Leyla Álvarez tiene 26 años y es madre soltera de un pequeño de seis. Ella nació y creció en San Martín Sacatepéquez, Quetzaltenango, en una familia de 12 hijos. Su padre era agricultor, su madre ama de casa, y ella fue una de los tres hijos que asistieron a la escuela.
A los 14 años, logró completar sexto grado primaria. Ella quería continuar con su educación,, pero su familia ya no podía costear sus estudios, entonces decidió dejar la escuela para trabajar. Durante un año, Álvarez vivió con otra familia donde trabajó como empleada doméstica, ahorró todo lo que pudo con el sueño de regresar a las aulas y lo logró.
Con sus ganancias, logró pagar hasta tercero básico, pero no alcanzó para más. Nunca se graduó.
Su historia no es única. En 2020, 63 mil 855 estudiantes desertaron del sistema escolar y en el 2019 fueron 211 mil 22 alumnos. El abandono se repite todos los años.
Los resultados de la prueba PISA para el Desarrollo (PISA-D) fuera de la escuela, publicados en el 2020, visibilizaron por primera vez el desempeño educativo de una muestra representativa de los jóvenes de 15 años olvidados por el sistema. El informe reveló que el 52% de estos chicos estaban fuera de los establecimientos educativos básicos. De esos, el 41% nunca ingresó o desertó y el 12% aún está en primaria.
Ubicar a estos estudiantes no fue fácil. Luisa Fernanda Müller, directora de la Dirección General de Evaluación e Investigación Educativa (Digeduca), explicó que llegar a estos 1 mil 600 niños fuera de la escuela fue un gran desafío, pues requirió visitar un poco más de 20 mil hogares a nivel nacional.
Estos estudiantes fueron evaluados de la misma forma que aquellos que permanecen en las aulas y los resultados hablan solos. En matemáticas, el 99.7% de los estudiantes fuera de la escuela punteó por debajo del nivel 2, que es el mínimo aceptable. En el caso de los estudiantes en las aulas, el 89.3% no alcanza el nivel 2. Tan solo 10.4% puntos distantes. Para Francisco Cabrera, consultor en temas de educación, la diferencia en rendimiento no parece corresponder a la permanencia en las clases: “indica que el sistema educativo está teniendo problemas para producir aprendizaje.”
Mientras que en lectura, la historia es otra. Los que están en la escuela no son mucho mejores que los que están fuera: el 7% de los que están en el colegio sacaron el nivel más bajo posible, contra el 65% de los que están fuera de la escuela.
En otras palabras: 1 de cada 3 alumnos en el sistema alcanza la comprensión de lectura mínima, mientras que ninguno de los que está fuera del sistema cuenta con dicha habilidad.
Además de evaluar su aprendizaje en matemáticas y lectura, la prueba recolectó información sobre los jóvenes y sus entornos para comprender de mejor manera por qué habían salido de las aulas. Se identificaron 6 zonas de exclusión:
- Los que nunca fueron matriculados.
- Aquellos que ingresaron en primaria, pero la abandonaron sin concluirla.
- Quienes continúan en primaria, aunque tienen la edad correspondiente al nivel medio.
- Los que dejaron de estudiar al terminar la primaria.
- Aquellos que iniciaron el ciclo básico, pero lo abandonaron.
- Quienes están inscritos en el nivel medio, pero no asisten regularmente.
Al observar las zonas desagregadas por género, PISA-D fuera de la escuela revela que entrar y permanecer en la escuela dependen en gran parte del sexo del estudiante. Müller lo simplifica: “por cada mujer de 15 años que todavía está en la primaria, prácticamente hay dos varones que están estudiándola.”
Édgar Florencio Montúfar, Subdirector de Análisis de Datos de Digeduca, explicó que no solo son más las chicas que nunca ingresan a primaria, sino que quienes logran entrar, están en mayor riesgo de abandonarla que los hombres. Él considera que la repitencia es el factor clave en dichos casos. “Una de las causas del abandono escolar es perder el grado. Si una mujer pierde, las mujeres ya no regresan a estudiar. Si un hombre pierde, es más probable que regresen a la escuela para seguir avanzando,” añade Montúfar.
Para Cabrera, la alta deserción de chicas es fruto de una condición cultural arraigada en el sexismo. Por un lado, las familias consideran que las niñas necesitan educarse menos y, por ende, apoyan menos. Por el otro, explica que el sistema educativo es profundamente machista.
Cabrera nombró algunos ejemplos de esta cultura escolar machista. Él resalta los concursos de reinas que asocian a la mujer únicamente con el valor de la belleza: “No estimulan su capacidad de argumentación sobre un tema, eso no lo valoran. Lo que se valora es que usen un vestido bonito.”
A su vez, Cabrera considera que la violencia es otra variable que hace menos seguro e incluyente el ambiente educativo para las niñas. Para él, el ministerio de Educación no ha tomado acciones sólidas para prevenir y sancionar los casos de violencia contra las mujeres en el sistema educativo.
Müller explicó que los estudiantes fuera de la escuela atribuyen su deserción a tres factores: personales, familiares y escolares. Estos también se diferenciaron por el género de los estudiantes.
Entre los factores familiares, las mujeres reportaron abandonar más que los hombres por falta de dinero: un 76% contra un 69%. Ese fue el caso de Leyla Álvarez, quien no pudo continuar sus estudios por falta de recursos.
Durante su año de trabajo doméstico, Álvarez ganaba Q700 mensuales, los cuales ahorraba para regresar a clases y comprar el material requerido en básicos. Su motivación siempre fueron aquellas palabras de su profesora de primaria: “en el futuro, la educación te va a servir”.
Hoy, 11 años después y a miles de kilómetros de su comunidad, en Estados Unidos, Álvarez se lamenta: “quizá si hubiera completado el diversificado hubiera podido estudiar una carrera y conseguir trabajo. Quizá no me hubiera tenido que venir hasta acá.” Sin embargo, ella reconoce que aquel anhelo estaba alejado de su realidad, pues estudiar el diversificado, en este país, es un privilegio.
Álvarez migró a Tennessee, Estados Unidos, hace 3 años, y trabaja en instalación de tejas para techos. Desde lejos, envía remesas a sus padres y a su hija.
Andrés Gálvez-Sobral, director del Centro de Investigaciones Educativas de la Universidad del Valle de Guatemala, explicó que en la medida que los niveles educativos aumentan, la cobertura escolar baja, por lo que, si no se tiene dinero, no se puede estudiar. “Hasta básicos hay un 43% de cobertura [de educación pública], pero en diversificado la infraestructura pública es del 25%,” explica. “Hoy, 8 de cada 10 estudiantes tienen que pagar para ir a estudiar diversificado. El estado está fallando en darle oportunidades a todos,” afirma.
Los expertos en educación ven en los resultados de PISA-D fuera de clases una luz para mejorar y reestructurar el sistema educativo. Ellos ven en los programas orientados a la educación de las niñas y a la educación extraescolar la clave para retener a los estudiantes dentro de las aulas.
No hay nada más costo-efectivo para un país que asegurar que las niñas se eduquen, explican. Cuando se crean proyectos enfocados en niñas, los niños también se benefician pues por cada dos años extra de educación de las niñas, hay reducción en muertes maternas y en la mortalidad infantil. Además, la escolaridad de la madre está relacionada con nivel educativo de los hijos. La literatura apunta a que, si las madres desertaron a temprana edad, los hijos tienen mayor riesgo de hacerlo también.
A la fecha, no obstante, el Ministerio de Educación (Mineduc) no cuenta con programas relacionados a los conocimientos adquiridos y debilidades identificadas en la prueba PISA-D y mucho menos un plan dedicado a la juventud que se encuentra fuera de las aulas.