Aunque la reactivación económica en plena pandemia arrancó a finales de julio 2020, las cadenas de restaurantes reabrieron, los comercios levantaron las persianas para dar la bienvenida al público y los centros comerciales se iluminaron con pompa, hay un grupo de negocios que no puede levantar vuelo. Se trata de las cafeterías, tiendas y librerías que funcionan en planteles educativos donde simplemente sin alumnos, no hay venta.
Azucena Lemus, tiene una fotocopiadora en la Escuela de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de San Carlos (USAC). Este mes debe renovar contrato, pero hay un inconveniente: tiene una deuda acumulada de Q10 mil y aunque el local cerró desde que el presidente Alejandro Giammattei emitió restricciones para frenar la propagación del coronavirus, la USAC no eximió el cobro:
Nuestras cosas están adentro, estamos ocupando un espacio pero no tenemos ningún ingreso y no sabemos si la universidad nos va cobrar. En la escuela nos están pidiendo la solvencia, pero las autoridades centrales no deciden si nos van a exonerar, aún se está negociando.
No es la única factura:
Lo que estoy haciendo es pagando luz -es el mínimo- a pesar de que no estamos trabajando, los servicios hay que pagarlos. También pago extracción de basura y servicio de agua, al año pagamos unos Q14 mil.
Sin esos ingresos debió incursionar en la venta de comida y su esposo emigró hacia Estados Unidos.
Daniel Curiales, es propietario de una venta de Shucos, en la Universidad Rafael Landívar (URL). Apenas tenía 7 meses de haber iniciado el negocio cuando llegó pandemia y debió cerrar. No obstante, en este caso la universidad condonó el pago de los locales desde marzo 2020 hasta junio 2021. A pesar de ello, debió tomar una decisión severa:
El 13 de marzo que cerró la universidad, todos creímos que iban a ser días y les dijimos: se van a presentar dentro de 15 días, posteriormente aguantamos un mes más, pero el 15 de abril decidimos dar de baja y 14 personas se quedaron sin trabajo.
El 11 de enero reabrió con ventas al personal administrativo, lo que no permite nivelar sus ingresos. Curiales tiene dos locales, pero ahora solo opera uno y con dos empleados. Acá los ingresos de los shucos le servían para financiar otra pequeña empresa a la que ya no pudo inyectar capital.
Karina Koper, propietaria de Café Gitane y un local de helados en la Universidad Francisco Marroquín (UFM), cuenta que su facturación en 2020 llegó a cero y para evitar despidos, los empleados se apoyaron en los bonos estatales. Cuenta con siete trabajadores, pero este año, sin el apoyo del Estado, la historia es distinta:
Hasta el día de hoy no ha habido despidos masivos, pero con el pasar del tiempo se tendrán que tomar decisiones. Y ¿con la renta? La universidad nos apoyó en 2020 con el 100 % y este 2021 estamos en pláticas, pero nos apoyarán. Estos locales funcionan solo para el personal administrativo.
Vidalia Victorio es una mujer de 35 años y con 3 hijos, la menor de 6 y la mayor de 14 años. Su esposo se dedica a la agricultura y ella atendía una pequeña tienda en la Escuela El Bosque en Santa Cruz Naranjo, Santa Rosa, también va a cumplir un año sin poder abrir la tienda en la escuela y debió buscar otras canales de ingresos:
Ahorita lo que estoy haciendo son ventas por catálogo. Con eso nos ayudamos un poco, como ya no tuvimos ingresos de la tienda de la escuela.
De acuerdo con la encuesta empresarial de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (ASIES) en Guatemala, el 90% del mercado lo componen las micro, mediana y pequeñas empresas. En los peores meses de la pandemia 77% cerró temporalmente y 5% en definitivo. El 4% de los negocios son en la educación. Las autoridades han dicho que este año el sistema educativo será hibrido, pero todo dependerá de la situación de los contagios en cada municipio. La esperanza para estos negocios se reduce cuando el semáforo marca rojo.