No. No hay vuelta de hoja.
La Corte de Constitucionalidad les mandó a advertir a los diputados integrantes de la junta directiva del Congreso: “no se atrevan a rehabilitar a la bancada Semilla. No procuren de ningún modo darles categoría de diputados con plenos derechos, porque lanzamos al Ministerio Público, que solo ganas, contra ustedes”. Y Guatemala es el país en donde nadie que se enfrente con ese poder puede estar seguro.
La decisión de la dictadura está tomada: Semilla no debe volver a competir en unas elecciones generales so riesgo de que las gane.
Y los magistrados del Tribunal Supremo Electoral, que sin alternativa tuvieron que admitir y certificar el triunfo del odiado partido, habrán de pagar de cualquier modo por esa insubordinación ante el sistema.
Los magistrados constitucionales defienden la preminencia de un juez de primera instancia sobre una materia regulada por una ley de rango constitucional. Y ese juez (Orellana), que baila en la misma coreografía de los magistrados y los fiscales, se brinda con gran gusto a intentar impedir que una planilla opuesta a la dictadura, la planilla 10 en la competencia por presidir el Colegio de Abogados e integrar su Tribunal de Honor, pueda arrebatarle el triunfo a los amigos de la impunidad para la corrupción. ¿Sabe usted que la Corte de Constitucionalidad guardan desde el año 2023, sin resolver al respecto, una acción de inconstitucionalidad en caso concreto contra la aplicación de la ley de Criminalidad Organizada al partido Movimiento Semilla?
La ponente es Dina Ochoa. Lleva dos años en la faena y no hay modo que ponga nada.
Eduardo Masaya, el abogado capturado por atreverse a competir en la batalla del Colegio, es una víctima propiciatoria más de este sainete de la justicia guatemalteca.
El objetivo de encarcelarlo es demasiado obvio, incluso para los que en su momento dentro del partido y dentro del gobierno trataron de minimizar la relevancia del encarcelamiento de Ligia Hernández.
A veces pareciera que hay quien dentro del gobierno de Semilla o algunos de sus cercanos simpatizantes quiere justificar la inacción del presidente Bernardo Arévalo en el embate contra su partido, contra su gobierno y contra el régimen democrático por parte de la dictadura judicial, atribuyéndole aunque solo sea un poquito de responsabilidad a sus compañeros.
Pero Eduardo Masaya, ni Ligia Hernández, ni los diputados electos del partido Semilla, ni la junta directiva del Congreso de diferentes partidos son culpables de otra cosa que no sea atreverse a pelear contra esa estructura que mantiene secuestradas a las instituciones en beneficio de quienes roban fondos públicos por oficio. Y hacerlos temer una derrota en el corto o en el mediano plazo.
Y la dictadura, que muy sólida puede sentirse hoy con tanto respaldo en todas las Cortes y el Ministerio Público, y tanta indiferencia del Ejecutivo, actúa contra sus adversarios sólo porque admite un riesgo: que finalmente el Presidente se atreva a nombrar a un Fiscal que no baile en el mismo grupo de ellos aunque acto seguido le recomiende que no persiga a nadie de los que secuestraron la democracia y tergiversaron la Constitución porque “pobrecitos” y “de qué nos sirve seguir en este pleito”.