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La primera bombilla de Guatemala
El tipo salió de la nada, en la penumbra de la calle era imposible verlo cuando se acercaba. Sus pasos lentos y seguros fueron tan silenciosos que para cuando el presidente Rafael Carrera se percató de que había alguien en la calle ya era demasiado tarde, sintió la cuchillada en un costado y se llevó […]
Publicado el 03 Mar 2022

La primera bombilla de Guatemala

El tipo salió de la nada, en la penumbra de la calle era imposible verlo cuando se acercaba. Sus pasos lentos y seguros fueron tan silenciosos que para cuando el presidente Rafael Carrera se percató de que había alguien en la calle ya era demasiado tarde, sintió la cuchillada en un costado y se llevó las manos a la camisa, después las vio estupefacto: estaban ensangrentadas. Antes de que el hombre pudiera darle un nuevo golpe, su ministro de justicia sacó la espada y la clavó en el pecho del atacante.

El estado de ebriedad en el que ambos iban se les fue de pronto, ante el susto y la incredulidad. Alguien había aprovechado la oscuridad de la noche para intentar asesinar al mandatario de Guatemala, en 1842 eso era impensable. Caminar por la calle en la oscuridad no suponía ningún riesgo, pero las cosas estaban cambiando.

Al presidente lo llevaron de emergencia al hospital, donde los médicos dictaminaron que estaba fuera de peligro, la puñalada no tocó ningún órgano vital y con unos puntos de sutura podía volver a casa presidencial sin problemas. El hombre que le atacó se llamaba José María Andrade, le decían Chepillo o marimbero, y estaba furioso porque su hija menor de edad le confesó que se había acostado con el mandatario. Salió iracundo, dispuesto a vengar el honor de su hija, aunque tuviera que enfrentarse con el mismísimo presidente.

De vuelta en su despacho, lo primero que Rafael Carrera hizo fue buscar una antigua petición que había desechado sin darle una oportunidad: la implementación del alumbrado público. Apenas unos meses antes, el presidente no pensó que fuera importante y se negó a emitir el decreto y a ordenar los fondos suficientes para su creación, pero ahora, que había sufrido en carne propia un atentado en medio de la oscuridad, su idea era otra.

Diez días después del atentado las calles de la capital de Guatemala se llenaron de faroles, uno en cada esquina, equipados con velas de sebo que emitían una luz amarilla y pálida, pero suficiente para ver a cualquier extraño que se aproximara.

El presidente ordenó también que cada vecino comprara e instalara un farol en el frente de su casa, debían encenderlo a más tardar a las siete de la noche y apagarlo a la primera luz del amanecer. El que no lo hiciera recibiría una multa. Por eso se fortaleció también el “Cuerpo de serenos”, los guardias encargados de vigilar que todas las luces estuvieran encendidas, si se encontraban con alguna casa en la que habían olvidado encender la vela, entonces les imponían una multa que empezaba con tres reales la primera vez e iba subiendo si persistían en el error. Más les valía a los serenos poner esas multas, porque así era como se financiaban.

El alumbrado público lo costearon los empresarios, Carrera “pidió” a cada dueño de negocio que donara un farol.

Así siguió la ciudad, alumbrada con candiles, a veces de sebo, a veces de aceite de ballena, con luces tenues pero efectivas, hasta la década de 1860 cuando se encendió la primera luz en el país, fue dentro de la Catedral Metropolitana, “no tenemos mayor noticia de qué tipo de tecnología fue, pero sí sabemos que en la inauguración de los campanarios se inauguró también el alumbrado eléctrico interno del templo”, comenta el historiador Rodrigo Fernández. Aunque el servicio para todos los habitantes todavía estaba lejos de llegar, se fundaron con esto los cimientos para el avance de la electrificación de Guatemala.

La primera hidroeléctrica

A finales del siglo XIX, Thomas Edison fundó la primera compañía de electricidad en Estados Unidos, vendía las bombillas y proveía el servicio para encenderlas. Uno de sus primeros clientes fue el diario The New York Times que compró varios cientos para alumbrar su redacción.

En Guatemala la electricidad no tardó en llegar. En 1883 se fundó la Sociedad de Alumbrado de Guatemala, que pretendía llevar luz eléctrica a las calles de la ciudad, “en un principio alumbró edificios públicos y 135 lámparas en la ciudad”, comenta Fernández, “se obtuvo el permiso para aprovechar una caída de agua en las afueras y con una turbina francesa, empezaron este sistema”, agrega.

La Sociedad recibió aportes de ciudadanos, entre ellos Julio Novella, Florentín Souza y Francisco Anguiano, según la investigación del historiador Javier Calderón en su libro Energía y Potencia para Guatemala. Estos primeros intentos buscaban solamente llevar luz a las calles y a algunos edificios públicos; si una persona quería energía en su hogar debía gestionar su propio contrato, no había leyes ni políticas municipales que electrificaran las viviendas. Además, se cobraba por potencia y no por consumo, como ocurre en la actualidad. De esa cuenta proveer energía eléctrica no era un negocio lucrativo, Calderón cuenta que la Sociedad de Alumbrado se llenó de deudas que no pudo pagar y se terminó vendiendo a Alejandro Rodenas. Desde entonces se llamó Empresa Eléctrica del norte.

En 1893, el presidente Reina Barrios otorgó una nueva concesión, como cuenta Calderón, “Esta vez a nombre de la empresa eléctrica Letina Imboden y Compañía. Esta utilizaría la caída de agua del río Michatoya, para generar electricidad para Guatemala, Sacatepéquez, Chimaltenango, Amatitlán y Escuintla. Para ello el gobierno de Guatemala le dio a dicha empresa una concesión de 10 años, exención de impuestos de importación y del servicio militar para los empleados y apoyo financiero para construcción de obras”.

Con la promulgación de la Ley de Inmigración en 1878, también llegaron los avances tecnológicos de Europa. “El desarrollo de este primer modelo eléctrico en Guatemala, se dio en un contexto en que la nueva élite económica y política del país, surgida de la Revolución de 1871, reconoció tres retos principales para el desarrollo económico. El primero la necesidad de capital humano en las nuevas tecnologías, técnicas y modelos económicos que habían ayudado al progreso de Europa y de Estados Unidos. Segundo, la necesidad de un marco legal que favoreciera el desarrollo económico y tercero la necesidad de apoyo desde el poder público para implementar el nuevo sistema”, explica Calderón.

En 1897 la empresa alemana Siemens y Halske compró la mayoría de las acciones de la Empresa Eléctrica de Guatemala, “además de encargarse de la construcción de hidroeléctricas, así como dotarlas de turbinas para su funcionamiento”.

Aunque existía la tecnología y la capacidad de generar electricidad, el modelo económico no lograba levantarse. Calderón da cuenta de que para 1916 la Empresa Eléctrica proporcionaba energía a 23,500 focos. Sin embargo, sus socios no recibían ganancias, por el contrario, estaban sumidos en deudas. La gente no tenía la costumbre de pagar su mensualidad y eran muchos los que caían en los impagos, sin que los empresarios pudieran hacer nada para cobrarles.

Años después llegaría la Primera Guerra Mundial y nuestro país declaró la guerra a Alemania, así fue como en 1918 se decidió expropiar todos los bienes a los ciudadanos alemanes, considerados enemigos. La Empresa Eléctrica de Guatemala pasó entonces a ser propiedad del Estado, y un año después la dio en arrendamiento a una compañía estadounidense.

Las velas poco a poco fueron cambiándose por las bombillas en las zonas urbanas, las ciudades comenzaron a gozar de los nuevos inventos. Pero no todos, aún hoy en día, un siglo después muchas comunidades siguen con los candiles de sebo, con las candelas de cera, esperando que por fin el invento de Edison llegue a sus vidas.

Redacción

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