El tiempo pasa, y la vida se va. En este caso, la vida política.
Hemos tenido un periodo de gobierno para cambiar cosas, pero no ha cambiado nada. Vergonzosa la acción gubernamental de publicar, en el Diario de Centroamérica, un reportaje sobre la culpa de otros de no hacer nada en comunicaciones. Justificaciones que deberían haber sido superadas después del despido y ninguneo del otrora ministro “Félix sin excusas”. Bien sabia él que ese lema era clave porque hasta ahora únicamente se ha justificado la inacción, incompatible con el ejercicio de mando, como una sentencia proclama.
Desde la llegada al poder del gobierno de SEMILLA, se pueden encuadernar en varios tomos la cantidad de excusas para no hacer las cosas. Primero fue aquel problemón del kilómetro 44 -quiero recordar- en la autopista al puerto, luego, superado el escollo, no hay acción alguna más allá del turismo del INGUAT y de los remozamientos 2024 de escuelas. Ni siquiera se anuncian los del 2025, si es que los hay.
El reparto del dinero, algo muy socialista y cautivador, tampoco ha tenido el éxito esperado. De esa cuenta becas, préstamos para viviendas y otros fondos no se han podido ejecutar del todo, y para colmo una de las becas resultó asignada -casualmente- a una antigua militante del partido ¡Y es que donde no hay es difícil sacar algo!
Así que pasa la vida política por delante de nuestras narices y a mitad de periodo gubernamental cuesta ver éxitos salvo para aquellos optimistas enfermizos o ciegos militares que todo lo justifican, excepto cuando lo hacen otros, que entonces si hay que entrarle con los pies -o la ley- por delante.
Como algunos dicen a mitad de película: aquí ya está todo visto, y no parece que haya tiempo para muchas más filigranas. Incluso los eternos defensores, aquellos que bailaron entusiasmados hace unos dos años, suplican algo de acción presidencial, que es respondida con el silencio y la falta temperamento y de transparencia ¡Si, aquella de la que tanto se jactaban cuando pedían el voto popular!
Atorados entre una pared de falta de capacidad de gestión y ejecución, y una espada de ausencia de cintura política y pérdida de poder, la presidencia se recompone con los cuatros peones que le quedan del partido, mientras otros aliados hasta hace unos meses configuran una nueva fuerza política para ofrecer en un par de años lo mismo que hace idéntico período de tiempo atrás, pero con los resultados que estamos viendo. El proyecto parece abocado al fracaso.
La oposición, más cabrona que bonita, se recompone en el Congreso y planta cara porque no ve a nadie enfrente y porque seguramente están hartos, como la mayoría de los ciudadanos, de que no pase nada. A pesar de que Dye definiera la política pública como “todo lo que los gobiernos deciden hacer o no hacer”, da la sensación de que no hacer nada no es muy bien entendido por la ciudadanía, particularmente cuando hay hambre, desnutrición, falta de escuelas, hospitales, carreteras, seguridad…
El pronóstico, como suelen decir los doctores cuando no quieren mojarse, es “reservado”. El paciente tiene más ganas de morirse que de continuar en este estado de letargo y en el fondo, en esta UCI política, lo único que se puede esperar son tratamientos de choque que arreglan algo pero descomponen el resto. Se trata, en definitiva de la supervivencia.
Mientras tengamos un gobierno de burócratas consultores, de políticos que jamás trabajaron produciendo nada o de presidentes que lo que desean es ser expresidentes e ir por el mundo sonriendo y haciendo discursos que luego se constatan vacíos o puramente demagógicos, esto no hay quien lo arregle.
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