De la oscuridad nace la luz. Esta metáfora encaja a la perfección con la historia de Kingo y su fundador, Juan Fermín Rodríguez, quien hace 10 años y luego de una lucha interna, renunció a su trabajo en una multinacional y decidió enfocarse en su verdadera misión: impactar positivamente en la vida de las personas.
“Todo comenzó con una idea de aficionado. A esto se sumó que yo no estaba satisfecho con el rumbo de mi vida profesional. Quería hacer algo que estuviera alineado a mis valores y que ayudara a reducir el efecto del cambio climático”, cuenta Rodríguez.
Luego vino una profunda investigación sobre la cobertura de la electricidad a escala global. Los resultados fueron alarmantes: casi el 20% de la población mundial (1.2 billones de habitantes) no cuenta con energía eléctrica y son estas comunidades las que mayores dificultades tienen para su desarrollo social, económico y educativo.
“Lo irónico es que las personas de escasos pagan más caro por otras fuentes de iluminación. A largo plazo, invertir en velas o lámparas de querosén resulta más costoso que pagar por energía solar. De esta manera descubrimos que había una oportunidad de mercado con un fin social”, analiza el emprendedor.
Así nació Kingo, una empresa nacional que desde el 2013 proporciona energía renovable de bajo costo a comunidades de Petén, Las Verapaces, Quiché, Izabal, San Marcos y Huehuetenango.
Pero la creación de la compañía tampoco fue una casualidad. A este proyecto le antecede la experiencia de un guatemalteco que empezó a emprender desde los 13 años. “Mis papás me enseñaron la importancia del trabajo a temprana edad. Siempre fuimos una familia que ha estado en contacto con las comunidades y sus familias. Eso me abrió los ojos a la realidad de Guatemala”, afirma Juan Fermín.
Previo a Kingo, Rodríguez fue cofundador de Quetsol, un emprendimiento con características similares, pero que en lugar de prestar servicios de energía solar, estaba enfocada en la venta de los equipos, lo cual era muy costoso para una familia de escasos recursos.
Los aprendizajes que le brindó Quetsol le sirvieron para garantizar la sostenibilidad a largo plazo de Kingo.
Un éxito inminente
El enfoque innovador y el impacto social y ambiental del proyecto de Rodríguez llamaron la atención de manera inmediata.
En el 2014, Juan Fermín, de 31 años en ese entonces, fue reconocido por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) como uno de los empresarios latinoamericanos menores de 35 años que luchan para combatir diversas problemáticas sociales: el hambre, la desigualdad, la crisis climática, la pobreza, la corrupción, entre otras.
Este galardón hizo que también se sumaran inversionistas que vieron en la compañía guatemalteca una manera de ayudar a las poblaciones vulnerables de Guatemala.
Kingo ha recibido varias subvenciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En sus inicios, el apoyo de esta institución fue importante para que el emprendimiento creciera y se diera a conocer. El aporte más reciente fue en el 2018 y tuvo como objetivo la creación de un laboratorio para fabricar prototipos que generen energía verde.
En su junta de asesores figura el ambientalista y actor estadounidense Leonardo DiCaprio, quien no solo es inversionista minoritario, sino que además ayuda con estrategias de posicionamiento internacional de la marca.
Desde su fundación, Kingo ha conseguido más de US$25 millones en inversión de entidades como el BID, el Banco de Desarrollo de Holanda y la empresa ENGIE Rassembleurs d’Energies, una de las más importantes de Europa.
Evolución y giro de negocios
Kingo comenzó en el 2013 con un proyecto piloto en 50 hogares guatemaltecos. Su presencia aumentó rápidamente y para el 2019 ya contaba con 55 mil familias en el territorio nacional y 7 mil en Colombia.
“En algún momento llegamos a tener más de 60 mil clientes, pero los decrecimos a 40 mil. Se tomó esta decisión para atender a las personas de otra manera y abrir nuevas verticales de negocio”, explica Rodríguez.
Al principio, la empresa solo se enfocaba en hogares de manera privada, pero poco a poco han ido añadiendo otras aplicaciones. Por ejemplo, si una embotelladora está interesada en que sus productos lleguen a alguna comunidad, Kingo puede facilitar la energía para que los tenderos puedan colocar una refrigeradora.
Actualmente, el mismo sistema tecnológico y canal de distribución se utiliza para que las personas puedan adquirir filtros de agua o herramientas de construcción.
“Nuestra meta es que para el 2022 tengamos unas 140 mil unidades en igual número de casas. Eso significa un impacto de más de 500 mil personas, si tomamos en cuenta que en cada hogar hay hasta cinco habitantes”, afirma Juan Fermín.
Ecosistema de energía
Kingo es un ecosistema de tecnología que genera energía, la almacena y la canaliza para que pueda ser utilizada como una red eléctrica tradicional.
Para lograrlo, se emplean equipos físicos (paneles solares, baterías de litio, circuitos electrónicos y convertidores, entre otros) y programas informativos (sistemas y aplicaciones que permiten las recargas prepago -como las de los celulares- y el control de los dispositivos).
“Uno de los retos ha sido el tema de la seguridad, ya que hemos detectado que en muchos lugares había robo de componentes, por lo que tuvimos que mejorar la protección de los equipos para evitar el hurto”, dice Rodríguez.
Kingo ofrece nueve servicios con diferentes capacidades. El más básico, de 15 vatios, genera electricidad para iluminar la casa y hacer funcionar aparatos pequeños, como una radio o una linterna. El más potente, de 900 vatios, sirve para conectar hasta 300 tabletas, una computadora, un proyector y un pizarrón digital. Las otras versiones son útiles para televisores o refrigeradoras.
Una familia puede tener energía solar con una recarga de Q100 al mes; sin embargo, cada persona decide si desea el servicio por quincena, semana, día u hora, según sus necesidades. El pago será proporcional.
Los principales aliados de Kingo son los distribuidores que venden las recargas prepago de energía, quienes reciben un porcentaje de la venta.
El éxito de la empresa guatemalteca radica en su modelo de negocio, ya que no vende el equipo, sino que lo arrenda. Los usuarios no deben pagar por la instalación o el mantenimiento del sistema de tecnología. Si alguien ya no desea el servicio, solo necesita darse de baja.
Kingo tiene presencia principalmente en la Franja Transversal del Norte. “En Guatemala hay 400 mil hogares sin electricidad pero, pero la mayoría se encuentra en Las Verapaces, Quiché, Huehuetenango, Petén e Izabal”, explica Rodríguez, quien agrega que este año firmarán contratos en México y Panamá.
El plan de Kingo es que en el 2022 la expansión sea más agresiva en toda Latinoamérica, pues, según Juan Fermín, en la región hay más de 7 millones de familias sin energía eléctrica.
Sin importar los planes de crecimiento, el emprendedor guatemalteco no olvida que su principal misión no es la generación de dinero, sino la posibilidad de contribuir con el desarrollo de las comunidades a través de una red de energía descentralizada. “Soy un fiel creyente de que podemos ofrecerle algo bueno a la humanidad. La energía verde es el futuro”, concluye.
Perfil del creador
Juan Fermín Rodríguez, de 37 años, es presidente y director ejecutivo de Kingo. Se considera un emprendedor nato y un trabajador incansable. Es licenciado en Administración de Empresas y tiene una especialización en Mercadeo y Finanzas. Recibió el premio Massachusetts Institute of Technology (MIT), otorgado a jóvenes empresarios de Latinoamérica.