La laicidad y el arco del triunfo
La hipocresía de nuestros líderes, que utilizan el nombre de Dios para justificar sus intereses personales mientras ignoran los verdaderos problemas del país, refleja una crisis moral y política.
Publicado el 15 Ago 2025

Estos diputados parecen no tener fondo ni límites en su capacidad para cometer errores, amañar procesos y hacer tonterías. Justo cuando uno cree que no pueden sorprenderle más, vuelven a impactarnos con su creatividad, propia de insolentes, incapaces, perdidos y frustrados, y muy alejados de quienes deberían tener buenos deseos para la ciudadanía que, equivocadamente, los ha colocado ahí.

Recientemente, aprobaron, en un movimiento de urgencia nacional y por mayoría cualificadas -ciento y picos de votos-, la celebración del Día de la Biblia, como si eso fuera un evento crucial para el país. Con esta decisión complacieron a un sector de pentecostalistas que diariamente engañan a un grupo de creyentes que espera milagros y promesas, sin lograr discernir que son solo ilusiones de magos de la palabra.

A lo largo de la historia, se han cometido muchas atrocidades en nombre de Dios, y lo malo es que continúa. La constitución de Guatemala, por ejemplo, comienza invocando su nombre, posicionándolo como una figura que inspira y sustenta un texto que, francamente, deja mucho que desear; algo muy similar a lo que ocurría en la Edad Media con aquella suerte de unión artificial ente el Papa -representante de Dios- y el emperador quien simbolizaba el poder terrestre.

Un enfoque más inclusivo podría haber sido conmemorar el “día del espíritu religioso”, abarcando a todas las creencias y dejando de lado a agnósticos y ateos, quienes legítimamente podrían haber criticado tal movida, como corresponde en un Estado laico.

Es curioso cómo en un país en el que se organizan desayunos de oración, tienen a Dios en la boca para cada introducción de eventos, inicios y despedidas en discursos, justificación de vida, y se llenan las iglesias, cuenta con altos índices de homicidios, abusos de menores, corrupción y, en general, falta de respeto al prójimo. Únicamente queda como explicación la marcada y elevada hipocresía nacional, aunque agradecería escuchar otras razones, pero esta parece ser la más clara, y probablemente la única.

La incapacidad para abordar problemas graves como la desnutrición infantil o mejorar el marco legal existente en muchas áreas, muestra lo lejos que están estas autoridades de comprender sus responsabilidades. A pesar de la pobreza en el país, los honorables representantes se subieron el sueldo y, en su infinita sabiduría, presentaron de urgencia una moción para celebrar el Día de la Biblia ¿Habrá un mayor contrasentido que alabar a Dios y despreocuparse del deber con sus semejantes? Es difícil saber si reír, llorar o simplemente frustrarse ante semejante desfachatez. Si existiera una divinidad justa, uno esperaría que estos individuos paguen caro por sus acciones, sin esperar siquiera al “juicio final”, sino más bien un juicio que le ponga final a esta perversidad. La hipocresía de nuestros líderes, que utilizan el nombre de Dios para justificar sus intereses personales, mientras ignoran los verdaderos problemas del país, refleja una crisis moral y política.

Usan el nombre de Dios de forma vil, para beneficio propio, y sin ningún pudor. Creen tener derecho a manipular a un Ser asociado al amor y a la bondad, en función de sus sucios intereses. Pronto justificarán cualquiera de sus innobles acciones en nombre de Dios, en lugar de emplear argumentos racionales que es lo que requiere la política, como acción humana.

La situación del país refleja quiénes somos realmente: votantes que elegimos a estos personajes y no tenemos el coraje para expulsarlos, resignándonos a una «prudencia» que en realidad es cobardía, mientras destruyen todo a su paso. Es preciso recodar aquello que alguien dijo: “Cuanto votas o te asocias con criminales no eres una víctima, sino uno más de ellos”.

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Pedro Trujillo
Pedro Trujillo

Socio fundador de ConCriterio, S.A., empresa de generación de contenidos periodísticos. Profesor universitario y conductor de radio y TV

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Sobre Pedro Trujillo

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