Diana Freiwald, tiene 22 años y 8 meses de embarazo. Su bebé nacerá en su hogar con una partera y la crisis de la pandemia le preocupa:
“En lo económico, tanto mi pareja como yo, en este momento, no estamos generando y los ahorros alcanzan, pero no mucho y no sabemos cuánto tiempo va a durar esto. Por la cuarentena, no podemos tener el mismo plan que teníamos antes, ni las mismas visitas ni el apoyo post parto. No sé cómo me va a ir… no sé cómo le voy a hacer. ”
El ginecólogo Luis Pedro Rossal Oliva, quien atiende partos en hospitales privados de alto y mediano costo, cuenta que, donde quiera que sea, los protocolos de Covid-19 son similares: uso de gorro y mascarilla, lavado de manos, toma de temperatura al personal médico, paramédico, pacientes y acompañantes. Las mujeres embarazadas sólo pueden llevar un acompañante, no reciben visitas y deben usar mascarilla para la lactancia.
Ya hay hospitales, como el Herrera Llerandi, que requieren prueba de Covid-19 a las embarazadas antes de ingresar. Son Q2 mil 700 que no minimizan del todo los riesgos:
“Aunque la paciente tenga el examen negativo, no podemos asegurarnos que no habrá contagio porque no se puede hacer el examen a todo el personal del hospital”.
Las embarazadas en las zonas rurales enfrentan otros problemas. Myrna Montenegro, directora del Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva (OSAR):
“No hay una claridad de quién va a seguir atendiendo a mujeres y dando el control prenatal o las visitas postpartos, no hay facilidades para que las mujeres vayan de su comunidad al servicio de salud”.
El miedo al contagio, sin transporte y las restricciones complican el viaje al centros de salud. Por el Covid-19, la casa materna de Puerto Barrios, vecina al Hospital Amistad de Japón, cerró y las madres de las comunidades que iban allí para acercarse al hospital, ya no tienen cómo llegar. Montenegro lamenta las consecuencias:
“En las condiciones de pobreza y demás, las familias deciden quedarse en su comunidad y tener el bebé en casa, sin posibilidad de atención al tener una complicación obstétrica.”
Los datos de la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (2014-2015) establecen que el 66% de los partos son institucionales y el 34% por comadronas: en Huehuetenango el 61% de los nacimientos son domiciliarios y según el Ministerio de Salud, es el departamento con más muertes maternas. El noroccidente, concentra, el 18% de contagios de coronavirus.
Eulalia Pablo Pedro, vive en esta región. Es de Barillas, Huehuetenango, tiene 22 años y 8 meses de embarazo. El centro de Salud abierto le queda entre 1 y 2 horas de camino. Ella teme el momento del parto: “Aquí donde vivo no hay nada, no hay centro de Salud. No sé qué voy a hacer. Estamos abandonados”.
La coordinadora de la Asociación de Comadronas Tradicionales Huehuetecas Luna, con 450 comadronas afiliadas, es Luisa Morales y ella cuenta que las parteras no pueden asistir a embarazadas fuera de donde viven, además de que carecen de equipo de protección: “hace 15 días yo hice cotizaciones en las farmacias y no me vendían más de 2 mascarillas.”
Una de las comadronas afiliadas, Magdalena Baltazar, ha asistido 5 partos durante la cuarentena, pero no puede salir a otras comunidades. En 2 de los casos el bebé murió pues la labor se prolongó y no hubo tiempo para ir al hospital. Las familias esperaron más de la cuenta, por miedo al contagio.