Después de la elección de magistrados a la Corte Suprema de Justicia, será necesario descontar una virginidad más en el mundo. La bancada del Movimiento Semilla ha perdido de golpe la inocencia. ¿Quién se la robo?
Se la robó Nery Ramos, el actual presidente del Congreso, quien ciego de celos por el coqueteo de Semilla con Luis Aguirre, el diputado del partido Cabal y contendiente de Ramos para dirigir el Congreso en 2025, prefirió sumarse al líder visible de la facción de diputados pro viejo régimen (corrupción impune), el inefable Alan Rodríguez. Votó con él y sus seguidores, como Álvaro Arzú y Sandra Jovel, a favor de magistrados pro criminalización y votó contra un magistrado opuesto a ella.
Se la robó Luis Aguirre, objeto de los celos de Nery Ramos. Los diputados de Semilla se abstuvieron de negociar, de sentarse siquiera, con los diputados Carlos López, padre e hijo (uno del partido de Zury Ríos y otro del partido de Edmond Mulet), para no ser desleales con Aguirre. Luis Aguirre no le perdona a los López que hayan roto la bancada de Cabal y le hayan reducido el número de votos con los cuales pueden contar. Pero según los integrantes de Semilla, el propio Aguirre traicionó a los oficialistas cuando permitió o alentó a diputados satélites suyos, como los representantes del partido Victoria en Alta Verapaz o el célebre 3K, a votar en contra de los candidatos a magistrados que el partido oficial quería asegurar en la Corte.
Se la robó también Adín Maldonado, el diputado de la UNE, confrontado con Sandra Torres, quien les había jurado lealtad eterna y prohibido toda relación con Teresita de León, la vicaria de Sandra en el Congreso. Y resulta que el menguado grupo de la diputada Teresita resultó más honesto en sus compromisos con Semilla que el propio Adin.
En suma, la bancada oficial tiene claro que sus aliados presuntos en el Congreso solo están dispuestos a votar con ellos cuando de asignar fondos públicos se trata. Toda vez, claro, sus intereses pecuniarios se vean beneficiados.
En cambio, en materia de justicia, para garantizar el régimen constitucional de libertades democráticas, la inmensa mayoría son sus enemigos. Ahí apenas se puede contar con nadie.
Los diputados se niegan a cambiar la Ley Orgánica del Congreso (para ampliar la participación de los oficialistas), la ley de Criminalidad Organizada (con la cual se persigue al partido Semilla) o la ley del Ministerio Público (para apretarle las tuercas a Consuelo Porras). Hasta sus supuestos aliados les prefieren débiles y a merced del sistema chavista de justicia.
Y, sin embargo, cuando los diputados oficialistas hacen cuentas y sacan conclusiones, se dan más por satisfechos que por desesperanzados con la Corte Suprema de Justicia recién integrada. Confían en que la correlación de fuerzas entre democracia y golpismo (apareado con criminalización), cambia notablemente con los nuevos magistrados. Lo cual está aún por verse.
Pero sin duda, los diputados oficialistas van hacia la elección de magistrados de Cortes de Apelaciones y luego, del Presupuesto 2025, con una actitud más ladina. Difícilmente habrá concesiones suyas tan inocentes como las que hasta ahora ha habido. La virginidad se pierde una sola vez.
Sin embargo, el poder de los diputados del Movimiento Semilla es escaso y limitado si no logra coordinar con el Gobierno para hacer valer su peso en el Congreso y en la ejecución del Presupuesto. Pero hasta el día de hoy no hay indicación alguna de que el Ejecutivo de Bernardo Arévalo haya pasado por el mismo proceso de pérdida de la inocencia que su bancada. El gobierno pareciera moverse con parsimonia en un mundo idílico donde pocas cosas le perturban. Y no es de extrañar. Tiene al frente a un gobernante con más vocación de expresidente que de luchador de causas.