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Asilo después de la odisea de migrar: “el tiempo sanará estas heridas”
Hilda Morales quería establecerse con su negocio de medicina natural. Tenía 39 años pero paralelo a sus desafíos, se enfrentaba al maltrato familiar y al acoso de la pandilla. Hilda Morales tiene 40 años y hace cinco meses, con su hijo de 9 años, huyeron de El Progreso, Guastatoya. El destino: Estados Unidos.
Publicado el 16 Ago 2022

Asilo después de la odisea de migrar: “el tiempo sanará estas heridas”

Hilda Morales quería establecerse con su negocio de medicina natural. Tenía 39 años pero paralelo a sus desafíos, se enfrentaba al maltrato familiar y al acoso de la pandilla. Hilda Morales tiene 40 años y hace cinco meses, con su hijo de 9 años, huyeron de El Progreso, Guastatoya. El destino: Estados Unidos.

Ella quería establecerse con su negocio de medicina natural. Tenía 39 años pero paralelo a sus desafíos, se enfrentaba al maltrato familiar y al acoso de la pandilla. Hilda Morales tiene 40 años y hace cinco meses, con su hijo de 9 años, huyeron de El Progreso, Guastatoya. El destino: Estados Unidos.

Sus familiares le prestaron Q80 mil, dice, y además tomó Q70 de sus ahorros.  Empezó a caminar y aún no tiene noción de los lugares donde estuvo en territorio mexicano. En sus recuerdos hay mendicidad, bodegas sucias y un furgón, donde no recibieron alimentos, se deshidrataron, desmayaron y aguantaron malos tratos.

«Estuvimos en una bodega, según escuché estábamos en Puebla, pasamos una semana sin comer, sin poder salir, solo teníamos un baño y éramos como 50 personas en una pequeña bodega. Había cuatro niños incluyendo el mío».

En el camino Hilda se encontró con 7 guatemaltecos, pero la desesperación porque varios yacían inconscientes por deshidratación, hizo que otro de ellos alertara al Ejército mexicano. A pesar de su salud y la de su hijo, no pensaba en regresar, pues acá en Guatemala, solo le esperaban deudas. Cuando los soldados irrumpieron en el lugar, Hilda que dormía lejos del grupo, tuvo tiempo para escapar con su hijo por una puerta trasera.

En medio de la noche subieron a un camión donde encontró más migrantes escondidos. No supo más del coyote a quien pagó para que la llevara sana y salva hasta la frontera. con el nuevo grupo de migrantes llegó a otra bodega en las mismas condiciones de precariedad. La preocupación de Hilda era su hijo, el hambre y la incertidumbre lo hacían llorar. El viaje no terminaba.

«Estuvimos 27 horas en un furgón. Parados, sin comer, sin agua, con poco oxígeno, yo fui una de las personas que cayó inconsciente varias veces».

El 27 de junio pasado 56 migrantes, entre ellos 21 guatemaltecos, murieron asfixiados en el contenedor de un trailer en Houston,Texas. El 28 de junio fueron rescatados otros 89 guatemaltecos cuando atravesaban territorio mexicano escondidos en un camión.

Según la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos, hasta junio de este año en la frontera México-Estados Unidos fueron detenidos 239 mil 416 migrantes indocumentados, muchos de ellos reincidentes.

De enero  al 31 de julio de este año el Instituto Guatemalteco de Migración (IGM) ha registrado 59 mil 450 migrantes retornados procedentes de México y Estados Unidos.

Cientos de migrantes de diferentes nacionalidades llegan a la frontera Sur de Estados Unidos para pedir asilo.

El grupo donde viajaba Hilda llegó a una terminal de buses, donde ella escuchó que sus guías los entregarían a un grupo armado.

«Nos escapamos sin saber a dónde íbamos, a uno de los migrantes del grupo le enviaron un mensaje y le dijeron que nos habíamos metido en problemas, no sabíamos con qué personas estábamos tratando».

Días después  de pedir ayuda para comprar alimentos, lograron que familiares en Estados Unidos le enviaran dinero a uno de los migrantes quien escapó y abordaron un bus hacia Ciudad Juárez.

«Pasó un taxista y nos cobró 250 pesos por llevarnos a la Casa del Migrante. Era el único dinero que nos quedaba. Llegamos a las 2 de la mañana y nos dieron comida, ropa y donde dormir».

A partir de allí la vida de Hilda y su hijo cambió, después de cuatro meses en el albergue y en un proceso de entrevistas con autoridades migratorias de Estados Unidos, calificó para entrar al programa de asilo en ese país y se reunió con familiares.

«Dios nos recompensó, tenemos 15 días de estar en California. Falta que el juez decida en qué momento puedo salir y entrar al país, pero ya me dieron oportunidad de traerme a mis cinco hijos que se quedaron en Guatemala».

Hilda trabaja en un restaurante. Las cicatrices de su viaje son profundas, dice, no solo en ella, sino en su hijo. Solo confía en que tiempo sanará todo.

El 9 de agosto último, el departamento estadounidense de Seguridad Interior anunció que pondrá fin a la política de exigir a los buscadores de asilo esperar en México mientras sus solicitudes se resuelven en la justicia.

José Manuel Patzán