Para muchos que no llegan a los 50 años, el despliegue militar norteamericano en El Caribe es algo inusual, y quizá no terminen de entenderlo. Después de la invasión de Panamá, en 1989, no ha habido en el continente operaciones militares de relevancia lideradas por los norteños. Sin embargo, cuando la maquinaria militar de la época se puso en marcha llegó hasta sus últimas consecuencias, y es que quien pretende liderar el mundo no puede hacer amagos o tener indecisiones y debilidades políticas, espacios que precisamente utilizarían sus enemigos.
Si la determinación del republicano Busch -en aquel entonces- pudo desarticular el peligro de narcoestado que se crecía sobre Panamá, me queda claro que Trump no será menos, aunque las lecciones históricas se olviden. Algo similar ocurre en Israel: quien ataca a sus ciudadanos o pone en peligro su seguridad es, simplemente, anulado.
Estamos a casi dos meses de conmemorar aquel evento panameño, que fue en la antesala de la Navidad, pero como ya sabemos que el dictador caribeño suele iniciar en Venezuela esas fiestas con adelanto de muchas semanas, es posible que no haya coincidencia de fecha, aunque sí de momentos.
Hay países que tienen una visión realista de la política y utilizan el poder (el duro cuando es necesario) para dejar claro que no se pueden sacar los “pies del tiesto” con la arrogancia que emplean dictadores, autoritarios y otros monigotes de la política, y Maduro es la mejor referencia de todas esas nefasta cualidades, además de la de usurpador, torturador y asesino.
De momento Trump ya autorizó a la CIA para que pueda ejecutar operaciones encubiertas en territorio venezolano, un anuncio absolutamente inusual en la historia de los USA, porque no se avisa de las operaciones de los servicios de inteligencia, y muy particularmente las que son secretas o en las que se utilizan procedimientos especiales, muchas veces llevada a cabo en esa fina línea de la legalidad. El presidente, sin embargo, no ha tenido pelos en la lengua y ha vuelto a mandar un aviso al dictador, aunque aquel aparentemente hace oídos sordos, mientras toma nota al igual que su entorno.
No estamos acostumbrados, a estas alturas del siglo, a que la versión realista de las relaciones internacionales fluya como lo está haciendo tanto en el espacio americano como en Oriente Medio. Demasiado políticos mojigatos, indecisos y vividores nos ha acostumbrado a aquel lema de los setenta de “peace and love”, que aunque no está nada mal para un buen fin de semana, no sirve para confrontar la realidad mundial en la que ciertas amenazas fluyen a sus anchas.
El ciudadano medio, que no vivió momentos de Guarra Fría o de dictaduras, ha olvidado el grado de amenaza que ello representa y se ha dejado llevar por modas impuestas por chicas de salón que sobre barcos pagados con fondos oscuros, recorren el Mediterráneo de isla en isla vendiendo una imagen muy diferente de la realidad folclórica que organizan a bordo. Las redes, el pan del circo actual, reproducen escenas que son la envidia de vagos y maleantes, cuando no de pervertidos que ven un futuro en eso de la “influencia” como profesión, lo que a la postre se traduce en hacer el payaso o el ridículo, pero con elegancia, para que adviertan su presencia.
Espero que no estemos al borde de un quiebre civilizacional y que los “ninis” que pululan por las redes no padezcan un quebranto generacional producto de conflictos armados o debacles económicas.
De momento, lo esperado es que los drones de USA, los equipos de fuerzas especiales y posiblemente algunos que otros explosivos puntualmente dirigidos, hagan su efecto contra una suerte de cártel criminal que ha matado demasiado, robado a manos llenas y establecido una red de miedo que condena a demasiados.
Mientras lleva “la Navidad”, y como decían los radioaficionados de antaño, permanezco en QAP.
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