Al final del mes de febrero el escenario politico que se perfila para el país en los próximos cuatro años es una prolongación del que se vive hoy. Todo puede cambiar con una decisión súbita (bastante improbable para decir la verdad) de la Corte de Constitucionalidad. O a partir de algún escándalo que vierta combustible sobre una masa ya harta, pero eso también es remoto. La tolerancia a la corrupción y a la ineficacia del Estado se han vuelto proverbiales en una sociedad que se conforma tanto con el ingreso creciente de remesas como con el crecimiento de las exportaciones. Ambos son bálsamo y anestesia para la crisis política social.
Guatemala en ese sentido no es muy distinta a Nicaragua cuya economía crecerá en este año también 4 por ciento con respecto a su Producto Interno Bruto. O lo que es lo mismo, la vida sigue su curso pese a todo.
Zury Ríos muy probablemente se convertirá en la próxima presidenta y su equipo de gobierno y su grupo parlamentario serán muy semejantes al que hoy domina el Ejecutivo y el Legislativo. Las diferencias entre su coalición de poder y la de Alejandro Giammattei quizá observe algunas diferencias de matiz o de intensidad en el volumen de actores cercanos al narcotráfico (alcaldes y diputados) que lo integren. Cada día salen a luz nuevos candidatos conspicuos en la plataforma de Ríos Sosa. Y la Legislatura entrante exigirá sin duda un volumen mayor de negocios de la que ha exigido la actual glotona Legislatura.
Con tanto narco correligionario al futuro canciller le tomará trabajo persuadir a Washington de la lealtad en la lucha contra el tráfico de drogas y el argumento de la soberanía cobrará menos peso en ese aspecto que en materia de lucha contra la corrupción. Pero Estados Unidos siempre estará dispuesto a negociar un bien por un mal o viceversa y ya tendrá ocasión el próximo gobierno de presentar su oferta.
La victoria de la corriente del magistrado constitucional Héctor Hugo Pérez Aguilera y de Néster Vásquez en el Colegio de Abogados hace pensar en la prolongación por varios años más del dominio de quienes hoy mandan en el sistema de justicia
Si la Corte Suprema de Justicia llega a renovarse será para integrar a los mismos magistrados o a cuadros cercanos a ellos. El Ministerio Público que ha garantizado por oficio impunidad para la corrupción del gobierno y por pasión deportiva la persecución de antiguos fiscales y jueces, se mantendrá tan campante. El número de exiliados guatemaltecos previsiblemente crecerá.
La oposición dentro del sistema seguirá siendo esa molesta espina que de vez en cuando atraviesa la dermis de la danta, pero cuya presencia es más simbólica que efectiva.
La oposición que quiere dinamitar el modelo seguirá en crecimiento pero en Guatemala nunca se ha visto que la acumulación de fuerzas por parte de los revolucionarios conduzca a un cambio real en las circunstancias. Lo previsible también es que se mantengan los métodos que hasta ahora se aplican para ejercer la protesta y eso podría ofrecer escenarios de violencia contenida.
Para Codeca, los bloqueos en carreteras, que tanto parecen indignar a las capas medias y altas de la población, son la manera más eficaz de hacerse notar. Y puesto que esos segmentos de población muy improbablemente apoyarán alguna vez a una opción campesina e indígena, su malquerencia les tiene sin cuidado. Sólo el pueblo salva al pueblo, piensa Codeca.
Hay pocas probabilidades de avance en materia de democratización del país. Y pocas esperanzas también de que la corrupción ceda espacio a la eficiencia del Estado en cumplir con sus funciones mínimas en el panorama descrito.
La migración seguirá su curso constante. Y la sociedad se mantendrá tan indiferente a una cosa como a la otra, excepto por la gratitud que inspira a cada tanto, el maná de las remesas.
Imagen: Plaza de la Constitución. Imagen: Flicker/Erik Törner, Creative Commons