundador de la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas, Rodrigo Asturias, solía premiar a los recién ascendidos comandantes con un Rolex básico que, en aquellos tiempos,  costaba unos US$10 mil. Las cúpulas, antes y ahora, a derecha e izquierda, son a veces generosas con quienes pelean sus batallas.

Ahora los Rolex se han encarecido sensiblemente y no es fácil adquirirlos porque la demanda supera la oferta. El Rolex es un símbolo de riqueza, una especie de sello de garantía, y no es raro que quienes la adquieren precipitadamente quieran convertirlos en prueba de su ascenso ante el resto de la sociedad. Vulgarizan un poco al símbolo, pero lejos de hacerlo perder precio (otra cosa es el valor), contribuyen a incrementarlo.

Sinibaldi es uno de esos. El exministro arrancó su fortuna como diputado y alcanzó unos niveles de enriquecimiento pasmosos incluso para estándares guatemaltecos: solo Suiza le congeló el equivalente a Q60 millones en sus bancos; el Estado ha sometido a extinción de dominio al menos 107 propiedades que Sinibaldi adquirió durante su gestión como diputado y como ministro. Él parece confiado en que las recuperará, y vistas las maniobras de la Corte Suprema para sustituir al juez que las inmovilizó, no resultaría raro que suceda.

Pero aunque Sinibaldi luzca el reloj más caro del mundo, aunque recupere su mansión de Marina del Sur, la de Yaxhá y la finca junto al río Dulce, la casa de la Antigua Guatemala, la de la zona 10, el jet o el yate, no podrá convencer a los guatemaltecos de que su riqueza es legítima. En la calle le saludan quienes temen desairarlo, pero ni siquiera Méndez Ruiz o el abogado que en todo lo acompaña quieren mostrarse amigables con él frente a las cámaras, pese a pelear batallas comunes y perseguir impunidad para el mismo tipo de personas. Su desprestigio es enorme, pero insuficiente. La mancha sobre Sinibaldi debería ser mayor. Una jueza podrá ahora negarlo, pero eran claros los reportes bancarios que mostraron el ingreso de los sobornos que los constructores depositaron en sus cuentas, y además de escandalosas fueron contundentes sus propias declaraciones públicas en las que admitió responsabilidad después de entregarse a la justicia hace cuatro años. Su caso es indefendible, por mucho que haya quien, por intereses propios, prefiera creerle.

Sinibaldi es el último favorecido de una extensa línea de trabajo que procura y consigue impunidad para los corruptos y los desvergonzados. Es también el personaje que le resulta más caro a quienes se coaligaron en torno a esa causa. La jueza Erika Aifán fue orillada al exilio y prácticamente todos los acusados ante ella, como los empresarios que financiaron a Jimmy Morales al margen de la ley, han quedado exonerados igual que Sinibaldi gracias a los jueces grises que la sustituyeron.

Pero no es difícil imaginar que al resto de favorecidos con esa impunidad les pese que Sinibaldi, el más desprestigiado de todos, salga de esto triunfante, con su fortuna mal habida, ilesa: le impone un sello de podredumbre a su batalla colectiva. Su caso es la prueba irrefutable de lo que buscaban los recientes años de persecución a fiscales, jueces y periodistas -aquí me incluyo- después de expulsar a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG): regalar la libertad y devolver el dinero sucio a personajes como él. Ni patria, ni familia, ni valores viejos, ni ideas políticas. Sinibaldi es la evidencia viviente de que el centro de todo era y es el dinero. El único obstáculo en el camino hacia recuperar su fortuna sucia, de momento, es la apelación presentada por el Procurador General de la Nación.

No por casualidad son pocos los que quieren darle la mano en público. Por mucho que en esa mano luzca un Rolex.

Juan Luis Font

33 años de hacer periodismo, reportear, conducir, fundar y dirigir medios.

Sobre Juan Luis Font

33 años de hacer periodismo, reportear, conducir, fundar y dirigir medios.