Si pensábamos que no haber algo más bochornoso que el espectáculo de la IX legislatura, enseguida -y nada más tomar posesión- casi lo supera la X legislatura. A los pocos minutos de conformarse, parecía una suerte de gallinero alterado, y en la mesa presidencial del Congreso de Guatemala diferentes grupos reclamaban lo que a cada uno le parecía. El tercermundismo afloró por los poros de la piel política nacional, y “los honorables” dieron una lección de bananerismo, y mostraron su absoluta incapacidad de comportarse.
Tras empujones y atropellos, se logró finalmente conformar la nueva junta directiva. No voy a entrar en detalle sobre la legalidad-ilegalidad que se debatió por algunos y que ahora la CC pone sobre la mesa, sino en quienes la integran. En ella hay financistas de la UNE, amigos de Sandra Torres, personajes de LIDER que compartieron con el convicto Baldizón, y otros señalados de corruptela. Y es que el poder, una vez se ostenta, es capaz de embriagar, y permite alianza con aquellos que otrora eran censurados, criticados, señalados y despreciados. A la hora de pactar no importa que estén ahí los que antes pertenecieron al “pacto de corruptos”.
Tenemos los políticos que nos merecemos y a los que nos parecemos. En resumidas cuentas, todos hacen lo mismo, y la regeneración de la vieja política -que reclamamos a voces- no llega nunca porque cuando se espera termina asociada a la vieja casta que necesitan para ejercer el poder efímero que no advierten.
Semilla podría haber optado por lo que hizo: aliarse con muchos de los que tachó hasta el día anterior de corruptos, o bien pudo conformar una junta directiva de gente honorable, sin tachas ni pasado que le relacionara con partidos tradicionales, de los que se han venido quejándose y criticando permanentemente, y no sin razón. Quizá, con esta última fórmula, nunca hubieran llegado a presidir el Congreso, pero habrían proyectado más de ética y dignidad de la que muestran al aliarse con no importa quienes para tener poder. Como algunos suscriben -yo me mantengo más prudente- no es sino “más de lo mismo”. Todo cambió para que nada cambie, y ahora habrá que lidiar con pactos secretos o poco claros y personajes que sirvieron a Sandra Torres, a Jimmy Morales o a Manuel Baldizón por años, que súbitamente descubren que “estaban equivocados” y se alinean en pro de la transparencia y la dignidad política ¡Eso no se lo cree ni el más crédulo!
Si a esa mesa cuestionada -legal y legítimamente- se le une la dificultad que muestra un gobierno que comienza sin poder completar sus cuadros ministeriales, pero sobre todo viceministeriales, estamos frente a una seria crisis de gobernanza. Seguramente muchos de los invitados a integrar gobierno no han querido complicarse la vida con improvisaciones; otros, posiblemente, prefieren dejar que las aguas se calmen antes de entrar a limpiar la podrida administración local, departamento y nacional. Una dura batalla que muchos no están dispuestos a librar.
La junta directiva del Congreso lo pone más difícil, porque inicia con un importante déficit de credibilidad, pero sobre todo de ética. No todo vale en política y los principios y valores por los que se lucha hay que reflejarlo en las acciones que se ejercen. El poder por el poder no sirve para nada porque no se ejerce en beneficio de algo o alguien. No solo se requieren objetivos a alcanzar, sino personas que los empujen y que cuenten con capacidad, pero sobre todo con los principios y cualidades que se pregonan en la formación política. Personajes como Adim Maldonado, Nery Rodas o César Dávila, nunca debieron estar ahí, pero ahí están.
Quien mal comienza…, o también aquello de cría cuervos…, son dos refranes de la sabiduría popular que esperemos no se reflejen en el espejo de esa nueva Junta Directiva. ¡Iniciaron mal!, y a ver como terminan.