El Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) y el ex procurador de Derechos Humanos, Jordán Rodas, le han puesto delante un desafío al sistema político económico de Guatemala del cual difícilmente puede salir bien librado.
Para el mundo en general resulta poco comprensible que una opción campesina e indígena, con caudal electoral demostrado, avenida a participar en la lucha por el poder según las normas, quede excluida de las elecciones.
Las contradicciones notorias respecto a quienes sí son aceptados en las distintas boletas electorales y en comparación las explicaciones vagas que las autoridades ofrecen para excluir a Cabrera y a Rodas proyectan discrecionalidad en la aplicación de la ley. Y encono de la elite gobernante contra esta opción.
Jordán Rodas, a diferencia de Thelma Aldana en 2019, fue proclamado por un partido político real, con bases estructuradas en más de 100 municipios de la República. El partido no parece dispuesto a aceptar mansamente la resolución del sistema de dejarlo fuera a su candidato a Vicepresidente, pero su capacidad para provocar el cambio de decisión mediante protesta pública está por verse. Y el nivel de contundencia con que el régimen quiera aplacar esta protesta también se verá a futuro.
Frente al panorama, se establecen dos probables escenarios.
Si el Movimiento para la Liberación de los Pueblos queda fuera, porque sus protestas resultan poco trascendentes, el proceso seguirá adelante como lo desea la gran mayoría de partidos políticos que ha favorecido la concentración de poder en torno al presidente, Alejandro Giammattei.
- En tal caso, el proceso sigue su curso y resulta electo, de forma inevitable, alguien que viene a renovar el pacto de gobierno de Giammattei que garantiza impunidad en materia de corrupción.
- En estas circunstancias, el gobierno difícilmente se hace eficaz para mejorar la oferta de servicios públicos y es más probable que el Ejecutivo priorice el uso del dinero público para obra y compra de servicios donde hay más oportunidad de negocios para los funcionarios y sus patrocinadores.
- El Estado mantiene su tendencia de no modernizarse pues carece de aliciente para enfrentar las dificultades de lograrlo.
El sistema acumula desgaste y genera tensiones que no encuentran vía de escape excepto en las remesas que traen satisfactores de corto plazo para muchas familias. Esas remesas, sin embargo, en algún momento pueden llegar a fortalecer la convicción de que las personas sobreviven al margen del Estado. Y por tanto, puede potencializarse la capacidad de resistencia a largo plazo.
En un segundo escenario, el MLP logra su inscripción y se legitima el proceso electoral.
- La elección bien puede polarizarse entre esa opción y otra de los partidos que han participado en el acuerdo de Giammattei, pero esa posibilidad es remota. El MLP requeriría de una campaña portentosa para plantearse como alternativa real de poder y captar los más de un millón de votos necesarios para pasar a segunda vuelta.
- Incluso, si esa posibilidad se concretara, el atávico temor al poder indígena muy probablemente generaría la galvanización de todas las fuerzas para vencerlo.
Pero quienes hoy disfrutan del poder y sus ventajas parecen temerle más a esta posibilidad que a ninguna otra.
Por eso, caen redondos ante el desafío del MLP.