Hay quienes ven una suerte de victoria gubernamental en la aprobación de la ampliación presupuestaria de más de Q14 mil millones. Yo, contrariamente, veo un chantaje consumando, al que evidentemente se han prestado las autoridades actuales.
Supongo que los que muestran fe en tal “éxito legislativo” son, mayoritariamente, los mismos que proyectaron un visión idealista en relación con el triunfo electoral de SEMILLA, sin advertir el análisis más detallado que otros hicieron, lo que dio como resultado que una vez iniciada la legislatura no tuvieran incidencia en el Congreso, a pesar de las artificiosas expectativas que crearon.
Los diputados -tanto hace un par de semana como esta- votaron por la ampliación presupuestaria porque la mayor parte del dinero va a parar a los diferentes feudos que controlan, lo que les beneficia y les permite contar con una fuente de ingresos a través de constructoras y proveedores afines o propios. La mayoría de ellos estuvo de acuerdo, no porque la propuesta del gobierno les parezca digna de ser tenida en cuenta, sino porque es la única forma con la que cuentan para hacerse con fondos privativos que luego manejarán indirecta y antojadizamente.
Votaron por la aprobación los mismos partidos y diputados que votaban con Jimmy Morales y Giammattei, para también conseguir prebendas. A veces de forma directa y descarada, pero otras tan sutilmente como lo hacen ahora, aunque la interpretación de muchos críticos de antes se traduce ahora en alabanzas, por una inexplicable metamorfosis en la apreciación de lo que hacen “los amigos”.
Los optimistas consideran un triunfo lo acordado, porque en el fondo es lo único que pueden mostrar como exitoso, a pesar de ocho meses de gobierno, y se aferran a esa “victoria” como algo trascendente que puede cambiar el país, pero creo que se equivocan nuevamente. Si no han sido capaces de gastar lo presupuestado a la fecha, difícilmente podrá hacer una distribución de los nuevos recursos con la efectividad esperada.
La falta de acuerdos programáticos y la no coincidencia de las distintas bancadas en otros temas que no sea el dinero, hace que no haya sobre la mesa nada para aprobar. Es por eso por lo que no se escucha hablar de negociaciones para el presupuesto 2025, integración de la futura mesa del Congreso o temas relacionados con la aprobación de leyes como la de competencia o la modificación a la orgánica del MP. Los acuerdos regresarán cuando quieran sacarle algo al Ejecutivo -dinero naturalmente- y se abandonan mientras no sea necesario contar con el oficialismo.
Unido a lo anterior, que focaliza el poder en grupos fuera del gobierno, aquel sigue mostrando signos de incapacidad e improvisación al contratar a neófitos como asesores ministeriales, lo que seguramente será perdonado por esos otros honorables en la medida que ellos cuenten, también, con su cuota de poder, como un privilegio de elites que se otorgan en esas negociaciones. Antes le denominaban plazas fantasma, ahora asesores sin cualificar, y cada vez afloran más a la luz pública.
Y es que la obnubilación sigue afectando la mente de muchos que, lejos de ser incapaces de entender la realidad, se refugian en la ideología o en necedades que no quieren dejar de reconocer, a pesar de los hechos evidentes, y de que el espejo ya les dijo “quien es la más bella de todas”. Entiendo que para algunos es difícil escapar de la frustración de una esperanza cercenada por múltiples motivos en los que la incapacidad, la falta de carácter, la inacción, la soberbia, la ausencia de una estrategia clara y definida y la carencia de cuadros capaces de llevarla a cabo, muestran cada día que no hay mucho por hacer más que volver a quejarnos y ver como se escapa otra oportunidad de cambiar las cosas.
El escenario más probable y preocupante, es que quedan varios años en los que el gobierno seguirá sometidos al chantaje y no les quedará de otra que asimilarlo, porque lo que no se endereza en las primeras etapas más tarde hay pocas esperanzas de que ocurra.
Se acabó el discurso, y la práctica política nos regresa nuevamente, de un bofetón, a la triste realidad nacional.