Han pasado ya catorce de los 48 meses del gobierno de Bernardo Arévalo y el país no ha visto la menor mejora en su red vial. Pese al financiamiento público suficiente, las carreteras simplemente no caminan.
De todos los motivos de frustración de sus electores, de todas las expectativas que su gestión inspiró un año atrás, no hay ninguna de mayor alcance ni mayor costo para el presidente Arévalo que la postración completa del Ministerio de Comunicaciones.
Uno tras otro se ha visto malograrse los intentos de otorgar contratos de mantenimiento a las carreteras. No hay proyectos de rutas nuevas o ampliación de rutas ya existentes. La situación de la red vial no es calamitosa en este momento porque las lluvias no han llegado, pero previsiblemente eso ocurrirá en cuestión de tres meses. Y después de tres ministros de Comunicaciones, y ante un panorama de total incertidumbre y lentitud, es hora de que el Presidente asuma su responsabilidad de manera directa.
Es tiempo de dejar de delegar el trabajo y afrontarlo personalmente, por incómodo o poco atractivo que le parezca.
La mejor opción que tiene el Presidente para ofrecer resultados todavía durante su periodo de gobierno se la otorga la Ley de Infraestructura Vial. Si el directorio recién integrado trabaja con verdadero apremio, en cosa de nueve meses puede y debe estar lanzando a concurso la ampliación y mantenimiento de al menos tres rutas fundamentales:
La carretera desde Tecún Umán hasta ciudad Pedro de Alvarado debe ampliarse por completo a 4 carriles, con la instalación de más de 60 puentes nuevos y garantizar su mantenimiento.
La carretera Panamericana, cuyo mantenimiento actual es muy deficiente.
Y la carretera de El Rancho a Puerto Santo Tomás, que debe ampliarse a cuatro carriles.
A estas alturas, el Ministerio de Finanzas ha incumplido con sus primeras obligaciones con respecto a la ley de Infraestructura Vial, como la actualización de la normativa, procesos y sistemas en Guatecompras.
Si el Presidente no supervisa el cumplimiento de cada una de las obligaciones y no apremia al directorio a acelerar sus plazos, terminará su periodo sin haber podido lanzar ni uno solo de estos proyectos esenciales.
Además, el Presidente haría bien en recuperar el listado de obras y proyectos que su exministro Félix Alvarado había preparado para ejecutar con motivo del Estado de Calamidad rechazado por los diputados. Ahí hay una guía de prioridades que podrían asumirse en el corto y mediano plazo.
Por aparte, el Presidente puede ya integrar y supervisar directamente un equipo asesor para garantizar que el mecanismo de Covial empiece a funcionar de manera apropiada y sin permitir que la corrupción boicotee el trabajo al no encontrar la posibilidad de sobrevalorar los contratos.
El presidente Arévalo bien podría descargar al ministro de Comunicaciones de las labores que no sean las de reestructurar el Ministerio para hacerlo más técnico, más transparente y con mayor capacidad de ejecución propia mediante la reconstrucción de la Dirección General de Caminos,
Pero si el presidente Arévalo persiste en su decisión de dejar que simplemente cada actor incumpla plazos, falle una y otra vez en sus obligaciones sin sentir el apremio que ya pesa sobre la población, terminará su mandato con una deuda enorme ante la población.
Los guatemaltecos detestan (detestamos) que el financiamiento de la red vial haya servido por tantos años para cebar la corrupción y crear millonarios nuevos a cada tanto. Pero tanto o más detestan (detestamos) que la incapacidad y la chambonería mantengan las carreteras nacionales en el peor de los estados.