Recientemente se supo de una encuesta realizada por Cid Gallup sobre diferentes temas, aunque fundamentalmente de la percepción que se tiene del gobierno y de otros personajes de la política. El presidente Arévalo salió mal; muy mal; preocupante y escandalosamente mal.
Aun así tiene un grupo de incondicionales que son capaces de leer inexistentes números para afirmar que los resultados publicados no son tan malos, e incluso deducir que mejoró. Hay que echarle ganas, cara y, sobre todo, ser negacionista. Otro grupito, que en ocasiones lo integran los mismos, salió a criticar al mensajero -la encuesta- y también al cartero -la consultora que la elaboró- en un afán por descalificar resultados más que evidentes, y sustancialmente sentidos.
Hace unos meses se filtró también una encuesta que no fue visible porque, se supuso, que los resultados eran muy malos. Ahora, en el récord de esta publicación, se puede corroborar aquello otro que con igual énfasis y entusiasmo ideológico se quiso negar, y que se ocultó para no bajar de sopetón la esperanza que se había puesto en quienes dicen gobernarnos, aunque no saben, no quieren y no pueden. Me da que habrá que reconfigurar a aquellos tres micos tradiciones, pero con estos nuevos verbos.
En el estudio, la fiscal general es la que cuenta con mayor porcentaje de opiniones desfavorables (59), aunque muy alejada de aquel casi noventa por ciento que repetían y repetían, como la canción de la mayonesa. Lo preocupante es que le sigue el propio presidente (57) y ese pisotón en el juanete si dolió porque no era de esperar un fracaso tan estrepitoso en tan poco tiempo. De la era democrática guatemalteca únicamente le gana por tres puntos Giammattei. Nadie había salido tan mal en apenas dos años de mandato, y eso si debe haber sido un colirio dilatador para los acérrimos defensores de SEMILLA, aunque necios y contumaces siguen no queriendo verlo ¡Quien por su gusto muera, que lo entierren parado!, dice el refrán.
Los encuestados opinan que tenemos a una buena persona de presidente, una suerte de Santa Claus tropical, pero que no resolverá los problemas (81%), que no hace administrativamente nada (64%), que todavía los diputados lo hacen mejor que él, ¡eso debe de doler mucho!, y que hay alta preocupación por la inseguridad, la economía, las necesidades básicas del hogar y el costo de la vida.
El presidente, al enterarse, y como buen político, culpó a otros, como suele hacer. Al final las encuestas están mal, y con justificaciones sobradamente conocidas, iniciaremos en breve en el tercer inútil año de gestión.
Yo no sé si nos merecemos esto, aunque con frecuencia me late que sí. Tenemos los gobernantes a los que nos parecemos: un tanto inútiles, cobardones, acomodados, miedosos, nada decididos y siempre esperando que otros hagan lo que no nos atrevemos a hacer, aunque buscamos la justificación adecuada. Es natural que elijamos en la manada a quien más de todo lo anterior tiene, y de esa cuenta nos aparecen los Arévalos, los Portillos, Los Giammatteis o los Jimmys, acompañados de su excelsos binomios vicepresidenciales que, ¡cómo no!, complementan los defectos de los que los titulares carecen.
El resto, la mara, el pueblo, los ciudadanos…, también buscamos nuestra justificación diaria y le echamos la culpa a quienes nosotros elegimos. Una suerte de contratar al cocinero para luego quejarnos del menú que nos pone por delante ¡Ah, y nos lo creemos!
Un marxista convencido, de esos de libro y manual, me confeso días atrás, en un debate amigable: creo que no tenemos solución, lo que no le reforcé, pero me parece, ahora que lo medito, que llevaba toda la razón.
La “buena noticia” es que en el 2026 y 2027 tendremos la oportunidad de volver a elegir de igual forma, y por lo tanto a otros similares y tendremos carne fresca para seguir quejándonos -¡con razón!- un periodo más de tiempo.
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