Vamos hacia la campaña más plagada de demagogia y promesas festinadas de todos los tiempos. Y en Guatemala tenemos experiencia en la materia.
¿Recuerda usted cuando Manuel Baldizón además de ofrecer llevar a la Selección Nacional de Fútbol al Mundial prometía un bono 15 y rifaba moticicletas en la tarima? Ha habido quien ha rifado también un colazo en helicóptero. Pues bien. Aquello parece hoy apenas el inicio de las ofertas.
Por ofrecer, los precandidatos lo prometen todo. Desde parecerse a Nayib Bukele (como Zury Ríos) y actuar con mano dura o super dura frente a los pandilleros, hasta ejecutar con entusiasmo apenas disimulado a cuanto supuesto maleante se ponga enfrente (como Roberto Arzú, quien también promete meter a la cárcel a Alejandro Giammatei y a Miguel Martínez). Desde el Bono de Semana Santa (que ya ofreció Carlos Pineda pero que la Unidad Nacional de la Esperanza de Sandra Torres se apresuró a arrebatarle en el Congreso), descontable para los empleadores del Impuesto Sobre la Renta, hasta energía eléctrica gratuita y becas mensuales para asistir a la Universidad repartidas a mansalva.
Los opositores prometen y prometen y prometen.
Pero la vida es bella para los oficialistas que gracias a su manejo del presupuesto no tienen que limitarse a ofrecer sino a la vez pueden entregar. Por eso el Ministerio de Desarrollo se empeña en comprar, sobrevaloradas, gran cantidad de láminas para repartir entre los potenciales votantes de los oficialistas. Y los alcaldes planifican gozosos decenas de proyectos que se entregan a constructores -siempre amigos cercanos de un diputado o del jefe municipal-. No por nada se aprobaron a toda prisa más de Q3.1 millardos en fondo públicos para ese propósito.
Las elecciones de 2023 estarán marcadas bajo el símbolo de la demagogia y el populismo -además del robo de cada día- con lo cual se procura ocultar algo que resulta demasiado evidente:
Los políticos nacionales en general carecen de una visión de país que ofrecer a sus votantes. Se empeñan en prometer las ocurrencias más festinadas pero sin duda muy cercanas a la emoción y al ánimo de los electores porque carecen de una propuesta de transformación para Guatemala. No saben cómo.
Esta es la caricaturización de la política para prolongar el expolio de fondos públicos como razón de ser del ejercicio del poder. La certeza de los políticos que el país no volverá a ver procesos anti corrupción en contra de uno de ellos mientras la actual Fiscal General permanezca en el cargo, basta y sobra para alentar su carrera sin freno.
Prometen de todo con tal que las cosas sigan exactamente igual a como están ahora. Saben que les resultaría mucho más difícil persuadir a los votantes con una propuesta seria, que requerirá acuerdos entre las mayorías, esfuerzos grandes y mucha inversión de parte de los propios ciudadanos, para transformar el país en un sitio de donde no quieran huir la mayoría de sus habitantes. Es un lugar común recordar el discurso de Winston Churchill a los británicos ya en plena Segunda Guerra Mundial. “Sólo puedo ofrecerles sangre, sudor y lágrimas”.
Hay un solo partido que hasta hoy marca diferencia con respecto a la diarrea de promesas populistas de los demás. Este es el Movimiento de Liberación de los Pueblos que propone prácticamente dinamitar el sistema político económico actual y construir uno nuevo. Pero su propuesta resulta demasiado atemorizante para muchos porque es vaga, no concreta los mecanismos a utilizar ni ofrece certeza de que la búsqueda del paraíso no nos acerque más pronto al infierno en lugar de alejarnos del actual purgatorio en el cual viven las mayorías.
De manera que lo más probable es que alguno de los merolicos que lo prometen todo termine imponiéndose a sus competidores y se encuentre a principios de 2024 listo para asaltar el poder. Entonces veremos los ciudadanos cómo sus promesas se hacen agua excepto aquella de la riqueza instantánea para ellos y para los suyos. El verdadero motivo del poder en Guatemala.