El primer caso de VIH detectado en Guatemala, según los infectólogos, se dio en los años 80. El impacto, 40 años después, ha evolucionado: la tasa de mortalidad actual es de 2.53 por 100 mil habitantes, la más baja en una década. Es el dato del Programa Nacional de Prevención y Control de ITS, VIH y Sida del ministerio de Salud. El hospital Roosevelt, uno de los centros con atención integral a infectados, reporta que por cada 1 mil pacientes solo fallece 1 cada año.
Johanna Samayoa, jefe de atención integral del Hospital Roosevelt y médico infectóloga, cuenta: hace 20 años el proceso de la enfermedad era más terapéutico. Se acompañaba al paciente desde el diagnóstico hasta que falleciera. Era darles una buena calidad de muerte.
Ahora el VIH es distinto: los pacientes entre cuatro y seis semanas están con cargas virales indetectables. Un paciente indetectable es intransmisible.
Javier Pérez, de 21 años, porta el virus desde los 15. El inicio fue difícil, pero ahora la idea de morir de sida ya no lo atormenta, pues con el tratamiento, redujo la carga viral y vive una vida más normal. La dificultad de este estudiante universitario es hablar de su padecimiento: teme el rechazo, por eso nos pidió cambiar su identidad.
También Luz Lux, es portadora del virus desde hace 22 años y, contrario al muchacho, ella, a sus 45 años, se identifica plenamente. Trabaja en Proyecto Vida, una organización dedicada a prevenir el VIH: al principio fue duro, sufrí mucha discriminación y no lo quería aceptar. Sin embargo, el VIH no nos está matando; al contrario, está abriendo puertas y dando más conocimiento.
El programa de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida en Guatemala registró 470 muertes de sida entre finales de 2022 y principios de 2023, un 9% menos que en 2021. Y si la cifra se compara con 2010 el contraste es de 35%.
Samayoa, la infectóloga, compara el VIH con padecimientos crónicos: la enfermedad no se cura, pero tener VIH es como tener diabetes o presión alta. Si uno no toma los medicamentos, la enfermedad va a reaparecer.
El país tiene 18 centros de atención integral a nivel nacional. El Ministerio de Salud reportó una tasa de 0.07 por cada mil habitantes en 2023. Los casos cada año, son menos, y a pesar del subregistro, los números indican una reducción
Es alentador, pero hay un desafío: la medicina no siempre está disponible. Dee Smith, encargada del Hospicio Santa María en San Marcos, dedicado a acompañar a pacientes con VIH, comenta: las personas tienen que regresar a las clínicas una vez al mes, en lugar de una vez cada tres meses, porque no siempre está disponible el tratamiento.
Gastan en transporte y alimentación, sumas que, según Smith, algunos pacientes no tienen.
Abandonan su tratamiento o demoran a ir a recogerlo porque no tienen dinero; gastan Q40 en transporte que pueden utilizar para la comida de sus hijos.
Lux coincide que el problema es conseguir medicinas. Y que los portadores del virus aún enfrentan la mayor dificultad: el estigma.
Smith cuenta que los trabajadores de finca no informan por temor: por discriminación, la gente que trabaja en las fincas no quiere decirle a su jefe que debe ir por su tratamiento.
Lux asegura que la verdadera muerte ya no es el diagnóstico: lo que nos mata es la discriminación y la violencia. Ella logró salir adelante y afirma que el VIH la ha empoderado y habla abiertamente pues portar VIH ya no es una sentencia a morir.
En Guatemala, hasta el 2022, el último informe oficial en Salud Pública y Asistencia Social reporta un total de 20,412 pacientes con VIH.