Élida Montúfar tiene 32 años y es trabajadora doméstica, pero desde hace dos años tiene dificultades para caminar después de que caer de unas gradas y lesionarse la rodilla izquierda. El sufrimiento de Montúfar es constante, pero no recibe atención en el Hospital Roosevelt donde solo postergan una cirugía necesaria para aliviarla.
Ella dice que ha suplicado atención a tal punto de llorar del dolor en las bancas de la emergencia, pero los médicos le han dicho que no hay espacio para encamamiento ante los casos de Covid-19. Hay un hecho más grave: no hay anestesia.
En la última cita, hace una semana, le hicieron un hisopado para descartar Covid-19 porque le prometieron darle ingreso para la cirugía, pero le advirtieron que al conocer los resultados de la prueba también le indicarían cuánta anestesia debía comprar. Ocho días se han cumplido y no la han llamado para entregarle los resultados del hisopado ni para programar la operación.
«Es frustrante porque no se puede solucionar con medicina, solo con operación y solo me dicen que llegue mañana y que llegue mañana. El miércoles me hicieron el hisopado y mire, ya vamos para miércoles otra vez y no puedo creer que no tengan el resultado».
Lilian Fuentes, madre de esta joven, dice que ha sido una lucha constante para lograr atención, sin conseguirlo y sin poder pagar un tratamiento privado.
«Ella se automedica porque no nos queda de otra. Tuvo la oportunidad de ir a un médico porque sus jefes lo pagaron, pero nosotros no podemos pagar eso, ella sobrevive con una pastilla o con una inyección para el dolor».
Hay más casos así en las afueras de los hospitales nacionales. A pesar de que según Marco Antonio Barrientos, director del Hospital Roosevelt, están abastecidos en un 92 % con medicamentos y en un 89% de material médico quirúrgico. El hospital no está colapsado.
«Quisiera que la paciente me lo dijera de frente. Los médicos tienen instrucciones de no dar receta y de no pedir nada porque es obligación de la institución conseguir los medicamentos».
La situación no es la misma para el hospital San Juan de Dios, los médicos de ese nosocomio salieron a las calles para manifestar por la falta de medicamentos básicos que según ellos les hacen falta desde principios de este año.
Médico, Napoleón Méndez:
«Queremos las herramientas indispensables para dar atención a la población que no tiene a dónde más acudir que a los hospitales nacionales, sin herramientas no podemos atender, no podemos quedarnos con los brazos cruzados viendo convulsionar a un paciente, tratando una infección sin antibióticos, sin opciones».
La médico Lissette Aguilar dice que más que médicos, se consideran los voceros de los enfermos y en la peor crisis de la pandemia estaban abastecidos de medicamentos, pero entre enero y febrero de este año, se han escaseado y no entienden por qué.
«No tenemos nada, ni antibióticos, ni antiinflamatorios, ni antihipertensivos, entonces los pacientes ahora llegan solo a morirse».
El ministro de Salud, Francisco Coma, reconoció la falta de medicamentos en el hospital San Juan de Dios y afirmó que se debe a tres situaciones: los proveedores tienen problemas para abastecerse y traer producto a Guatemala a causa de la falta de transporte marítimo a nivel mundial y no cuentan con las cantidades que se requieren. Los precios elevados de los medicamentos no se pueden cubrir con el presupuesto y por problemas administrativos en los hospitales en cuanto a concursos que no están bien preparados.
«Tenemos siete hospitales con niveles de abastecimiento bajos, como el de Amatitlán, Mazatenango, y Retalhuleu, son los que ahorita tengo en mente».