Durante esta semana se han podido conocer algunos de los suntuosos gastos de la Secretaria de Asuntos Administrativos y de Seguridad de la Presidencia (SAAS), aunque lo más triste y lamentable fueron las declaraciones de su Secretario a radio ConCriterio, cuando manifestó que al Presidente hay que tenerlo como en un hotel de cinco estrellas, y a eso se dedican.
De esa cuenta hay facturas -por más de Q70,000- para la aclimatación de la piscina (o pileta) de la casa presidencial, así tan insigne autoridad y familia pueda sentir el agua a la temperatura primaveral, sin advertir que en el país hay personas que no cuentan siquiera con agua potable, o que pague Q190 por la libra de carne para deleitar el paladar de la familia presidencial -incluso cuando llegan amigos o hijos- a pesar de ser el presidente mejor pagado de América Latina, mientras usted y yo, con nuestro esfuerzo y trabajo, nos deslomamos para pagar esos caprichos, ¡imagínese que del vino ni se habló! También se encontraron frazadas a Q1,250, aunque seguramente usted apenas tiene la sabana y algo que pone encima, mientas allá se abrigan como si de frío de Suecia se tratase, y cuando la mara de guardaespaldas están estresados, todavía cuentan con masajista profesional que les descoyunta los frágiles huesos afectados, eso si los de la PNC no tiene ni para comer y a usted nadie le da un cariñito después del tráfico que lo muele a diario. En días feriados, fiestas de guardar y otras actividades del mandatario, un fotógrafo de a Q30,000 mensuales le hace todo tipo de tomas desde ángulos creativos como si de una boda diaria se tratase. Total solo son 1,000 almuerzos mensuales que se echan a la basura mientras conciudadanos mueren de hambre. Esas cositas, además de asesores del Secretario pagados a precio de oro por años, son algunos de los gastos suntuosos que se han conocido.
La excusa de la “casta semillera” es que la mayoría, no todos, son contratos del gobierno anterior, lo que no deja de ser cierto, y costumbres que ya se tenían, lo que tampoco, seguramente, es equivocado. Olvidan, quizá porque lo desconocen, que hay una cosa que se denomina ÉTICA que hace que cada uno tome -o deba tomar- el camino del bien y no seguir con prácticas inapropiadas del pasado. Nadie obliga al Presidente a activar la piscina -o pileta- climatizada, y hacer como aquel presidente del Congreso que se puso una ducha con hidromasaje o el magistrado que adquirió un sillón de masajes con fondos públicos, tuvo la posibilidad de clausurar la alberca o dejarla con agua fría, como se duchan muchos habitantes. También pudo haber pagado de su bolsillo el almuerzo de sus hijos, familiares o invitados personales, como hacemos el resto de los mortales, aun cobrando menos de los ciento y pico mil quetzales que él percibe cada mes. Se trata de ética, de un actuar correcto y acorde con las promesas de campaña, particularmente con aquella referida a que no habría más robos y aparecerían los Q20,000/40,000 millones que se iban en corrupción, aunque parece que ni eran tantos ni se terminan de gastar. En lo que se refiere a las fotografías -y eso si es nuevo este año- el mandatario podría haber acudido a los fotógrafos que tiene la Secretaria de Comunicación de la Presidencia, institución específica para esas cuestiones de comunicación e imagen, pero la SAAS le contrató a un artista profesional que devenga 1,000 almuerzos al mes o lo que es lo mismo, treinta personas diarias que podría ser asistidas con un tiempo de comida.
Sin embargo, cuando todo eso se plantea “la casta semillera” se pone en guardia y critica al mensajero con frases como “eso no se decía antes”, “Giammattei robó más” o “por qué no criticó a gobiernos anteriores”, en una suerte de conformismo hipócrita -muy alejado de la ética por cierto- que justifica lo injustificable y causa pena, porque risa en absoluto.
Este país no está preparado para avanzar un solo milímetro porque la corruptela forma parte de la genética de muchos, de demasiado, casi de los mismos que votan y eligen a narcotraficantes, delincuentes, criminales o “chicos progres” que continúan con las prácticas de aquellos otros malvados.
Somo una sociedad hipócrita, miserable hasta cierto punto, vendida por un plato de lentejas y con escasos principios y valores. Y el que no lo quiera aceptar necesita una profunda catarsis.