Maduro, como era de suponer -excepto en mentes que no tienen los pies en el suelo- ha “vuelto a ganar las elecciones”. Un profundo lamento internacional, hipócrita, hay que decirlo, se ha desatado cuando a todas luces era lo previsible. El problema es que políticos, actores internacionales, periodistas acomodados, medios de comunicación ideologizados y militantes varios, han olvidado que Venezuela repite el modelo cubano, al que no le prestan la menor atención y lo han normalizado.
Lo que pasa en Venezuela es exactamente lo que está pasando en Cuba y Nicaragua, con el beneplácito de la comunidad internacional y una ingente cantidad de organismos internacionales que miran para otro lado y permiten la consolidación de los dictadores, exactamente lo que está ocurriendo en El Salvador y hace tiempo pudo haber ocurrido en Honduras, que parece que comienza a activarse nuevamente.
Sin embargo, las redes sociales hacen un llamado al ego de lo políticamente correcto y animan a usuarios, medios y personajes afines a saturar de comentarios sobre las elecciones venezolanas, lo que deja ver a ese público emotivo que necesita ser considerado para sobrevivir. Verá muy pocos comentarios sobre la miseria de los cubanos, que por cierto cumplirá setenta años, y tampoco a la Nicaragua del violador Ortega y su concubina Murillo, eso ya está normalizado, aceptado, permitido, ahora la moda está más al sur.
Tenía razón Aisha bint Muhammad ibn al-Ahmar -y como era mujer no suena a machista- cuando le dijo a su hijo Boabdil, el último rey musulmán en la península ibérica, aquello de “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Y es que los lamentos ex post no sirven cuando hubo tiempo previo para haber desinflado el autoritarismo de un gorila como Maduro.
Sin embargo, muchos países y regiones, particularmente los USA y la Unión Europea, mandan asesores, mantienen relaciones con Venezuela y ríen las gracias del dictador, pensando que son más listos que él sin advertir que todos ellos son sustituidos en las democracias a las que pertenecen, excepto el dictador que se perpetúa en el autoritarismo que construye. Luego, cuando pasa lo que inevitablemente se sabía que iba a pasar, elevan la voz con discursos grandilocuentes que terminarán perdidos en el eco infinito del tiempo. A los dictadores, como a los enemigos, solo hay una forma de sacarlos.
El resurgir de la teoría realista de las relaciones internacionales, como ocurrió cuando la II Guerra Mundial, dejó claro que el idealismo no era la vía adecuada para avanzar en la resolución de conflictos, especialmente en ciertos países. No se pudo hablar con un Hitler, ¿por qué razón hacerlo con Maduro? ¿Cuál es la diferencia? Pero muchos de quienes se ofenden por lo que ocurre, fueron parte de aquellos que elogiaron a Chávez, o de los que aplauden a Bukele, o a la revolución sandinista. Los mismos que negocian a escondidas cuando pueden, que celebraron a los Castros y fueron a condecorarlo o que siguen sentados a la dictadura cubana en lugares que supervisan los derechos humanos. ¡Vaya contrasentido! Ayer la OEA no aprobó la resolución sobre la situación de Venezuela. La mitad de los países no estuvieron o se abstuvieron. La misma OEA que vino a presionar a Guatemala en 2023 por la democracia ¡Valiente mojigatería!
Es el problema de la ausencia de moral política, de la doble moral o de la hipocresía más patente del ser humano, incapaz de denominar a las cosas por su nombre y de no ver más allá de sus narices. No apostamos a largo plazo, porque eso requiere reflexión y las emociones nos tapan, como aquellos tres monos, los ojos, la boca y los oídos.
Las redes, la velocidad de la información, los likes, la aceptación social y el miedo a la exclusión, nos han vuelto dóciles, serviles e incapaces de analizar contextos y situaciones para elaborar escenarios de futuro que la historia nos ayuda con ejemplos, aunque tampoco hay muchos lectores de algo más que no sean las adivinanzas de las galletas chinas.
Estamos condenados al fracaso, y seguramente a que nuestros hijos o nietos deban de librar una guerra mundial o regional, porque no salimos de nuestra zona de confort y apenas nos contentamos con las migajas que nos echan los politiqueros de turno. Una falta de responsabilidad ciudadana que pagaremos muy cara.
Si Cuba no nos importa, Nicaragua tampoco y El Salvador menos, que carajo va a importarnos Venezuela.