El país tenía mucho tiempo de no vivir un momento de coincidencia tan relevante entre grupos y sectores de la sociedad con intereses aparentemente antagónicos como el que vive hoy. Hay una determinación de defender el proceso electoral, por manipulado y tramposo que haya sido hasta antes del 25 de junio, que sería miope y necio no reconocerlo.
El Tribunal Supremo Electoral -tan cuestionado por su aplicación arbitraria de la ley en contra de voces críticas del sistema- hoy defiende con gallardía, de manera unánime, el respeto a la voluntad popular. La Corte de Constitucionalidad, que en su momento desvirtuó el sistema republicano al forzar la exclusión de una magistrada cuya línea de pensamiento es temida y rechazada por los magistrados designados por las fuerzas pro gobierno o al forzar la nominación de la actual Fiscal para un segundo periodo, ahora defiende el derecho de los guatemaltecos a elegir a sus gobernantes.
Autoridades ancestrales indígenas, organizaciones y asociaciones civiles de todo tipo, entidades empresariales casi sin distingo y la sociedad en su conjunto, adversan el embate contra el derecho de los guatemaltecos a elegir con la mayor libertad el 20 de agosto.
Nada de esto hubiera sido posible sin el ataque ciego, necio y torpe en sus formas de parte de Consuelo Porras, Rafael Curruchiche y Ricardo Méndez Ruiz contra la democracia. Juntos, han logrado integrar en unidad a prácticamente todas las fuerzas vivas del país.
Al volver una y otra vez contra el Registro de Ciudadanos, contra el Movimiento Semilla y contra el propio Tribunal Supremo Electoral, generan entre la población una mayor convicción de que el resultado de las elecciones debe respetarse y consolidarse en contra de ellos.
Sus planes por desinscribir al Movimiento Semilla y excluirlo del balotaje son rechazados por una mayoría inmensa de guatemaltecos. Los golpistas sueñan con incluir a otro participante en el balotaje junto a Sandra Torres (piensan menos en Manuel Conde y, en cambio, ahora contemplan la posibilidad de llevar a Armando Castillo del partido Viva como el nuevo contendiente). Otra opción para ellos sería repetir completo el proceso electoral, esta vez sin candidatos del Movimiento Semilla. Pero sus posibilidades de encontrar respaldo de instituciones mucho menos popular para sus artimañas es nula.
El momento que vive el país es de grandes riesgos, pero también de grandes oportunidades.
Hace unos meses era impensable que se pudiera dar la unidad nacional en torno a la defensa de esa democracia insuficiente y maltrecha que vivimos los guatemaltecos desde 1985. Hoy, a pesar de, o gracias a, Consuelo Porras y a Ricardo Méndez Ruiz se ha dado.
Ya hubiera querido Nicaragua vivir un momento como este antes que Daniel Ortega lograra cerrar por completo el puño sobre los nicaragüenses.
Ya quisieran los salvadoreños la oportunidad de que una de sus instituciones democráticas defendiera interés ciudadano ante el poder omnímodo de Nayib Bukele.
Llegar a las elecciones del 20 de agosto se antoja como un calvario eterno, por una cuesta empinada y con el riesgo de más de tres caídas.
Luego, garantizar una transición de gobierno será aún más difícil. Y habrá de enfrentarse también el riesgo de la negativa a entregar el poder el 14 de enero.
Pero la convicción de la mayoría es grande. Y la oportunidad de alcanzar acuerdos mínimos, básicos y no por eso menos significativos, se encuentra ahí delante.
Gracias a los actores antidemocráticos por esta ocasión que nos brindan.