“Es algo atípico. Desde el momento que yo fui al Cementerio General tuve problemas: estaba restringido el ingreso y tuve que dar explicaciones del porqué la urgencia, dado que mi papá acababa de fallecer. Me fui al funeral a cancelar y pagar toda la documentación correspondiente para el servicio. Una de las cosas que más nos afectó a todos es que se nos pidió que no acompañáramos el cuerpo de mi padre. Tuvimos que dejarlo allí esa noche.”
Esa es la voz de Francisco Gutiérrez, de 56 años, cuyo padre falleció el 24 de marzo, en plena cuarentena y bajo toque de queda. Ya pasaron 9 semanas desde la despedida, así que este vendedor de carros comparte cómo su familia veló y enterró a su padre en medio de las restricciones de la pandemia. En Guatemala y en el mundo entero, los funerales, ritos esenciales en toda cultura para despedir a los seres amados, cambiaron de manera drástica.
Ericka Maldonado, gerente de Homenajes de Capillas Señoriales, funeraria que celebra unos 30 sepelios semanales, contó que ya no realizan velorios. Y la Funeraria López, que presta servicios a un promedio de 5 funerales a la semana, explicó que, aunque permiten velar, solo pueden estar 10 personas en la capilla.
La familia de José Franco enterró a la abuela materna apenas una semana después de impuesto el toque de queda en marzo, cuando la ciudad se apagaba a las cuatro de la tarde. El joven de 29 años cuenta que debieron velarla en la habitación de ella, a donde los hijos y nietos fueron a abrazarla y contemplarla:
“Comenzado el toque de queda, llamamos a la funeraria, vino a traer los papeles esa misma noche. No se la podían llevar por problemas de papelería. Hasta el otro día, tipo 6 de la mañana dijeron que iban a venir, después dijeron que tenían que ir a hacer cola al RENAP, se tardaron bastante, vinieron como a las 8 de la mañana y ya fue que se la llevaron.”
Ni la familia de Franco ni la de Gutiérrez contaron con los servicios que pagaron para un funeral normal. Gutiérrez preguntó si podían descontar el costo de capilla y alimentos, pero no lo concedieron.
La gerente de Capillas Señoriales cuenta:
“Las personas pueden usar sus contratos, ¿qué es la diferencia, qué se está dando? pues sí, las personas no pueden utilizar la alimentación, pero todo lo demás se les está prestando. Las personas que tienen su contrato las estamos apoyando en la forma de pago y hay contratos o servicios para adquirir directamente la emergencia con los servicios únicos que se tienen que hacer: el traslado, trámites legales, el cofre, todo eso sigue incluido. Si solo se quiere el contrato con los servicios básicos, es un precio más económico.”
En los cementerios las prohibiciones no son diferentes. En Las Flores, solo 10 familiares pueden ingresar al entierro y deben usar mascarilla. Los niños y ancianos tienen prohibida la entrada.
Las normas se leen fácil, pero no se viven así. Gutiérrez recuerda:
“Al día siguiente, nos dirigimos al cementerio en el cual había mucho control, mucha restricción de tiempo: en 20-25 minuto querían que se resolviera todo. Lo limitan a uno diciéndole que se apure: que ya no tenemos tiempo y que no podemos tardarnos más.”
Y allí también toca decidir: ¿quién participa en el entierro?:
“Tuvimos que tomar decisiones de quienes atendieron a mi papá en sus últimos días y por haber ayudado se les dio la prioridad para que pudieran entrar, porque no podíamos entrar a todo mundo.”
Eso ocurrió con la familia de Franco:
“Nosotros estábamos afuera del cementerio en la carretera, entraron mis tíos, después entramos nosotros y ya para el entierro entraron ellos directamente.”
Ante las restricciones de pandemia, Maldonado cuenta que en Señoriales establecieron nuevas dinámicas: el duelo lo trasladan al mundo digital con videoconferencias y la funeraria ofrece homenajes vehiculares.