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Militares contra Bernardo Arévalo
Un frente nuevo del cual apenas nos habíamos percatado. Un grupo de insatisfechos en el Ejército.
Publicado el 17 May 2024

Al interior del Ejército ha surgido un grupo de oficiales que se hace denominar, “Nada con Bernardo”, Militares Activos contra Arévalo.

No es extraño. En la institución armada, tan mansa como una oveja frente a los gobiernos más avorazados, responsables de depredar el país en las últimas dos décadas, hay quien se siente incómodo cuando un gobernante de signo distinto al habitual llega al poder. No es precisamente un Presidente de izquierdas. Es anticorrupción y es más democrático de lo habitual. Eso en Guatemala es suficiente para ser satanizado.

El de Bernardo Arévalo es semejante más no idéntico al perfil de Vinicio Cerezo, otro gobernante que en la era pro democracia ha vivido también la oposición de un sector militar. A Cerezo además lo combatió con ferocidad la cúpula empresarial.

Al presidente demócrata cristiano intentaron derrocarle al menos en siete ocasiones. En la más célebre de todas las intentonas, los golpistas tomaron la Casa Crema, que en esos tiempos residencia oficial del ministro de la Defensa, y convirtieron en rehenes a la esposa y los hijos de Héctor Alejandro Gramajo, un militar comprometido con la apertura democrática.

Eran otros tiempos. Aún se libraba una guerra sorda en las montañas del país, había violencia selectiva en contra de cuadros allegados a la guerrilla y la democracia avanzaba a paso lento, pero firme, gracias a que las grandes instituciones nacionales como la recién creada Corte de Constitucionalidad, el Tribunal Supremo Electoral o la Corte Suprema, estaban en manos de auténticos juristas.

Malaya.

A Gramajo le hicieron la guerra por todos los medios posibles, los oficiales que detestaban la pérdida de poder del Ejército con la llegada de un civil a la Casa Presidencial. Y miren que Cerezo intentó seducirlos de mil formas: no persiguiendo sus crímenes de lesa humanidad o entregándole la Dirección de Aduanas al general Callejas y Callejas. Eran otros tiempos y era otro el presidente.

Hoy, al general Henry Sáenz, ministro de la Defensa de Bernardo Arévalo, igualmente le hacen la guerra sus subalternos, incómodos con un gobernante que se declara adverso a la corrupción. Créanme: lo del voto a favor de la inclusión de la Palestina en la ONU es mucho menos relevante que el permiso para enriquecerse.

Los métodos han cambiado para bien: expresiones verbales de descontento por la participación del ministro Sáenz en la caminata junto al presidente Arévalo entre el Palacio y el Congreso para promover la ley que facilitaría la rendición de cuentas y la destitución de la Fiscal General. Se le recrimina la supuesta apoliticidad del Ejército, claro, como si un ministro no formara parte justamente de un equipo político como un gabinete de gobierno.

Se le recrimina también que se promueva el ascenso de mujeres oficiales a posiciones de mando en la institución, en medio de una política de la mujer militar promovida por el gobierno de Arévalo. Hoy hay una mujer comandante militar. Y el ministro defiende su nombramiento con una hoja de vida que supera la de la mayoría de sus colegas varones.

Se le reclama que nombre en posiciones de mando, al frente de los principales comandos militares, a oficiales de su promoción. Esto es, a personas de su confianza. ¿Qué otra cosa haría usted como ministro en unas circunstancias de constante amenaza para el gobierno electo, al cual acechan tanto el Ministerio Público como la Corte de Constitucionalidad?

La exigencia de que el ministro reparta los puestos de poder y de mando de tropa adentro del Ejército entre militares de distintas generaciones puede ser loable, pero también riesgosa a menos que el ministro identifique a cuadros enteramente fieles a la democracia y no leales al sistema de privilegios e impunidad para la corrupción.

Arévalo, como Vinicio Cerezo, parece haber nombrado con conocimiento de causa a un militar leal a la democracia al frente del ministerio de la Defensa. Eso fue Gramajo, un oficial para la democracia. Eso le toca hoy ser a Henry Sáenz.

A ver si a alguien le resulta extraño que, como entonces, sea otro gobernante que no navega en la cómoda barca del pensamiento dominante (la depredación del erario y el sostenimiento de la impunidad) el que enfrente de nuevo turbulencias adentro de las filas militares.

Juan Luis Font

33 años de hacer periodismo, reportear, conducir, fundar y dirigir medios.

Sobre Juan Luis Font

33 años de hacer periodismo, reportear, conducir, fundar y dirigir medios.