Cinco inquietantes razones para pensar que ni el actual presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, ni el exdirector ejecutivo de la Comisión Presidencial de Centro de Gobierno, Miguel Martínez, están listos para abandonar el poder.
Primera: La Corte de Constitucionalidad, que para concentrar el poder en manos de Alejandro Giammattei no ha mostrado fisura alguna (ni para expulsar a Gloria Porras, magistrada designada por el Consejo Superior Universitario, ni para forzar la inclusión de Consuelo Porras en la nómina de candidatos a Fiscal General) ha mostrado una pata más larga que la otra a la hora de dirimir un asunto de negocios entre el poder constituido y un poder aspirante. Tres magistrados (mayoría simple) votaron a favor de la resolución que impide conservar el poder a quienes no cuentan con la bendición del presidente Alejandro Giammattei y Miguel Martínez en el Comité Olímpico Nacional. En la Corte más alta las cosas no están necesariamente a favor del status quo, sino a favor de Alejandro y Miguel.
Quizá sea impensable que el presidente Giammatei busque que sus magistrados le autoricen la reelección, pero con dejar fuera a las contendientes más incómodas, su candidato favorito podría tener el camino allanado.
Segunda: Los alcaldes que han jurado lealtad al gobierno gozan de dinero de sobra para hacer campaña. Con relativa facilidad, podrán comprar los votos necesarios para garantizar una cuota de poder relevante a quien ha sido tan dadivoso con ellos. ¿Por qué habrían los alcaldes de correrse el riesgo de tener un nuevo gobernante menos generoso con ellos?
Tercera: El Ministerio Público se ha convertido en un bazar de Oriente Medio. La Fiscal General cada vez menos pincha o corta. Desde ahí pueden urdirse las más festinadas persecuciones, procurarse hasta la impunidad del más gañán, que nadie se atreverá a impedirlo. Y el Organismo Judicial es también un revolver a la órden. Con solo lograr que el caso llegue al juez apropiado, se puede lograr que avance el proceso más insustanciado del mundo. Esa es una virtud (cara sí, pero virtud al fin de cuentas) para eliminar a operadores de justicia que persiguen a alguien con suficiente poder de compra o para deshacerse de críticos del gobierno. Pero empieza a verse menos virtuoso el mecanismo cuando uno se percata que también puede servir para debilitar o eliminar a competidores políticos y sus financistas.
Cuarta: La Contraloría General de Cuentas va rumbo a salir del poder parcial de los aliados del Presidente. El futuro contralor será de Giammatei y de Miguel, no de nadie más. Y por mucho que Felipe Alejos y Alvaro Arzú pataleen, es improbable que logren modificar las cosas.
Quinta: La autoridad electoral, no sólo los magistrados supremos, es tan indulgente con los oficialistas y en cambio tan severo con los opositores y antiguos aliados, que es difícil guardar la esperanza de un árbitro ecuánime y balanceado.
En suma, hay razones para la inquietud. Todos los que ayudaron a Giammattei a concentrar el poder completo ahora tienen ocasión de reflexionar si esa decisión les será útil a largo plazo.