Es un gobierno no depredador. Y eso, como rasgo fundamental, ya lo hace infinitamente superior, por lo menos al de sus tres antecesores.
Es un gobierno que ha emprendido tareas básicas, como recuperar para el Estado la rectoría de la educación pública o dotar de textos escolares a inicios del año a los estudiantes, obligaciones que, por haber estado abandonadas por tanto tiempo, se vuelven icónicas en Guatemala.
Es un gobierno que no ha abusado de su poder. Por el contrario. Su problema es que su respeto absoluto a los otros órganos lo hace parecer carente de coraje.
Hay diferentes avances de la administración de Bernardo Arévalo que puede subrayarse. En Medio Ambiente, en
Su problema fundamental se encuentra en que ninguno de estos avances puede ser aplaudido y celebrado por la inmensa mayoría de la población. En muchos sentidos, a quienes pueblan las redes sociales o emiten opinión en los medios, le parecen positivos pero ajenos.
Y sus fracasos, en cambio, sí son mucho más abarcadores en materia de opinión pública.
La incapacidad en un año y 7 meses de gestión de cobrar control del sistema carcelario, por ejemplo. No ha podido iniciar a construir una prisión de auténtica seguridad máxima. Algo que redundaría de inmediato en una sensación de ejercicio de autoridad, de aptitud para proteger a la población.
La inviabilidad demostrada por el Ministerio de Comunicaciones. Simplemente, no hay forma que inspire esperanza. No hay corrupción, pero tampoco hay mantenimiento diligente de carreteras ni mucho menos planes de ampliación, las rutas saturadísimas. Antes y después de la Ley de Infraestructura Vial, la vida en materia de carreteras sigue igual.
O la falta de información y avances concretos en un sistema masivo de transporte en el área metropolitana de Guatemala. Un tren ligero de norte a sur. O el inicio de los planes para empezar a excavar el túnel de un tren subterráneo de este a oeste.
O una política pública que consiga el abaratamiento de las medicinas más necesarias para el guatemalteco medio.
O la creación de una pensión universal -por mínima que sea- para el adulto mayor.
Si el presidente Bernardo Arévalo tuviera la disposición de hacer avanzar tres de esos cinco proyectos (me cuesta pensar en otros más abarcadores y de mayor beneficio para la mayoría de la población) podría cerrar su periodo con resultados y un legado para los guatemaltecos.
Dejaría de ser visto como un gobierno empeñado en asuntos apenas relevantes para las mayorías, más orientado a la retórica y a la autocomplacencia que a atender las necesidades reales de la población.
Puesto que la misión fundamental para la cual lo eligieron los guatemaltecos: abatir el régimen de la impunidad para la corrupción se le ha convertido en una tarea que él prefiere ver imposible y elige dejarla al tiempo, el presidente Arévalo necesita encontrar formas de validar su gestión ante quienes votaron por él.
Los cinco proyectos propuestos son asequibles. Los cinco son anhelos sentidos de una parte significativa de la población. Que se arremangue la camisa. Que se ponga al frente de cada uno de ellos. Que resuelva.