Carlos Pineda estuvo a punto de frustrarle a Edmond Mulet todo su esfuerzo. Por poco logra, casi de forma instantánea, lo que a él le ha costado tanto tiempo.
Por eso celebraron de forma tan estridente el candidato del partido Cabal y los suyos la expulsión del aspirante, virtual Presidente electo hasta la semana pasada.
Y quién lo diría, pese a esas burlas, los primeros indicios después de la exclusión de Pineda apuntan a Mulet como beneficiario.
Mulet está cerca de llegar a la segunda vuelta electoral (cerca, aún no lo tiene asegurado), sólo porque Pineda fue excluido. Quienes lo expulsaron -empezando por Manuel Baldizón y compañía- muy probablemente obraban para favorecer a Zury Ríos y darle satisfacción a Alejandro Giammattei y a Miguel Martínez. Pero usted siembra el campo y su vecino lo cosecha. Para Zury Ríos el ascenso del candidato de Oriente era como para el nadador un yunque encadenado al tobillo. Ahora, al menos chapotea.
Mulet está hoy a las puertas de lograr lo impensable, frente a un golpe de suerte y por eso se mueve con tanta cautela.
Ayer admirador de la Cicig, hoy se apresura a rechazarla vehementemente antes que el gallo cante la tercera.
Tiempo atrás crítico de la Fiscal General, ahora se enjuaga la boca antes de pronunciar su nombre.
Mulet se ha enzarzado ya en una disputa con Sandra Torres porque le supone el menor costo (nadie del poder económico romperá lanzas a favor ella) y porque puede resultarle electoralmente redituable. Es evidente que evita mencionar cualquier asunto que pueda enervar a los patrocinadores originales de la Fundación contra el Terrorismo (la cual ahora es autosostenible).
Mulet teme ser visto como un revolucionario sicodélico por los grupos más reaccionarios del país que hoy gobiernan por medio de sus mandaderos en las diferentes instituciones. Su paso por Naciones Unidas, su perfil como un político apegado a la democracia le hacen de poco fiar para los más conservadores. Pese a haber sido Presidente de una de las legislaturas más corruptas en 1992 y embajador de Jorge Serrano en Washington, no se debe olvidar que se rebeló ante el autogolpe y se hizo fuerte en la embajada hasta que el gobernante golpista fue depuesto.
Pero Mulet es ante todo un hombre del sistema. Y no debería hacer sentir incómodos a quienes hoy gobiernan.
Con la correlación de fuerzas que prevalece en Guatemala, con la apatía de la ciudadanía, con la cooptación total de las instituciones, es impensable que el próximo gobierno no sea mucho más que una expresión renovada del viejo régimen.
Pero además, el niño es chillón y lo pellizcan.
Si Edmond Mulet llega al poder lo hará acompañado de viejos cuadros de la política nacional, como los hermanos Dedet, o los caciques Julio César López Villatoro, Tomás Mashico Córdoba o Carlos López Junior en Huehuetenango, Alta Verapaz y Quiché con trayectoria hartamente conocida. La revolución y el cambio no se ven venir por ningún lado.
Pero el diablo anida en los mínimos detalles. Mulet necesitará desdoblarse. Por un lado, se debe mostrar confiable para el establishment. Nada de inventar algo efectivo para perseguir corrupción. Con lo que ya se tiene (nada) basta. Pero también necesita mostrarse esperanzador para quienes huyen, como de la viruela, del continuismo que representa Zury Ríos.
Tiene por delante un poco menos de un mes para jugar con esas dos barajas.