Si las elecciones generales de 2023 abordaran los asuntos verdaderamente relevantes para Guatemala y no giraran apenas alrededor de las ambiciones de quienes procuran enriquecerse a partir de los fondos públicos, la oferta electoral abordaría otros temas.
Un plan urgente para reducir la desnutrición crónica de niños, en primer lugar.
Un proyecto educativo y lúdico para impedir que los niños menores a 12 años en todas las áreas urbanas del país sientan interés por ingresar a una pandilla también.
El arranque de un esfuerzo sólido, que sólo podría desarrollarse a 20 años plazo, por reconvertir a la burocracia nacional en un auténtico sistema de servicio civil para el país.
Piense en cada uno de estos propósitos. Desmenúcelos y percátese de cuán transformadores de las condiciones de vida de tantas personas podrían llegar a ser.
Combatir la desnutrición crónica infantil requiere que haya cobertura de primer nivel de salud pública. Esto significa, prevención de enfermedades.
Imagine, en lugar los magros y mal equipados 1,350 que hoy tenemos, un país con 6,500 Puestos de Salud, debidamente atendidos por médicos y enfermeras, capaces de tratar como sus pacientes cada uno a cuatrocientas familias tipo o a 2 mil personas.
Cada mujer gestante atendida en sus controles pre natales y cada niño recién nacido, hasta los tres años de edad, estrechamente vigilado para asegurarse el Estado que su talla marcha conforme a su edad, que su ingesta sea la apropiada y que sus vacunas le son aplicadas. Además, conseguir la detección temprana de enfermedades que ayude a garantizar su vida saludable.
Súmele a este esfuerzo una coodinación Estado central municipalidad para garantizar que cada casa cuente con acceso a agua entubada y esté conectada a drenajes para dotar de condiciones de higiene mínima.
Y piense además en un plan coordinado entre el ministerio de Agricultura y Alimentación, junto al sistema educativo, para favorecer acceso e información sobre los alimentos indispensables para la nutrición de las familias.
Piense luego en un sistema escolar capaz de identificar a todos los niños, hombres y mujeres, menores a doce años en el país, atraerlos obligatoriamente a las aulas y desarrollar para ellos por las tardes un programa de actividades de aprendizaje y diversión. Un esfuerzo por hacer dotar a los niños, muchos de ellos de familias desarticuladas y disfuncionales, de sentido de pertenencia. Piense en una legión de sicólogos y entrenadores de diferentes disciplinas de deportes, profesores de música y de arte y de baile, que podrían educar y entretener a estos niños para evitar que se conviertan en nuevos reclutas de las pandillas.
Luego, imagine un gobierno que declare una moratoria en la contratación de nuevos burócratas y se atreva a someter a todos los empleados públicos, uno a uno sin excepción, a pruebas de aptitud y de rendimiento en sus puestos de trabajo. Que ofrezca la oportunidad a todos los que no superen las pruebas de formarse para ser eficientes en la posición que ocupa, pero que, luego de un plazo prudencial, obligue al retiro u ofrezca el retiro voluntario a quienes no sirven para esos puestos.
¿Verdad que sería bueno tener un Estado plagado de cuadros competentes, menos corrompibles y más leales a la sociedad que al gobernante de turno, para cumplir con las funciones esenciales para la ciudadanía?
¿Verdad que valdría la pena cortar el flujo de menores hacia las pandillas?
¿Verdad que el país se enriquecería al dejar de perder la contribucion efectiva de quienes, debido a la desnutrición muchas veces no logran desarrollar su cerebro?
Pero los candidatos no abordan estos temas. En cambio, le ofrecen obras públicas por montón, energía eléctrica gratuita o pena de muerte para cualquier malencarado. Y así nos va.
Imagen: Stuardo Herrera, Creative Commons