Es innegable que el gobierno enfrenta obstáculos por parte de instituciones y grupos que complican su gestión. No obstante, hay que aceptar que también carece de la necesaria capacidad de gestión eficiente y habilidad política. Desde su llegada al poder, se ha observado una pérdida de dirección, motivada por un entusiasmo desmedido que ignoraba los datos reales que los ciudadanos le otorgaron en las urnas. La dirección del partido fue mal gestionada y opacada por alegrías que minaron su -escaso- peso político, mientras ciertos medios y entusiastas distorsionaban una realidad que finalmente se impuso.
A nivel local, el partido cuenta con una mínima representación municipal, que se traduce en solo uno o dos alcaldes, y apenas un 14% del Congreso, lo que confirma su limitada influencia. En este contexto, la percepción de que el papel de ciertos grupos indígenas fue más crucial para el sustento de la democracia que el del presidente mismo resuena con fuerza. Y en política es sabido que la percepción generalmente supera a la realidad, moldeando la opinión pública y las dinámicas de poder
Con el tiempo, la popularidad del presidente ha disminuido considerablemente, a pesar de que no se publican encuestas, algo que podría parecer contradictorio en un gobierno que se proclama transparente. Además, el partido SEMILLA se ha visto fragmentado, como reflejo de la ambición política juvenil no canalizada adecuadamente. Los relevos en posiciones ministeriales han sido frecuentes, con ceses y dimisiones ante la falta de explicaciones, generando un caldo de cultivo en el que se percibe la ausencia de críticas constructivas. Y las numerosas contrataciones a dedo, vistas como discrecionales, han sido justificadas de diversas maneras tanto por miembros internos del partido como por acólitos deslumbrados.
Cómo era de esperar, durante el segundo año de gobierno, las complicaciones se han intensificado. El Congreso ha tomado una posición más decisiva en la dirección política del país, revelando poseer más del umbral de 105 votos necesarios para legislar y decidir sin importar el tema. Sin embargo, este dominio es frágil y los consenso actuales podrían no mantenerse siempre. La oposición, demostrando habilidad política, tomó como propias las propuestas de gasto rápido y asignaciones presupuestarias para los municipios. Estas medidas, originalmente planteadas por el gobierno y el ministerio de finanzas, han sido reformuladas para permitir la ejecución del presupuesto 2025 destinado a los CODEDES y prorrogarlo al 2026, una suma importante aprobada el año pasado y no ejecutada. La rapidez en la aprobación de urgencia nacional limita la capacidad del oficialismo para negociar otros acuerdos que se aproximan. Por despreciable que algunos puedan considerar a la oposición, no se puede negar que el gobierno carece de esa habilidad -o astucia- política mostrada por aquellos.
Ahora el presidente se encuentra en una encrucijada: mantener una norma impopular, mayoritariamente rechazada por parte de las organizaciones, o vetarla, lo que implicaría un enfrentamiento directo con el Congreso y una contradicción respecto de las propuestas de sus propios diputados. Esta decisión, con grandes repercusiones políticas, resalta una percepción pública de falta de acción gubernamental, atribuida a la dejadez y a la falta de liderazgo.
A pesar de estas vicisitudes, el gobierno ha logrado implementar medidas como becas, subvenciones y créditos, acciones de reparto de dinero público que reflejan las políticas propias de una socialdemocracia, a la que el presidente se adscribe en una entrevista recién publicada. Sin lugar a dudas, este enfoque distributivo y asistencialista plantea serias preguntas sobre el futuro político del gobierno, especialmente en áreas en las que el avance es insignificante o inexistente.
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