Varios autores son de referencia cuando se trata de hablar de leyes. Tanto Frederic Bastiat, en su obra “La ley” como John Rawls, en “Teoría de la Justicia”, exponen principios, formas y maneras de hacer las leyes para que sean universales, generales y cuenten con el grado necesario de aceptación (legitimidad) social. Hacerlas “con los pies”, a lo que nos hemos acostumbrado -a pesar de pagar diputados y asesores a alto precio- nos cuesta disgustos a cada instante.
La modificación de la ley del MP que hiciera la pareja dominante allá por 2016, hizo que hoy sea imposible cesar a la Fiscal General. Nada que no se pudiera haber evitado de hacer las cosas bien, porque la lectura deja claras las condiciones, por muchos que quieran ahora interpretar lo mal e interesado hecho en aquel momento. La ley de Comisiones de Postulación es otro ejemplo del mal hacer. Se elabora la tabla de gradación cuando se sabe prácticamente quienes postularan y, además, después de un proceso de selección “meritocrática” y de puntuación, terminan eligiendo a dedo por votación abierta ¡Habrá algo más absurdo! La ley del Registro de Información Catastral determina que las decisiones del Consejo Directivo serán válidas con el voto favorable de la mitad más uno del número de sus miembros, que son siete, según un artículo que precede. De tal cuenta, la mitad de siete más uno son 4.5, lo que tiene estancado al Consejo debatiendo si se interpreta como 4 o 5, algo que una simple lectura previa hubiese cambiado para evitar el enroque. La de aceptación de cargos y la de procedimiento abreviado, se confunde y superponen y abren la puerta a un enjambre de formas de castigar/beneficiar a los acusados, por lo que el propio partido SEMILLA, al inicio de la legislatura anterior manifiesto en redes los siguiente: “Aceptamos la labor legislativa, presentando una iniciativa para derogar la Ley de Aceptación de Cargos, aprobada para asegurar impunidad”. Hace unos días, la persona que publicó el tuit se acogía a dicha ley afirmando que no le quedaba de otra porque había sido presionada por el sistema. Algo similar a lo que adujeron otros en los últimos años.
Pareciera ser que nadie filtra las leyes que se publican, más bien son golpes de calor del momento político para salir del paso, y tampoco la ciudadanía suele estar pendiente de ellos, por lo que las barrabasadas legales suelen ser de campeonato
Los políticos gustan de meter el dedo en los procesos -algunos las manos y hasta el brazo- y prefiere elegir, en lugar de utilizar, por ejemplo, el sorteo, porque eso les da poder para explotar la dependencia con los nombrados. El problema es cuando otros utilizan sus manotas en lugar de las propias y eligen a sus amigos que no son los de uno. Es ahí donde ponen el grito en el cielo, porque parecen que no entendieron que cuando se abre la puerta a la discrecionalidad cualquiera puede ingresar por ella. Autoritarios, todos ellos, que amañan y aplauden su propio autoritarismo, mientras rechazan y condena el de los demás.
No arreglaremos el país mientras el debate sea “tu o yo”, “los míos o los tuyos”, porque reducimos la reflexión en un partido de tenis en el que la pelota va de un campo a otro, y lo único que gana es velocidad. Hay que atender a principios generales, no a personas. Fiarse de la norma que sea general y no dedicada a los amigos, y apostar porque las leyes tengan fecha de caducidad, así se podría refrendar, discutir, cambiar o anular, cada cierto tiempo, en lugar de dejarlas eternamente, lo que impide o complica cambiarlas cuando ya no son útiles o se detecta el error.
Queremos buenos resultados con malas instrucciones y siempre abogamos por las “buenas personas”, en lugar de pelear duramente por la buena legislación, y mientras no lo comprendamos estamos abocados al fracaso más absoluto, que es lo que vivimos cada día, y de lo que los ejemplos indicados son únicamente una muestra.
Querer hacer las cosas distintas haciendo lo mismo se denomina locura, o estupidez, ya no recuerdo muy bien el término.