Sandra Torres tiene hoy las mejores perspectivas que han tenido nunca frente a una segunda vuelta electoral y, sin embargo, la percepción es que se encamina a una derrota pavorosa. Sus mejores opciones tienen que ver con el volumen de partidos políticos (hasta quince, cuentan sus críticos) que han puesto a su disposición alcaldes electos y entrantes, diputados, gobernadores y sobre todo dinero, mucho dinero, para movilizar votantes el 20 de agosto a las urnas. El sistema político convencional se las juega todas en esta elección (negocios con base en fondos públicos e impunidad garantizada). El riesgo de que cambien las cosas si gana el Movimiento Semilla es muy grande.
Sensatamente (aunque a costa de muchas críticas) Torres ha desistido ya del voto urbano. No fue al debate organizado por la Asociación de Gerentes de Guatemala porque sabe que esos ejercicios solo los aprecia un electorado al cual no puede persuadir con un bono o una bolsa solidaria. Ha dejado de atender entrevistas de medios que la cuestionan porque está convencida, así no convence a nadie.
La previsión es que en la capital y en el departamento de Guatemala, Bernardo Arévalo la superará en un rango de 8 a 2. Y Semilla no por casualidad ha colocado sus mejores expectativas en las ciudades intermedias del Altiplano. Ese partido cierra su campaña departamental en San Marcos, un distrito donde Sandra Torres ganó por goleada la primera vuelta electoral, pero también en donde las dos principales ciudades (las gemelitas San Pedro y San Marcos) le dieron prefirieron por mucho al binomio de Bernardo Arévalo y Karin Herrera. La perspectiva es que la condición de favorito de Semilla en ciudades como San Pedro Sacatepéquez, San Marcos se ha acrecentado desde el 25 de junio.
El reto de ese partido es lograr que la gente en las ciudades principales se entusiasme y vaya a votar. No más que eso.
Torres, en cambio, necesita lograr que en un distrito como el departamento de San Marcos vuelvan a movilizarse los votantes de todos los municipios, ya sin elecciones a la alcaldía de por medio, por lejos que vivan de la urna donde les toca depositar el voto.
Y eso solo se logra con dinero.
Por suerte para ella, dinero no hará falta. Sus críticos más severos en el mundo político aseguran que hay Q30 millones disponibles para pagar el transporte de votantes ese día en que todo dueño de camioneta, camión o pick-up de palangana hacen su agosto llevando y trayendo votantes desde los parajes y caseríos hasta la aldea o hasta la cabecera del municipio. Las bases del partido oficialista Vamos trabajan con más fervor, incluso que las de la UNE a favor de Torres. El cálculo es de Q20 por voto movilizado.
Sandra, sin embargo, se ha quejado con amargura que en ocasiones anteriores los alcaldes comprometidos a llevarle el votante a la urna se han embolsado buena parte del dinero y no han cumplido con su compromiso. Es necesario entender que el día de la segunda vuelta se convierte en la última ocasión en que un alcalde reelecto, no digamos uno saliente, tiene para reponerse de los gastos de la primera vuelta electoral. El candidato presidencial puede ofrecerle maravillas para el futuro, pero si este o esta no tienen mayor probabilidad de ganar, lo más seguro es que el alcalde prefiera hacer sus ahorros en ese día.
La organización de Torres ha puesto en marcha un mecanismo para pagarle a los fiscales solo contra entrega de los resultados de acta. Pero el transporte tiene que pagarlo con antelación al día de las votaciones porque ningún dueño de bus o camioneta va a esperar confiado a que le paguen al día siguiente de las elecciones.
De modo que el riesgo para Torres es grande. Su liderazgo como la abanderada del sistema, preferida hoy por conocida tanto por conservadores como por derechistas que años atrás la denostaban, solo durará hasta el 20 de agosto.
Después de eso, si no logra una victoria, por mínima que sea, su futuro volverá a ser el de una líder política condenada a mantenerse de por vida en campaña para asegurar sus medios de vida.