Cuando el Ministerio de Cultura intenta hablar del bicentenario de la independencia le llueven tomatazos. Pocos planes ha propuesto y todos han terminado apedreados. Ni un cuadro de más de Q1 millón ni un parque de Q25 millones, nada de eso ha gustado. ¿Qué van a hacer para conmemorar el bicentenario? De momento no está claro. ¿Qué deberían hacer? A eso responden profesionales de la historia en este texto. Un adelanto, todos coinciden en algo: no hay que celebrar, hay que reflexionar.
Este año se cumplen doscientos de la independencia de Guatemala. Un bicentenario debería ser una fecha que no pase desapercibida. Sin embargo, poco sabemos de los planes del gobierno para conmemorar. Sabemos sí, de sus intentos fallidos, como comprar un cuadro de más de un millón de quetzales a un artista al que pocos conocen; o de crear un parque a costa de deforestación, pero nada más. Eddy Morales, vocero del Ministerio de Cultura, dice que sí tienen muchos proyectos y que en septiembre se realizarán eventos importantes, pero no da detalles de ninguno. “No podemos oficializar nada”, recalca. Asegura que la pandemia les tiene atadas las manos porque “todo depende de las medidas que impongan las autoridades de salud”.
¿Qué va a pasar en septiembre? Ni idea. Morales asegura que ya se han hecho cosas, como las “antorchas bicentenarias”, que han recorrido comunidades y se organizan a nivel local, también menciona el festival de teatro, los conciertos de la marimba o del ballet folclórico. Son actividades que están en agenda todos los años. “Pero este año tienen la temática del bicentenario”, explica. En resumen, no hay un solo plan concreto que conozcamos hasta el momento.
¿Se perdió la oportunidad? Algunos piensan que sí, que a pesar de la pandemia había opciones importantes para conmemorar la fecha. El antropólogo Diego Vásquez Monterroso tiene una idea: un libro, editado por Editorial Cultura, en el que se invite a los pensadores más importantes del país a escribir sobre esta fecha.
“Publicar trabajos críticos sobre la época. Gente como Arturo Taracena o Jorge González, tienen textos valiosos que se podían incluir, hay varios autores. Tendría que ser un libro asequible y distribuirlo a bibliotecas o institutos”.
Pero, sobre todo, Vásquez considera que lo que nos hace falta, desde el Estado, es la reflexión. “Es importante hacer una revisión crítica del papel de los diferentes grupos que forman parte de lo que hoy es Guatemala y cómo se han dado las relaciones del Estado hacia estos grupos, en particular hacia los pueblos indígenas que han sido siempre los que la peor parte han llevado”.
Vásquez también considera urgente replantear, a través de políticas públicas, las relaciones con los pueblos indígenas. “Queremos saber cómo los pueblos entienden este bicentenario, se les debe dar voz, que se revise todo el entramado del nacionalismo, que viene de 1871 y es profundamente excluyente. Tenemos que revisar la forma en que se funda la Nación”, argumenta.
La profesora de la Escuela de Historia de la USAC, Alejandra Medrano, hace una diferencia: conmemorar, no celebrar, no estamos celebrando nada. “Desde la Usac hablamos de conmemorar a partir de una nación inconclusa, que es lo que somos. Hay quienes incluso niegan la independencia, pero no, independencia sí hubo, porque hubo una separación, lo que sucede es que Guatemala, a partir de esa separación, cae en otras formas de dependencia. Solo es una independencia de clases, de élites, una independencia criolla, si lo queremos llamar así”, agrega.
Bicentenario en tres intentos
De momento no se conoce ningún plan del gobierno que dé voz a los pueblos indígenas, como sugieren Vásquez y Medrano. El Ministerio de Cultura hizo un intento de inclusión que terminó en fiasco y consiguió que varios sectores de la sociedad los tildaran de racistas. Ocurrió el 27 de febrero en la ciudad maya Iximché, donde muchachos en taparrabos alzaron un fuego sagrado ante la presencia de funcionarios entacuchados. “En la Escuela de Historia de la Usac publicamos un comunicado para mostrar nuestro rechazo a esta actividad”, dice el historiador José Cal.
El comunicado lo firmaba el claustro de docentes y en él consideraban que el evento había sido una “afrenta hacia la memoria de los pueblos indígenas originarios y una forma de irrespeto para el pueblo guatemalteco en su conjunto”. Los historiadores y antropólogos de la USAC lamentaban la falta de conocimiento histórico de las autoridades, ya que decidieron hacer el evento en Iximché, un sitio “que ni siquiera tiene relación alguna con la independencia y los acontecimientos relacionados con ella, por lo cual el acto representa una reproducción del sentido de la nación criolla y hace prevalecer una perspectiva unilateral, racista y excluyente”. El claustro recordó en el comunicado que Iximché fue una ciudad sitiada, invadida y ocupada por los españoles que sometieron a los pueblos originarios. Concluyeron en que el bicentenario no debería ser una celebración ni conmemoración, sino el espacio para reflexionar sobre un hecho que tuvo consecuencias diferentes para los pueblos.
Segundo intento de conmemoración: un cuadro que costaba Q1.3 millones, encargado a un artista muy poco conocido en el país. El repudio fue tal, que el pintor tuvo que devolver el anticipo que había recibido. El diario elPeriódico presentó una investigación que daba cuenta que, además, el artista había plagiado textos de Wikipedia en la propuesta que hizo al ministerio para justificar su obra, allí hablaba de la historia del país, pero no con sus propias palabras.
Tercer intento: un parque bicentenario en Quetzaltenango. Planeaban desembolsar Q25 millones para construir un parque en un terreno del Zoológico Minerva, pero de esto también tuvieron que retractarse cuando la población se manifestó en contra. Parte del proyecto incluía la tala de árboles. La poeta y editora quetzalteca, Carmen Lucía Alvarado, lanzó un video en redes sociales donde se oponía al proyecto, en su opinión, una obra de envergadura que sí podría beneficiar al departamento era la construcción del Aeropuerto de los Altos, no un parque que solo significaría deterioro ambiental.
A Medrano esos parques le recuerdan las actividades escolares de civismo, “son un reflejo de esa visión que nos han querido meter desde niños, de desfiles, altares cívicos, ferias de independencia, mercaditos, que los niños lleguen vestidos de indígenas con esa visión racista, de usarlo como disfraz, para darnos la idea de que estamos en una nación que tiene valores, costumbres y riqueza. Eso nos desvía de la realidad, de que la nación tiene una serie de problemáticas. Un cuadro, un parque, van en la misma línea, actividades para hacernos creer que somos una gran nación cuando somos un país en crisis”.
Para el historiador José Cal, el “principal problema es que se habla solo como efeméride y está toda la atención centrada en el siglo XIX, no se puede quedar anclado en el siglo XIX, se debe hablar de la actualidad y al hablar de eso nos damos cuenta de la fragilidad, de cuál es el legado de estos años y que repercusión tiene en la actualidad».
Además, advierte que la pandemia ha cambiado las agendas de todos los países de Centro América en relación al bicentenario. “No es tiempo de hacer celebración, es tiempo de canalizar recursos en la salud de la población. El Ministerio de Cultura dice que no se pueden cambiar fondos, pero debió hacerse un esfuerzo porque las actividades solo han generado rechazo”.
A Cal le preocupa que “la historia no ocupa un lugar central en esta reflexión, no se desarrollan programas que hablen de la historia y su relación con la realidad de los diferentes sectores de la población. Se desperdició la oportunidad de crear un programa que hiciera llegar conocimientos de historia a toda la población”, concluye.
¿Qué debería hacer el gobierno en esta fecha?, Alejandra Medrano ve complicado que pudieran hacer algo. “A nivel de gobierno es difícil que les podamos pedir visión crítica, puesto que el gobierno es parte de ese Estado, de esa nación inconclusa, que sigue respondiendo a intereses de élites, a la corrupción, al narco estado, que sigue reproduciendo esos valores de después de la independencia: invisibilizar sectores, invisibilizar las necesidades del pueblo. Al gobierno no le pediría mucho porque es parte de eso, es dependiente de otros poderes que lo controlan. Lo único que podemos hacer es reclamar que no se gaste en cuestiones inútiles”.