Las recientes elecciones norteamericanas han puesto patas arriba el mundo de las emociones. Los más reaccionarios se dejan ver entre aquellos que contenían su frustración si ganaba Trump, porque en el fondo esperaban -o estaban convencidos- de que doña Kamala saldría triunfante. Demócratas del diente al labio, porque gustan hablar de democracia y vanagloriarse de su defensa cuando los resultados les son favorables, de lo contrario sacan toda su bilis contra el ganador, que siempre, inexorablemente, es un ultraderechista.
No saben diferenciar el análisis, basado en método, técnica y arte, de la militancia activa que ciega la razón, y únicamente leen o dan crédito a aquello que alimenta su ego y entendimiento. De la misma forma que demonizan al ganador, desprecian a los más de 70 millones de electores que libre y democráticamente le otorgaron el poder, con la soberbia de una inexistente razón, aderezada con un odio obstinado.
Los norteamericanos han tenido que elegir entre dos personajes extremos; dos liderazgos que muestran pocas alternativas políticas en ambos partidos. Uno, seguramente intentará recuperar el poco honor exterior que les queda a los USA, especialmente después de Obama y Biden, y la otra deberá esperar en la sombra para aplicar planes y propuesta progresistas que no han sido atendidas por los votantes.
Los grandes perdedores de este proceso eleccionario han sido los medios de comunicación, y particularmente muchos insignes editores, además de aquel gurú o “Nostradamus” que predecía ganadores basándose en una decena de extraños principios. Todos ellos decidieron ponerse del lado demócrata, y lejos de trasladar la opinión pública a sus medios, decidieron elaborar una opinión propia y publicarla, evidentemente a favor de Harris que era lo políticamente correcto. De esa cuenta, mostraron a la sociedad, que seguramente consideraban vulnerable y poco informada, la necesidad de destinar el voto útil a la campaña contra Trump. Sin embargo, el votante, libre y mucho más sabio y conocedor de lo que realmente le interesa -y que no siempre coincide con aquello que le muestran-, dio un golpe de timón y, en menos de 12 horas, despejo las dudas sobre los resultados.
No solo ganó Trump, sino que los republicanos también obtuvieron mayoría en el Senado, en la Cámara de Representantes y en los Gobernadores, lo que les garantiza un periodo de estabilidad política en el medio plazo. El mensaje es claro y fuerte, por mucho que algunos frustrados, a quienes les cuesta superar el descalabro, pretenda matizar.
Perdieron, además, las élites de Hollywood y los “niños bonitos” de la costa Este, el grupo de «expertos» electorales, y aquellos que con sus cantos, poemas, canciones y música -subvencionados en muchas ocasiones- pretendían arrastrar a un público mucho más listo que todos ellos, como ha quedado demostrado.
Hay, además, una nota políticamente incorrecta que no me resisto a comentar. Salvo que me falle la memoria -algo muy común-, míster Trump se ha batido en dos ocasiones con dos mujeres muy preparadas -mucho más Hillary Clinton que Kamala Harris- sin que ninguna haya podido vencerle, aunque lo logró en cambio un político en decadencia como lo es Biden ¿Se ha preguntado por qué? Y es que frente al “típico machista”, soez, mal hablado, burlón, torpe y desagradable Presidente electo, dos inteligentes damas, que justamente representan lo contrario, no han podido convencer a un grupo tan plural como son los votantes norteamericanos. Tengo que preguntarme cuánto de machismo puede haber escondido en una sociedad que ha brillado por su capacidad de sustentar el racismo y la exclusión, y que todavía tiene resabios de ello ¿Están los norteamericanos preparados para que los gobierne una mujer?, los mexicanos parecen ser que sí.
En todo caso, el espíritu demócrata -ese que no comparten los anti-Trump- anima a respetar los resultados y aplicar sutilmente aquello de “When life gives you lemons, make lemonade”, y dejar a un lado a berrinchudos hepáticos y/o autoritarios que solo gustan de los resultados en las urnas cuando le son favorables.
¡Ya supérenlo, porque les quedan cuatro largos años por delante!