Mientras el agua de lluvia corre por los drenajes capitalinos o se empoza en las terrazas, vendedores y familias especialmente del área rural aprovechan los torrenciales para captar el agua pluvial ante la falta de este recurso en la mayor parte del año.
La Esperanza es una escuela ubicada en la colonia del mismo nombre en la zona 25 de la capital, en donde la municipalidad junto con los vecinos instalaron un sistema para captar el agua de lluvia. Es simple: se colocaron canaletas en los techos del establecimiento y estas hacen correr el agua hacia filtros que desembocan en varios depósitos que luego son usados para lavado de manos y el consumo, después de hervirla. El agua captada por lo general se conserva y se utiliza durante el año en casos de emergencia.
El proyecto, según los vecinos, beneficia a unas 600 personas de forma gratuita, especialmente durante el verano. Carmen Velásquez tiene 40 años de vivir en el lugar y dice que el problema es cuando no llueve con intensidad. En las tres últimas semanas espera haber captado suficiente agua y esa es su expectativa para los próximos meses.
«No es que se tenga siempre agua porque en ocasiones es menos, pero sí nos ayuda porque cuando llueve fuerte, se capta bastante. Esos depósitos también sirven para que cuando no hay, las pipas pongan allí el agua, siempre les decimos a los vecinos que sean conscientes y que no la desperdicien».
Este modelo también se han aprovechado en los mercados ubicados la calzada Roosevelt zona 11 y San Martín zona 6 de la capital, donde los vendedores usan el líquido para mantener limpios los pasos peatonales y los puestos de venta.
Los sistemas han evolucionado entre Chiantla y Todos Santos Chuchumatán, Huehuetenango, donde los pobladores obtienen agua de lluvia de 12 pozos artesanales, los cuales están fabricados con recipientes de plástico.
Gabriel Valle, directivo del distrito metropolitano de Fundaeco, entidad que promovió el proyecto, dice que se obtienen 8 mil galones de agua semanales y se beneficia a unas 150 familias.
«Eso ha funcionado bien porque la municipalidad no les provee agua y la cumbre es tan alta que no hay pozos ni cuerpos de agua naturales. Entonces se pusieron estos sistemas que se construyen con tambos de Rotoplast, se compra la tubería, se diseña el lugar de donde va a caer el agua, utilizamos filtros para tener el agua limpia y esta reposa en los tambos».
En 2018 la dirección General de Investigación de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac) instaló 70 de estos pozos en el corredor seco (Quiché, Baja Verapaz, El Progreso, Zacapa, Chiquimula y Jutiapa) los cuales se construyeron con láminas acanaladas que llevan el líquido a los tanques plásticos.
Valle refiere que en la metrópoli esta práctica se perdió porque la mayoría de techos son de concreto. Sin embargo, en el área rural las láminas son conductos efectivos para llevar agua hacia las canaletas.
«cuando se llena un tonel mueven la canaleta y corren el chorrito a otro tonel, es lo más común».
La captación de agua pluvial no solo se practica por las comunidades para consumo propio, también se utiliza en la agricultura, especialmente con la caña de azúcar
Expertos del Centro Guatemalteco de Investigación y Capacitación de la Caña de Azúcar (Cengicaña) determinaron en febrero de este año que un 72% del agua que la caña necesita para crecer se obtiene de la lluvia mediante mecanismos más complejos que utilizan los ingenios.