Aguantar la respiración
El gobierno de Guatemala ha librado bien el maremoto ocasionado por la llegada de Donald Trump. Pero quién sabe cuánto durará esto.
Publicado el 21 Feb 2025

En una semana, Donald Trump le ha dado un vuelco entero al mundo. Sin exageraciones. Ahora Rusia es el gran amigo, Ucrania es la nación agresora, los viejos aliados europeos son unos debiluchos humillables, Canadá no merece la amistad de Washington, sino someterse a sus mandatos y vuelve a ser legítimo aspirar a territorios y riquezas ajenas por el simple hecho de ser fuerte y poderoso. Si Zelensky es ahora considerado un autócrata y Putin el epítome de la democracia, pues mucho ha cambiado en 30 días.

Estados Unidos es temido, no es más el líder del mundo democrático.

En estas circunstancias nadie, excepto el zar de Rusia y Benjamin Netanyahu, tienen su futuro garantizado. Ni siquiera Taiwán. Una vez instalada y produciendo la industria de microprocesadores en territorio continental estadounidense, la suerte de la isla quedará a la deriva.

Pero más allá del ancho mundo, las cosas en nuestra región tampoco son predecibles.

El régimen de Bukele se ha postrado a los pies de Trump, de Musk y de Rubio ofreciendo sus cárceles y cuanto al nuevo emperador se le antoje, pero esto no le ha valido un trato diferenciado de la Metrópoli.

Costa Rica recibe ya vuelos de migrantes de la India, indeseados en Estados Unidos. Panamá, que se ha inclinado hasta mostrar sus gemas, mantiene prisioneros en un hotel con aire acondicionado a migrantes de diferentes países expulsados de la tierra prometida, en espera de que Washington financie los vuelos de salida.

Visto lo visto, a Guatemala le ha ido menos mal que a la mayoría.

Los vuelos de migrantes no han aumentado con respecto a la era Biden. Las remesas crecieron por encima del 20 por ciento en el primer mes de Trump. Y aunque el gobierno de Bernardo Arévalo ha debido aceptar una condición semejante en materia de recepción de migrantes expulsados a la del resto de la región que se esfuerzan por no irritar a Washington, hasta ahora no le ha tocado recibir a estas personas.

Una mezcla de extraña bendición de la Providencia, con habilidad diplomática y un plan bien estudiado y mejor ejecutado, le ha valido al país no solo librarse en las primeras de cambio del maltrato, sino incluso abrir la posibilidad de beneficiarse hasta algún punto.

Fue providencial que el Departamento de la Defensa de Biden pusiera sus ojos en Guatemala (tan lejos de Beijing y ya no tan cerca de Taipéi) para estudiar un paso interoceánico como complemento y alternativa a Panamá y Tehuantepec.

Es un milagro que tanto el Departamento de la Defensa de Trump como el Departamento de Estado de Marco Rubio estén interesados en concretar el proyecto.

Pero nada asegura que la vida siga siendo bella o menos fea para Guatemala en comparación con el resto de países que Trump solo puede ver como vasallos de poca monta.

Marco Rubio ha sido clave para Guatemala y el gobierno de Arévalo. Es un cuadro del partido republicano que actúa con cierto apego a las antiguas normas democráticas.  Su posición como Secretario de Estado es sólida hoy, pero puede dejar de serlo en la medida en que muestre discrepancias con el nuevo orden que Donald Trump quiere establecer. Y ya hay atisbos de eso. Rubio no se muestra enteramente feliz con re fortalecer a Rusia, a quien Trump le otorga un triunfo militar que estuvo muy lejos de obtener en el terreno. Al levantarle las sanciones económicas impuestas por Biden, la fortalecerá aún más. Los enviados de Rubio discuten con el resto de países del G7 para evitar que la declaración del aniversario del ataque de Rusia a Ucrania presente al régimen de Putin como el agresor. Pero no parece feliz de hacerlo. Se esfuerza en privado por convencer a los europeos de que Washington sigue confiando más en ellos que en Moscú.

Es difícil así prever por cuánto tiempo más va a ceder Rubio a la nueva visión de Trump sin llamar a todo esto una locura. Y es difícil predecir igual cuánto variará la visión que en Washington tienen de Guatemala si Rubio sale del gobierno y vuelve al Senado.

Quizá Trump se incline entonces para el Departamento de Estado por uno de esos cuadros que el cabildeo pro impunidad para la corrupción guatemalteca ha cultivado con esmero. Un Richard Grennell, por ejemplo. Y entonces sí empezaría Cristo a padecer.

Juan Luis Font

33 años de hacer periodismo, reportear, conducir, fundar y dirigir medios.

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Sobre Juan Luis Font

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