Juan Francisco Solórzano Foppa, hijo de antiguos guerrilleros, criado en Cuba, convertido en abogado por la Universidad Landívar, el fiscal anti pandillas (anti extorsiones en realidad) más valiente y efectivo que ha conocido el Ministerio Público y el cobrador de impuestos impagos más exitoso de todos los tiempos, está de nuevo en prisión. Él mismo se encaminó hacia el juzgado de donde emanó la orden para aprenderlo y declaró, sin ningún remilgo, que permanecerá en la cárcel el tiempo necesario.
La primera vez que fue capturado con una acusación desproporcionada, intentándole atribuir delitos de criminalidad organizada por un acta de constitución de partido plagada de imprecisiones y una falsedad, permaneció 23 días tras las rejas. Estrenó las mínimas celdas entonces recién construidas en Mariscal Zavala. Se vio asediado por notorios criminales que hoy hacen campaña a favor de Zury Ríos. Solórzano Foppa sabe lo que es la prisión y sabe cuánto ansían sus enemigos refundirlo ahí. Sin embargo, decidió permanecer en Guatemala.
Más aún, cobró ánimos para asumir la defensa de Jose Rubén Zamora después que el primer equipo de abogados del Presidente de elPeriódico fuera criminalizado por el Ministerio Público con la alegre complicidad de las cortes. Sabía perfectamente además, que al segundo abogado a cargo de la defensa de Zamora se le amenazó con vaciarle de casos su bufete y con retirarle la licencia como abogado extranjero para ejercer en Guatemala. Por eso abandonó el proceso. Solórzano Foppa no se arredró y aceptó defender al cliente que, junto a Virginia Laparra, representa la presa mayor de la tiranía corporativa de Guatemala decidida a desanimar a quienes quieran investigar y juzgar los delitos vinculados al abuso de fondos públicos y el enriquecimiento ilícito de los gobernantes. Alejandro Giammattei es el gerente de turno de esa tiranía. Su sucesora será designada el 25 de junio próximo. A menos que el desafío de Foppa y quienes piensan como él lo impida.
Foppa también decidió retar al sistema (pro impunidad para la corrupción) al aceptar la candidatura a la alcaldía metropolitana de Guatemala. Y de forma instantánea empezó a puntear en las encuestas. No por otra razón que por esa personalidad suya asumida como desafiante del poder constituido. La alianza gobernante logró excluirlo fácilmente, pero Solórzano Foppa encontró otra forma de mantener vivo el desafío. Su nombre, seguiría apareciendo en la fórmula que compite por la alcaldía. Su voz seguiría siendo escuchada y su nombre identificado como el de quien no se cansa de hacerle frente al sistema.
Su nueva captura procura en medio del proceso electoral (el más desacreditado desde el inicio del proceso democratizador) ponerle freno al crecimiento de su popularidad. Es previsible que logre lo contrario.
La suspensión de la primera audiencia de la acusación que ahora se le formula (presunta presentación de prueba falsa a favor de Zamora y patrocinio infiel, por representar a su socio de bufete), procura forzar su permanencia en la cárcel hasta sepultarlo. Pero Foppa está lejos de darse por vencido. Cada vez que lo llevan a tribunal, cada vez que le ponen un micrófono al frente, vuelve a renovar su desafío.
Y les recuerda a sus carceleros que les obligó a pagar los impuestos que rehuían pagar. Y les repite que no les teme y que no lo derrotan con la cárcel. Él está dispuesto a enfrentarlos aunque ellos que ni siquiera den la cara y usen a sus esbirros y a las instituciones del Estado para, sin éxito, tratar de aplastarlo.