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Pequeños empresarios, grandes problemas
Ser tu propio jefe puede ser algo muy conveniente, el problema es cuando además de jefe eres secretaria, mensajero, encargado de logística, gerente de marketing, director general, administrador y conserje. Ser pequeño empresario no es fácil, pero en Guatemala muchas veces resulta la única alternativa. Ante la falta de empleos con buenas condiciones laborales, los […]
Publicado el 14 Jun 2023

Pequeños empresarios, grandes problemas

Ser tu propio jefe puede ser algo muy conveniente, el problema es cuando además de jefe eres secretaria, mensajero, encargado de logística, gerente de marketing, director general, administrador y conserje. Ser pequeño empresario no es fácil, pero en Guatemala muchas veces resulta la única alternativa. Ante la falta de empleos con buenas condiciones laborales, los guatemaltecos optan por emprender, buscar su propio camino e insertarse en un mundo ya abarrotado: el Ministerio de Economía y Finanzas contabiliza cerca de medio millón de pymes. El número viene en crecimiento, ya que para 2015 se registraban poco más de 330,000.

La mayoría de empresarios en Guatemala son pequeños o medianos, de esa cuenta 9 de cada 10 empresas son pymes. La diferencia radica, según el Ministerio de Economía, en el número de empleados, la microempresa tiene de uno a 10, la pequeña entre 11 y 80 y la mediana menos de 200.

Ser empresario pequeño muchas veces significa atravesar un camino de prueba y error, del que no todo salen. Aprender en la marcha sobre marketing, publicidad, logística, administración. Muchos de los pequeños empresarios son gente que suele tener un talento o una buena idea y se lanza al agua para tratar de explotarlo, sin mayores conocimientos de negocios. El apoyo no es mucho. En el año 2022 el Ministerio asistió técnicamente a 29,777 micro, pequeños y medianos empresarios –cerca del 6% del total de pymes– con la estrategia Ruta del Emprendedor. Les dieron capacitaciones, asesorías, asistencia técnica y vinculaciones comerciales.

Este mes se conmemora el día internacional del pequeño y mediano empresario y para celebrarlo contamos las historias de cuatro emprendedores que decidieron ser sus propios jefes y arriesgarse por sus sueños, ellos, junto a los cerca de medio millón de pymes construyen el 40% del producto interno bruto nacional.

 

El club de comedia

Karen García es una comediante que desde hace varios años lleva sus shows de stand up y de improvisación a teatros y bares guatemaltecos. Ella, junto a otros amigos que trabajan en la comedia notaron que en Guatemala hacía falta un club de comedia como los que hay en otros países: una pequeña sala en donde todo se enfoca en el escenario, un micrófono y un comediante que haga reír al público. Así que se dispusieron a lanzarlo, Karen junto a Roberto Rímola, Wally Godínez y Gaby Ramírez, crearon Terminal Comedia en la zona 10, hace un mes.

El club se encuentra en el segundo nivel del restaurante venezolano Carne en Vara, los empresarios descubrieron que era una buena manera de hacerlo porque eso les permitía a ellos ocuparse únicamente de los shows y que fuera el restaurante quien proporcionara la comida y la bebida a los clientes, lo que les quita un buen problema de encima.

«Queremos que cada show tenga un concepto distinto para que la gente vaya conociendo y encuentre el tipo de comedia que le gusta», dice Karen.

Para abrirlo, tuvieron que pedir un préstamo que esperan saldar con la venta de entradas, están conscientes de que si no lo consiguen, les tocará enfrentar la cuota mensual entre los cuatro,  por lo menos hasta que el negocio se haya afianzado y les proporcione los suficientes ingresos.

Uno de los problemas más fuertes a los que se enfrentan, cuenta Karen, es el malinchismo. No es raro toparse con comentarios en las redes diciendo que en Guatemala no hay comedia, o que la comedia guatemalteca no es buena, o los guatemaltecos no saben hacer reír, cosas por el estilo, y la mayoría, se ha dado cuenta Karen, vienen de personas que nunca han asistido a los shows. Romper ese prejuicio es el primer problema, demostrarle a la gente que en Guatemala sí existe comedia y que sí pueden reírse en una rutina de stand up es un paso difícil, pero lo están logrando poco a poco.

Como ellos presentaban sus rutinas en otros lugares, son ya conocidos en el ambiente y tienen muchos seguidores que asisten, porque los conocen. El reto es expandir esos seguidores. Los recursos para publicidad son difíciles de costear así que les toca valerse de las redes y principalmente del boca a boca, que las personas que llegan a sus shows salgan entusiasmadas y compartan la noticia con sus amigos y familiares. También asegurarse de presentar rutinas diferentes cada semana, para que los clientes vuelvan.

Los jueves la entrada es gratis, los comediantes hacen un open mic para probar con el público sus nuevos chistes, así determinar si son graciosos y pueden adaptarlos a sus rutinas. Los demás días los precios varían de acuerdo al show.

 

Gemelli 

Jackeline Díaz nunca se imaginó que iba a pasar en una máquina de coser la mayor parte del día. Hace unos años ni siquiera sabía usarla y ahora se sienta, pone la tela y con sus manos hace magia que hará felices a muchos niños. Su negocio se llama Gemelli en honor a sus hijos gemelos, ya que gracias a ellos nació su emprendimiento. Ofrece sorpresas diferentes y divertidas para los cumpleaños, o regalos especiales para maestros o compañeros de escuela. Aunque tiene muchos productos, su estrella son los muñecos pintables y lavables. Puede convertir cualquier personaje de las caricaturas en un muñequito de tela que los niños pintan con sus marcadores, se puede lavar y volver a pintar, una y otra vez.

Empezó su negocio confeccionando tipis, ese tipo de casita hecha con un triángulo de palos de bambú y tela. El primero lo fabricó para sus gemelos con ayuda de su madre y el segundo fue un encargo de una mamá que lo vio y le gustó. Justamente el negocio empezó cuando sus gemelos cumplieron un año. Después, las mamás que querían uno para sus hijos se fueron multiplicando, hasta que Jackeline se dio cuenta de que aquello podía ser un negocio lucrativo; ya antes había tenido un emprendimiento que no había ido muy bien y pensó que ésta podía ser otra oportunidad. Su mamá le ayudó a dar los primeros pasos con la máquina de coser mientras ella revisaba en Pinterest, y con su creatividad a tope fue ideando los productos.

Desde que su empresa nació, en marzo de 2017, Jackeline ha superado muchos obstáculos para seguir adelante. Por ejemplo, se dio cuenta de que la promoción, que realiza a través de las redes, requiere tiempo y dedicación ya que ha conseguido sus ventas sin pagar publicidad. También ha sido muy importante la comunicación con sus clientas, ya que ha creado nuevos productos gracias a las sugerencias de ellas. Las recomendaciones que hacen a sus amigos y familiares han significado un aumento en sus ventas gracias a la comunicación personal.

Al principio también enfrentó problemas con los proveedores. Que le entregaran tarde las telas podía significar que ella, a su vez, entregara tarde los productos y en su negocio los retrazos no son posibles, deben estar listos para la fecha de cumpleaños de los niños sin falta. Por eso tuvo que jugar con los tiempos para calcular un margen extra al ofrecer los productos, para no quedar mal con las clientas.

La logística fue también un reto que logró superar. Necesitaba a alguien que hiciera las rutas de entrega de productos rápido y a tiempo y conseguirlo no fue sencillo.

Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los pequeños empresarios es ganarse la confianza de los clientes. Cuando hacen pedidos personalizados necesitan que el cliente les pague el 50% adelantado, muchas veces necesitan un anticipo para poder adquirir las materias primas y conseguir que confien en ellos y les den el dinero sin recibir antes del producto no es sencillo. «Se va ganando la confianza conforme me compran y me recomiendan, si una mamá le dice a otra que puede confiar en mí, así voy ganando clientas», cuenta Jackeline.

Siempre está buscando opciones diferentes para sorpresas y regalos, ahora hace pizarras, ya que a sus gemelos les gusta mucho pintar. Antes de lanzar un producto lo prueba con sus niños, ellos le dan los consejos y las opiniones para continuar un proyecto o no.

Como suele suceder en las pequeñas empresas, Jackeline cuenta con el apoyo de su familia. Sus pequeños prueban sus productos y le dan retroalimentación, su mamá la ha ayudado desde el principio y su hermano se encarga de entregar los pedidos grandes que no se pueden enviar en moto, como los tipis, que se llevan en carro a domicilio.

No es fácil iniciar un emprendimiento propio, hay muchos obstáculos, pero Jackeline ha comprobado que, trabajando bien y escuchando a los clientes, las empresas pueden perdurar y crecer.

 

Best Energy

Como muchas pequeñas empresas, este emprendimiento ha pasado por momentos difíciles, de hecho, en la actualidad están reinventándose. Trabajan en la línea de productos saludables, como mantequilla de maní sin azúcar ni endulzantes artificiales, miel de abejas totalmente natural y proteína en polvo.

Esta empresa nació en el año 2015, cuando Juan Carlos García y su hermana buscaban productos saludables, sin preservantes artificiales ni químicos, entonces empezaron a hacer experimentos, probaron la mantequilla de maní y las barritas de proteína, a ellos mismos les gustaron mucho, luego los compartieron con familiares y amigos y  la respuesta fue tan buena que decidieron fabricarlos para comercializarlos.

Según cuenta Juan Carlos, lo más difícil, por ser alimentos y suplementos, fue el tema regulatorio, tuvieron que obtener licencias ambientales y la licencia del Ministerio de Salud; eso les tomó más o menos un año. Él conocía el trabajo, ya que había visto que en algunas plantas de producción de alimentos el proceso de autorización podía llevar hasta tres años. Además, el trámite en el Ministerio de Salud podía iniciarse hasta tener la licencia ambiental, por eso los plazos muchas veces se alargan.

Otro problema que enfrentaron fue el financiamiento. Empezaron a comprar la maquinaria y los insumos con sus propios ahorros, pero cuando estaban en mitad del proceso se quedaron sin dinero. Afortunadamente, contaron con la ayuda de su familia, especialmente de su mamá que invirtió en la empresa. Dice Juan Carlos que fue “un préstamo, pero del tipo de préstamo que hacen las mamás… no era necesario devolverlo”.

Al principio decidieron colocar sus productos en tiendas de alimentos saludables, pero descubrieron un problema: los distribuidores querían una rotación del producto demasiado rápida, es decir que, aunque la fecha de vencimiento estuviera aún lejos, pedían que se les cambiaran los que tenían, por otros más recientes. También demandaban mucha atención y como ellos mismos trabajaban en la fabricación, era difícil tener tiempo para abarcar toda esa demanda.

Entonces decidieron promover sus productos a través de redes sociales. Eso ha funcionado, darlos a conocer por internet y esperar que las recomendaciones de boca a boca hagan su trabajo.

Actualmente están planificando cómo reinventar la empresa para subir las ventas. Ha sido difícil, pero están conscientes de que las empresas como la suya requieren mucho esfuerzo, tiempo y dedicación. Son productos de buena calidad y se trata de buscar los mejores canales de distribución. Están creando nuevo contenido y van a lanzar una nueva imagen en redes sociales.

 

Lola restaurante

 

Este emprendimiento nació de un negocio familiar que tenía ya muchos años funcionando con éxito. Los padres de Lucrecia Pérez vendían refacciones y antojitos chapines afuera de su casa, a donde los vecinos acudían deseosos de saborear aquellos platillos.

Con el tiempo, la familia empezó a concretar un sueño: convertir el pequeño negocio en un restaurante, donde los clientes pudieran reunirse para comer y conversar, y a donde las personas que trabajan en empresas cercanas acudieran a la hora de almuerzo.

Entonces decidieron convertir la casa en un restaurante, pero necesitaban capital para invertir. Consiguieron un préstamo bancario y empezaron la construcción en 2019, todo estaba listo para la gran apertura en marzo de 2020, cuando ocurrió lo que nadie esperaba y la pandemia los obligó a cerrar antes de empezar. Fue muy frustrante, tener todo, por fin, listo y no poder abrir las puertas. Antes de darles el préstamo, les hicieron un estudio de mercado para determinar si el sector era adecuado y si las condiciones se daban para que pudieran tener éxito y devolver el dinero. La respuesta fue que sí, todo estaba en orden. Lo que ni el banco ni nadie podía imaginar es que un virus mundial se interpusiera en el camino.

En mayo de ese mismo año empezaron a vender almuerzos a domicilio, todavía no podían abrir, pero al menos ya estaban generando ingresos.

En 2021, cuando empezó la vacunación y el Ministerio de Salud dio un poco más de libertad para salir, lograron habilitar la terraza y se abrieron las puertas oficialmente. Conforme los permisos de Salud se fueron ampliando lograron abrir más áreas y así ir viendo el sueño cumplirse. Hoy Lola es un restaurante con un concepto diferente, clientes fieles y muchas ganas de crecer cada día más.

Su fuerte es la comida casera, su objetivo es mantener la gastronomía guatemalteca en desayunos, refacciones y almuerzos, con platillos y antojitos recién hechos.

A sus mesas acuden diariamente vecinos de la zona 7 donde se encuentra el restaurante, trabajadores de pequeñas empresas que funcionan en las cercanías y la clientela ha ido aumentando. Es un restaurante familiar, dirigido por sus papás, que tienen años de experiencia en la elaboración de los platillos guatemaltecos.

Además de la pandemia, han enfrentado dificultades en la sostenibilidad, ya que como muchos pequeños empresarios al principio se lanzaron sin conocer muchos pormenores, por ejemplo, la necesidad de tener una estrategia de mercadeo a corto plazo.

Otra dificultad que enfrentan las pequeñas empresas es la administración de los recursos, la inversión y el tiempo; en el caso de los restaurantes es un trabajo muy demandante. También deben tener en cuenta a la competencia, buscar cómo innovar, identificar por qué los buscan, si el lugar les da confianza, el sabor de la comida, analizar sus puntos fuertes y hacer un sello que los diferencie.

El trabajo en equipo es un gran reto, organizarse de manera eficiente para que cada uno cumpla sus funciones, y tratándose de un restaurante, en el que las pérdidas pueden ser rápidas debido a que se trata de productos perecederos, tienen que tomar en cuenta otros factores.

La familia Pérez  sabe, por ejemplo, que cuando hay lluvia las ventas pueden bajar porque los vecinos y trabajadores prefieren no salir. La lluvia y el tráfico también dificultan entregar los pedidos a domicilio y se retrasan. Aunque estas situaciones no están en sus manos, sí influyen en las ventas y en el servicio al cliente. En esos casos se puede echar a perder la comida, ya que no se puede vender al día siguiente. Ellos se caracterizan por vender comida fresca, cada día se prepara un platillo diferente y recién hecho. En los desayunos, por ejemplo, los huevos se preparan en el momento, al igual que las dobladas.

También han identificado los días de mayor venta, por ejemplo, en la quincena y a finales de mes, cuando las familias pueden permitirse comer fuera o pedir a domicilio. En esos días preparan tres menús y mayor cantidad de comida.

La familia han superado muchas dificultades, tienen fe en su negocio porque ha crecido con ellos, empezó como una pequeña venta de comida y ha superado pruebas como la pandemia, que hizo quebrar a muchos emprendimientos.

Redacción

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