Yo pensaba que la crisis real iba a venir con las elecciones de 2024. Que ante la frustración por cuatro años sin respuesta a sus problemas más apremiantes y ante el previsible esfuerzo por impedir de nuevo la participación de cualquier fuerza política que proponga la menor reforma para el sistema del país, se iba a desencadenar la protesta.
Pero el gobierno del presidente Giammatei y los diputados de todos los partidos de derecha en el Congreso han demostrado que no se necesita tanto tiempo. Con diez meses basta.
La crisis económica generada por el Coronavirus, los efectos de dos tormentas consecutivas y la notoria incapacidad del Estado por dar respuesta eficaz a los damnificados, generaron condiciones. Pero fue la aprobación del presupuesto más abultado, con el mayor nivel de deuda de todos los tiempos y orientado a destinos clientelares y corruptos lo que ha puesto al borde de la ingobernabilidad al país.
A la protesta ciudadana le da oxígeno la represión policiaca. El recurso del miedo contra la amenaza bolchevique que se expresa en el incendio parcial del edificio del Congreso no parece funcionar. Hay más gente que sospecha de una treta de las fuerzas policiales al permitir el ataque contra ese Palacio que gente dispuesta a condenarlo. Excepción hecha de la cúpula empresarial, claro.
El presidente Giammatei ha quedado con poco margen de maniobra. La protesta difícilmente va a ceder y es improbable que la reducción cosmética del Presupuesto 2021, concertada con los pocos grupos que se arriesguen a bendecir el pago de los favores a los diputados pro oficialistas con fondos públicos, conjure la crisis.
Al Presidente le va quedando una sola salida. Y consiste en el viraje en U.
Vetar el Presupuesto, divorciarse de la alianza perversa que construyó en el Congreso en la que transa gobernabilidad a cambio de enriquecimiento de diputados y sentarse a negociar una agenda legislativa de interés nacional. Después concertar la recomposición del Presupuesto 2018 (sin los fondos extraordinarios que obtuvo en 2020) para que le sirva en 2021.
El Presidente tendrá que garantizar mediante un mecanismo a prueba de fuego (que no es esa Comisión suya contra la Corrupción) que los fondos de obra pública y los destinados a Consejos de Desarrollo se administrarán escrupulosamente bien.
Y tendrá que financiar mejor a la Salud Pública y a la Educación como parte del acuerdo.
De otra manera, Alejandro Giammatei no sólo hipoteca en el corto plazo su futuro como gobernante sino arrastra consigo al sistema entero.
La crisis real de este modelo perverso, la que se empezó a incubar cuando se expulsó a la Cicig, cuando se manipularon las elecciones para impedir la candidatura de Thelma Aldana y se propició el crecimiento hasta niveles impensables de la opción antisistema de Codeca, ha llegado más temprano de lo esperado.
10 meses y centavos.