Aprender a través del televisor es un privilegio, eso dice Luisa Maez, profesora de 40 años en la Escuela Oficial de Párvulos de San Francisco El Tumbo en Sayaxché, Petén, a 473 kilómetros de la capital:
“Es una buena iniciativa, pero solo favorece a las personas con televisor y cable. En las comunidades la realidad es otra, desde hace 5 días que no tenemos energía y son pocos los padres que tienen acceso a un televisor.”
A raíz de la pandemia, Maez se encargó de los niños de primer grado de la escuela de su comunidad, pues el profesor no vive allí y no puede llegar. Maez, sabe que ayudar a estos alumnos es esencial, porque entiende que se encuentran en una etapa decisiva para aprender a leer y a escribir:
“Hay 2 casos en el que papá sí sabe leer, pero poco, tiene tal vez solo segundo grado primaria. Un obstáculo que he visto es que hay unos señores que hablan un idioma maya y a los niños les cuesta entender el español.”
Las palabras de la maestra no alcanzan a reflejar qué implicca esta etapa. Paola Andrade, coordina la implementación del plan de trabajo de la Red para la Lectoescritura inicial de Centroamérica y el Caribe (RedLEI), ella explica:
“Es importante concebir la lectura y la escritura como uno de los procesos más complejos a nivel cerebral y de llevar a cabo para el docente. La lectura y la escritura es determinante y marcan la vida de una persona, se relaciona con desarrollo social, económico, migración, violencia, salud, embarazos, la estructura y la consolidación de la familia. Todo esto están conectado a si podemos leer comprensivamente y escribir de forma creativa.”
Las dificultades no son exclusivas del sector público. Margarita Canú, de 48 años, tiene 7 hijos, el más pequeño, Brayan Otoniel Say Canú, cursa primero primaria en el Colegio Renacimiento en Patzún, Chimaltenango. Ella lo ayuda al menos una hora y media todos los días, aunque reconoce sus límites:
“No entendemos bien, porque yo sólo sexto grado primaria saqué.”
Otro problema es que Canú no tiene internet todos los días, el principal medio por el cual la maestra envía los deberes. Al igual que los alumnos de Maez en Petén, llegó el mes de junio y su hijo aún no sabe leer:
“Nos están mandando cómo se forman las palabras, la “p”. Pones la “p” y la “a” y dice ‘pa’.”
Benjamín Sywulka, experto en innovación y analista en educación, cree que la respuesta debe venir de la diversificación, la innovación y de las alianzas entre el sector público y privado:
“Hay que explorar radio comunitaria, mensajito de texto… Estructuras basadas en redes sociales, en individuos que saben un poquito más, enseñándole a individuos que saben un poquito menos. Parte del problema es cerrar los ciclos de retroalimentación: no es lo mismo que yo escuche en la radio algo y se me quede a que tenga un maestro que me esté diciendo: sí, así está bien o te faltó esto. Alguien que ya terminó 6to primaria, sigue siendo un alumno, pero si le das ciertas herramientas, vía un teléfono inteligente, puede replicar el aprendizaje en 7 u 8 niños que están en primero primaria.”
Con Criterio solicitó una entrevista en el ministerio de Educación para conocer cómo monitorean el avance del aprendizaje de los primeros años de la escuela primaria. Al cierre de esta nota no hubo respuesta. Aunque en entrevista radial, el viceministro técnico dejó claro que las autoridades poco han hecho para medir ese proceso: los resultados más recientes de las pruebas de matemática y lectura son de 2014. Las evaluaciones revelaron que el logro en lectura en tercero primaria era de 49.93% y de matemáticas de 40.47%. Actualmente, hay 917 mil 193 estudiantes en primero y segundo grado primaria según la Dirección de Planificación del Mineduc.