Al presidente Alejandro Giammattei, a Miguel Martínez y a sus aliados les interesan dos cosas en orden de prioridad: proteger su fortuna recién creada y que no les persigan por sus robos. Ya luego, si la bendición fuera mucha, seguir robando.
Consuelo Porras en la Fiscalía es su mejor garantía de impunidad. Las Cortes aliadas la protegen a la hora de socavar la futura Presidencia de Bernardo Arévalo y, sin embargo, con la protesta ha quedado claro que la población no aceptará el Golpe. La autocracia guatemalteca se blinda legalmente, pero enfrenta un muro insalvable en la población: tendrá que entregar el Ejecutivo.
El presidente Giammattei apuesta a que la prolongación de la protesta le generará desgaste a su sucesor y a las autoridades ancestrales. Bernardo Arévalo llegará con descrédito y las manos atadas a dirigir el Ejecutivo, según sus planes. Consuelo Porras será su espada de Damocles durante dos años. Quizá luego los diputados pro corrupción aceptarán desaforarlo antes de elegir al nuevo Fiscal, pero eso aún está por verse.
La organización de los 48 Cantones se ha convertido en el protagonista político más relevante del país en mucho tiempo. Su liderazgo y su convicción han emocionado a muchas personas, que la emulan con entusiasmo, pero se encuentra ante un trance muy complejo.
Dada la negativa de Consuelo Porras a renunciar, los 48 Cantones podrían sufrir desgaste por la prolongación de la protesta. Pero a ellos no les importa mucho eso de la imagen. Actúan como comunidad y no dependen de votación popular alguna.
Sus líderes requerirán de mucha habilidad para hacer evolucionar la protesta, a manera que logre mantener una presión efectiva sobre el modelo político y económico del país, y evitar que se le satanice en el corto plazo.
Sin embargo, los 48 Cantones y las autoridades ancestrales en su conjunto ya tienen dos logros importantes que contar. Le ha marcado el límite a la Fiscal General y a la alianza del poder autoritario y les ha obligado a aceptarlo como un protagonista de la vida pública con quien el Presidente se reúne de tú a tú en la Casa Presidencial ante un mediador internacional.
En la Guatemala de la segregación y el racismo eso no es poca cosa.
Ellos hoy persiguen la renuncia de la Fiscal General y la recuperación de la democracia, un objetivo que comparten coyunturalmente con el Movimiento Semilla, pero sus intereses van mucho más allá de defender la llegada de un gobierno libremente electo al poder durante 4 años. Los pueblos indígenas exigen el rol que les corresponde en un país donde representan a la mitad de la población, la inversión pública que eso amerita y una compaginación del sistema político y jurídico nacional con sus propios usos y costumbres.
Los grupos de pobladores urbanos, como los vecinos de la colonia Bethania, que han resistido en la protesta, en cambio, responden a un interés más focalizado: expulsar a Consuelo Porras. Y aunque han cobrado conciencia de su poder como colectivo, es menos probable que puedan sostenerse por mucho tiempo más en esa dulce insurrección que hoy protagonizan. Es sorprendente cómo la protesta ha despertado además intereses comunitarios, como el de los vecinos de Zaragoza, Chimaltenango, que hoy reclaman el agua que se envía por medio del acueducto Xayá Pixcayá al departamento de Guatemala.
Sin duda, la protesta hace emerger a otro país.
Por último, a Bernardo Arévalo y a su partido les interesa gobernar, que les entreguen el poder y ejercerlo, según su visión política. Pero carecen de liderazgo real sobre la protesta como para ponerle fin o hacerla adaptarse para reducir el desgaste que les causa.
Arévalo se va a desgastar en el curso de la protesta, sin duda, pero su victoria en las urnas está mejor defendida gracias a las manifestaciones y bloqueos de carreteras que si no se hubiera dado. Arévalo llegará al poder y desde ahí arrancará otra historia.